El intruso

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Volví a casa en el auto de Ethan, Mia se había quedado a encargarse de que Jayden no hiciera algo de lo que probablemente se arrepentiría el día siguiente. La imagen de Daniel y la rubia voluptuosa daban vueltas en mi cabeza sin dejarme pensar claramente en todo el camino.
-Él no te merece. - las palabras de Ethan me sacaron de mis pensamientos. Me di cuenta entonces de que estabamos estacionados frente a mi casa. Me pregunte cuanto tiempo llevábamos ahí sentados.
-¿De qué hablas? - me hice la desentendida.
-Daniel. Él no te merece. - repitió.
No supe que contestarle.
-Es un embustero. - continuó él. - Lo conozco bien, Nora. Es el tipo de chico que busca acostarse con todas las chicas para luego alardear de ello. Es un mentiroso y un mujeriego. No te merece.
-No entiendo porque dices eso.- le dije.
-Soy tu amigo ¿no? - preguntó y yo asentí. - Pues no quiero que te lastimen, al menos no mas de lo que ya lo han hecho. Eres una persona maravillosa, cualquiera daría lo que fuera por tenerte y ese bastardo solo juega contigo. - se quedo callado un momento, evaluando mi reacción, antes de seguir. -Eres hermosa, amable, inteligente, valiente y divertida. Podrías tener al hombre que quisieras. Pero estas enamorada de un imbecil.
-¿A qué viene todo esto? - pregunte. Sus palabras, lejos de hacerme sentir mejor, me habían hecho sentir humillada. Como si fuera una tonta que no sabia lo que hacia. -¿Por qué te importa tanto?
-Yo... Solo... - no dijo nada, por un momento pensé que algo malo había pasado. Durante casi un minuto se quedo mirando sus propias manos en el volante sin decir una palabra.
-¿Y bien? - dije, cansada de esperar.
Soltó el aire que había estado conteniendo en un gran suspiro.
-Bien, lo diré. -Me miro a los ojos. -Me gustas, Nora. Me gustas mucho, y yo daría lo que fuera por que me miraras como miras a Daniel.
La noticia me había llegado como un golpe en el estomago. Me había quedado sin aliento de repente. Nunca lo hubiese esperado. Es decir, si, Ethan siempre era amable conmigo, siempre intentaba protegerme y hacerme reír, pasábamos mucho tiempo juntos, pero siempre había pensado que no era mas que una muy buena amistad. Ethan era guapo, tenía el cuerpo de un jugador de fútbol profesional, tenía esa sonrisa de galán de cine por la que cualquier chica hubiese caído rendida a sus pies. Pero yo no era cualquier chica.
-¿No vas a decir nada? - preguntó.
-Bueno, yo... - pero no, no encontraba como decirle a Ethan que yo no lo veía de esa manera.
Me hubiese gustado decirle que sentía lo mismo, que quería estar con él. Quería estar enamorada de Ethan en vez de estar loca por Daniel, pero las cosas no eran tan simples.
-No tienes que decir nada ahora. No quiero presionarte.- me dijo. Y yo sabia que lo decía de verdad.
-Eres un gran chico Ethan, y un buen amigo.- fue lo único que pude decir.
Él suspiro.
-Si, desearía ser mas que eso.- me dijo, y me dedico una sonrisa forzada.
-Tengo que entrar.- le dije.
-Claro, te veo en la escuela ¿de acuerdo?
-Si. Hasta el lunes.- respondí.
-Dulces sueños, Nora. - dijo antes de que cerrara la puerta del auto.

Con todo lo que había pasado, hubiese sido mas bien raro si no me hubiera despertado en medio de la noche sufriendo de pesadillas. No recordaba nada en concreto, solamente recordaba la cara de Daniel y las rubias del baile. Sentía la boca seca y las palmas de las manos húmedas. Entre al baño para mojarme un poco la cara y hasta ese momento me di cuenta de cuan realmente sedienta estaba. Baje las escaleras hacia la cocina sin encender la luz. A pesar de que era la única en casa y no corría el riesgo de despertar a nadie más, me sentía mejor así, en la oscuridad y en el silencio. Serví un poco de agua en un vaso y me dispuse a beberlo antes de regresar a dormir, cuando escuche pasos en el pórtico.
Me acerqué lentamente a la ventana y pude ver a travez de las cortinas una sombra medio alta, de espalda ancha y brazos largos. Tome lo que tenía más cerca y hubiera dado lo que fuera por que no se hubiese tratado de lo que justamente sostenía en mi mano en ese momento: una cuchara para la sopa.
Despacio y en silencio me acerque a la puerta de la entrada. Cuando mire por la mirilla ya no había nadie. Sin embargo, habían dejado algo sobre el tapete de la entrada. Dudaba en si salir o no. Bien podría estar aventándome a los brazos de una trampa.
Me arme de valor y abri la puerta apenas unos centímetros. No había nadie, la noche se sentía fría y no había rastros del intruso.
Sobre la palabra "Bienvenido", en el tapete, descansaba un ramo de rosas de colores. Las recogí sintiéndome estupida.
Quizás se habían equivocado de dirección. Pero era tonto pensar eso, ningún repartidor comenzaba su trabajo si no hasta pasadas las ocho de la mañana. No había notado la nota que venia pegada a las flores.
La nota tenía mi nombre y del otro lado tenía algunas palabras que, sin luz, no pude distinguir. Deje las flores sobre la mesa y cerré la puerta de la entrada, ya pondría las flores en un jarrón por la mañana, ahora quería leer la nota.
Encendí la lámpara de la sala y me senté en el enorme sofá frente al televisor.
"Soy un idiota. Ojalá puedas perdonarme."
No tenía ningún remitente. No había manera de saber quien las había dejado frente a la puerta. ¿Podía haber sido Daniel? Imposible. ¿Habría sido Ethan? Sonaba más lógico.
Quizás debía de hacerle caso. Sabia bien que Daniel no era mas que un imbecil y que solo jugaba conmigo para ganar su estupida apuesta, realmente no le interesaba. Entonces ¿por qué no intentarlo con Ethan?
El era apuesto, encantador, amable, educado, respetuoso y estaba enamorado de mi. Quizás era eso lo que necesitaba para olvidarme de Daniel, quizás así conseguiría alejarlo por fin de mi.
Pero ¿era realmente eso lo que quería?
El lunes siguiente las cosas no fueron más fáciles. Se suponía que para entonces ya todo el mundo debía haber olvidado quien era la chica nueva, pero no era así, al parecer cada día tenían algo nuevo de que hablar. Cada vez que hacia alguna entrada, todo el mundo se voltea a a mirarme, todo el mundo detenía sus vidas un par de segundos -que a mi parecer eran eternos- para dedicarme una sonrisa burlona, una mirada asesina o en el peor de los casos una mirada de lastima. Ya todos sabían, o creían saber lo que había ocurrido la noche del viernes. Al acercarme a cualquier grupo de personas podía darme cuenta que el tema recurrente de sus conversaciones era yo, principalmente por que todos guardaban silencio cuando me veían aparecer.
Pude escuchar tantos rumores sobre mí que incluso me sorprendí de cosas que se suponía que había hecho. Algunos contaban con detalle como me había enredado con Daniel la noche del baile y después había terminado con el para salir huyendo con Ethan, otros decían que Daniel y yo teníamos una relación secreta y debíamos aparentar nuestro odio, otros mas que ambos nos odiábamos a muerte y la peor de todas, que yo no era mas que otra chica a la que el mujeriego de Daniel había agregado a su extensa lista de aventuras de una noche y me había roto el corazón en el proceso.
Nada de lo que decían se acercaba ni un poco a la realidad. La realidad era que Daniel era un idiota, pero era un idiota al que no podía resistirme por mas que lo quisiera y luego estaba Ethan, era un buen amigo y tenía sentimientos por mi, pero yo no estaba realmente segura de lo que sentía por él. Algo si era seguro, Daniel no me convenía, Ethan si.
* * *
-Buenos días, linda. - la voz que menos deseaba oír en aquel día llego a mis oídos desde el otro lado de la mesa de la biblioteca.
-¿Que quieres, Daniel? - pregunte sin ni si quiera alzar la mirada de mi libro de historia.
-Alguien esta de malas hoy. ¿Puedo arreglar eso invitándote un café?- insistió.
Esta vez me permití mirarlo. Como siempre, se veía tan guapo como una estrella de cine. Me mordí el labio y se le dibujo una sonrisa en el rostro, me odie momentáneamente por desearlo. Todos los malos recuerdos llegaron a mi mente de un golpe y sentí como iba poniéndome cada vez mas molesta.
-Si estas buscando a alguna de tus amiguitas rubias, lamento decirte que no las eh visto desde que parecían querer meter su lengua hasta tu garganta. - le dirigí una sonrisa sarcástica y devolví la vista a mi libro.
-Wow, Nora, si no fuera por que dejaste en claro que nunca sentirías nada por mi - hizo una mueca de dolor y se llevó una mano al pecho - lo cual por cierto de verdad me ah dolido, casi podría creer que estas celosa.- dijo, tomando asiento frente a mi. ¿Que acaso este hombre no entendía una indirecta de "lárgate"?
-Wow, Daniel, que sensible, si no fuera por que eres tan egoísta, idiota y un repugnante mujeriego, casi podría creer que tienes un corazón.- replique.
-Auch. -exclamo.- Realmente me has roto el corazón y ni siquiera te has dado cuenta.
-No hay nada por lo que temer, se que algo voy a romperte si no te mueves de esta mesa, pero no será el corazón. - le amenace.
-Vaya, no tienes por que ser tan agresiva. - se puso de pie de nuevo. -Solo quería decirte que lo de la otra noche fue un error, estaba demasiado ebrio y es probable que no supiera muy bien lo que hacia. Sería mejor para los dos si pudieras olvidarlo.
Sonaba realmente sincero.
-Es la peor excusa que haya escuchado. - conteste.
-Hey, al menos lo intente. - acomodo la silla en su lugar y comenzó a alejarse. -Te veo luego, hermosa.
-No lo creo, imbecil. -dije en un tono demasiado alto.
Tan alto que la encargada de la biblioteca me dirigió una mirada malhumorada antes de recoger los libros de la mesa contigua y seguir con sus asuntos.

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⏰ Última actualización: Nov 15, 2015 ⏰

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