Capitulo 4. Rowen

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Pasaron los años Anna se había convertido en una madre para Rowen, la vieja gitana nunca le oculto la verdad. Cuando contaba siete años le contó que ella no era su madre, que la había tenido que separar por el bien de ella y de todos, era pronto para explicarle en lo que se convertiría. Los primeros años los habían pasado como nómadas, yendo de un país a otro, de aldea en aldea. Anna la presentaba como su hija, cambio su fecha de nacimiento por temor a cruzarse con los cazadores.  Las señales que en su cuerpo aparecieran en su nacimiento desaparecieron. Pronto destacaron algunos poderes en la niña, Anna comprobó que cada vez que conseguía el control absoluto sobre un nuevo poder aparecía una marca, un lunar en su espalda, creando así el dibujo de las constelaciones.

Era el cumpleaños de Rowen, cumplía diez años. Desde los siete años Anna la había llevado a vivir al sur, a la ciudad antigua, donde desde el comienzo de los tiempos habían vivido las brujas Skailín.

Llevaban una semana huyendo de las huestes de cazadores, cuando Anna decidió enviar un mensaje a la orden para concertar un conclave, hasta ese momento la existencia de la niña había sido un secreto hasta para ellas. Llegaron al puerto negro remontando el rio Enbior. Al desembarcar la protección de las brujas hizo que fuera imposible para los cazadores localizarlas.

La ciudad de Dorona era  de las pocas que aun prevalecía intacta a los intentos de invasión de los horribles cazadores. Las brujas extraían su poder de la tierra y la naturaleza, y su poder era ilimitado. Usaban ese poder para proteger la ciudad antigua y a sus habitantes. Cada día llegaba más y más gente, pidiendo el favor de las brujas y su protección.

Rowen y Anna se habían instalado en la torre de la luna, conviviendo con las demás brujas del aquelarre. Sioba era la Danna del aquelarre. Las había acogido desde el primer momento, ella tenía una hija un año mayor que Rowen, se llamaba Aysha, enseguida las dos niñas se hicieron inseparables. No paso lo mismo con los demás niños de la ciudad, ni de la torre. Los de la ciudad le tenían miedo, sus ojos negros los amedrentaban. Y las pequeñas de la torre la envidiaban, pues siempre tenía el favor de la Danna. Todas las tardes, después de volver de las clases con los demás en la ciudad, subía a lo alto de la torre con Aysha. Allí, las dos aprendían los secretos de la magia de las brujas Skailín. Algunas de las mujeres del aquelarre protestaban por el hecho de que una niña no iniciada, tuviera un privilegio, que solo se le otorgaba a la sucesora de la Danna, que en este caso sería su propia hija.

Las cosas no eran fáciles para Rowen, las niñas solían evitarla y los niños eran crueles con ella. En las clases que se impartían en la ciudad, aprendía la historia de los pueblos que poblaban o habían poblado esa tierra. Sus compañeros aprovechaban para reírse, o meterse con ella. Pero ese día sería diferente.  Un poder latente se despertaba en la pequeña de diez años. Mientras volvía a la torre, sus compañeros le tiraron piedras y se metían con ella. En un impulso los encaro, ya cansada de sus burlas. Sus ojos se volvieron completamente negros, tan negros como una noche sin estrellas, no quedo ni una pequeña parte blanca en los globos oculares de la niña. Varias piedras ya habían sido lanzadas, con un movimiento de su mano, Rowen las paro en el aire y las volvió contra sus atacantes. Los niños al ver sus ojos y percibir la magia tan poderosa que emanaba de la niña, salieron corriendo despavoridos.

A partir de ese momento, nadie en la ciudad se atrevió a contrariar a Rowen. Seguían tratándola como a una paria, pero ya nadie se metía directamente con ella. Erróneamente creían que era una Talín, un demonio en el cuerpo de un humano. Cuando a alguno se le olvidaba mostrarle un poco de respeto, se acercaba sigilosamente y ponía su rostro cerca del de la otra persona, solían acabar en el suelo, asustados y temblorosos.

Siguieron los años y Rowen ya poco tenía que aprender de Sioba. Le habían hablado del futuro, en lo que llegaría a convertirse algún día. Comprendía porque Anna la había separado de su madre al nacer. Durante aquellos años aprendió a tener pleno control sobre sus poderes, pero estos no eran los únicos que llegaría a tener. Era especial, única en esa tierra. El día de su llegada a la ciudad antigua, descubrió que podía aprender cualquier magia, aparte de la que era propia de su pueblo.

Se encontraba en una encrucijada; deseaba partir, buscar a los pueblos que fueran portadores de magia y aprender de ellos, completar su formación antes del día en que tuviera que enfrentarse a su destino. Pero por otro lado su corazón se acongojaba, temía lo que pudiera encontrarse en los caminos, y aunque no había tenido una buena vida en la ciudad, había sido su hogar. Le dolía sobre todo dejar atrás la protección de las brujas y la amistad de Sioba y Aysha. Al menos no partiría sola, Anna la acompañaría. No la había dejado sola en ningún momento de su vida, y ahora que esta se iba a complicar no la abandonaría.

El día de su dieciocho cumpleaños, fue el elegido para partir. Cargaron un carromato con utensilios de cocina, comida, hierbas y demás enseres que podrían serles de utilidad.

Al caer la tarde se alejaron de la ciudad por el camino que llevaba a los campos. Antes de la media noche habían recorrido la mitad del camino que debían hacer para dejar atrás el país de Abelstin. Seguían en la región que estaba bajo la protección de las Skailín, cuanto más se alejaban de la ciudad de Dorona menos poder tenía el conjuro de protección. Aun podrían dormir esa noche a un lado del camino, sin necesidad de ocultarse demasiado.

Durmieron toda la noche sin sobresaltos. Al amanecer despertaron con la sensación de que estaban siendo observadas. Desayunaron lo primero que encontraron y enseguida siguieron su camino. No podían deshacerse de aquel sentimiento, algo o alguien las seguía.

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Se que el capitulo es cortito, pero queria subirlo para no dejaros en la estacada. No olvides votar y comentar. Un beso a todos y gracias por leer.

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