Chica ¿Ruda?

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Nora

Si me hubiera perdido antes de poder llegar mi siguiente clase, bien me habría podido colocar un letrero al cuello con la palabra "tarada" escrita en letras rojas.

Por suerte, no había sido necesario. La siguiente clase se encontraba en el mismo pasillo y algunos de los chicos que salían del salón se dirigían hacia allí. Jayden no era uno de ellos. Aunque me hubiera encantado compartir la siguiente clase con él, ahora que ya éramos amigos, su siguiente clase era gimnasia.

-El gimnasio está pasando el jardín principal. -Me explico. -Espero que no estés ansiosa por tener tu primera clase allí. Te aseguro que el entrenador es un ser terrible. Casi puedo jurar que lo trajeron desde el mismo infierno para castigarnos por cualquier pecado que hayamos cometido.

Hice un mueca ante su descripción y después me eche a reír.

-Jamás he sido buen para los deportes. -confesé.

-Uy, entonces vas a tener problemas. -él imito mi mueca. -No te asusto más. Dejaré que lo experimentes tú misma. Ahora debo correr.

-Anda, antes que pagues doble. -lo anime.

-Te veo en el almuerzo, chica nueva. -gritó mientras corría a toda prisa por el pasillo.

Cuando me giré para entrar por la puerta a mi clase, de nuevo me estampé contra algo. Esta vez, tenía los libros bien sujetos y de alguna manera me las había arreglado para no salir volando y caer. Sin embargo, el golpe me había aturdido un poco.

-¡Hey, imbecil! Ten más... ¡Oh! Hola, hermosa. - el chico era alto, fácilmente me sacaba más de una cabeza, su espalda era ancha y el resto de su cuerpo era igual de musculoso, su piel era de un color bronceado y se mordía el labio inferior en lo que parecía un inútil intento de parecer sexy. -¿Nos conocemos?

-Definitivamente no.- De alguna manera me las arregle para hacer que las palabras salieran con un tono mas brusco del que pretendia.

-Bueno, por que no vienes a mi auto y nos conocemos mejor en el asiento trasero. Sí sabes a lo que me refiero.- Me dijo, con una mirada laciva y una sonrisa perversa en los labios.

Las mejillas me ardian de verguenza y de rabia. Era cierto, todos los chicos de esta escuela eran imbeciles sacos de hormonas.

-Pudrete imbecil.- le dije, con todo el desprecio que me fue posible y pase a su lado golpeandolo con mi hombro. Gesto que seguramente me dolo mas a mi que a él, pero habia logrado herir su orgullo, que era precisamente mi objetivo. Ahora el estaba rojo como una bomba a punto de estallar. Hice como que no me daba cuenta y segui caminando, cuando una de sus enormes manos sujeto mi brazo y me detuvo.

-¿Como me dijiste, niñita?- su tono era de completo enfado y la mano que me sujetaba me apretaba con tanta fuerza que crei que me arrancaba el brazo.

-¡Oye, inutil! Dejala en paz.- grito una chica desde dentro del salón.

El tipo se giro para mirar de donde provenia aquel nuevo insulto y cuando su mirada se topo con la de la chica rapidamente me solto, dejandome una marca roja al rededor del brazo. Su expresion enfadada no se relajo, sin embargo se dio la vuelta y volvio a su posicion en la puerta, probablemente maldiciendome mentalmente.

Me aleje antes de que decidiera regresar a terminar con su amenaza.

-Sientate aqui. –me pidio la chica de antes. Ella era bonita, con un largo cabello rubio cayendo en risos sobre sus hombros, una piel clara y limpia, sin rastro de imperfecciones, los ojos de un brillante color verdoso y los hinchados labios rojos curvados en una sonrisa.

Una Chica DiferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora