Capitulo 6. El bosque de las lamentaciones

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La noche era tranquila, la suave brisa primaveral mecía las copas de los árboles adyacentes al pequeño campamento. El ruido de las hojas era como un dulce somnífero para los hombres. Todos dormían apaciblemente, después de un duro día protegiendo los pueblos y asentamientos gitanos que se veían asediados por los cazadores oscuros.

Abrigado con una fina manta, Aydan no dejaba de moverse a causa de un intranquilo sueño. Desde pequeño la sensación de que estaba incompleto, que le faltaba algo no le abandonaba. Tenía seis años cuando los extraños sueños empezaron.

“Estaba sentado en la orilla de un profundo río, con los pies dentro del agua. Cuando una extraña sombra se acero lentamente a él. De la nada el espectro hizo aparecer una larga y afilada espada. Con gran destreza levanto el arma sobre su cabeza y arremetió contra el asustado niño, cortando su alma en dos mitades. Mientras una parte se quedaba en la orilla, la otra era arrastrada por la corriente alejándose de él mas y mas”. Despertó gritando y llamando a sus padres aterrados. Había sido el primero de esos sueños, pero no el último.

El de esta noche era diferente. En este, la mitad que le habían arrebatado se iba acercando cada vez más. Atravesaba el peligroso bosque, con el firme propósito de fundirse con su otra mitad para siempre. Despertó confundido, no sabia que podía significar aquello. La sensación de que le faltaba una parte importante de su ser, era solo eso. Una sensación. Nunca le dijo a nadie acerca de sus sueños. Quizás estos extraños sueños intentan avisarme de que la mujer de mi vida, mi alma gemela, mi gaiyin esta cerca y que pronto la conoceré— pensó.

Dejo el revoltillo de mantas atrás y se interno en el bosque. Se sentó en las raíces de un viejo roble y contempló el movimiento de las ramas sobre su cabeza. Estaba tan concentrado que no se dio cuenta de que no estaba solo, hasta que fue demasiado tarde. Cuando se quiso dar cuenta, tenia una pequeña daga plateada, pegada al cuello.

—Te podría matar ahora mismo y nadie se enteraría—. Dijo un hombre con voz severa. — Has sido un insensato viniendo solo hasta aquí, sin avisar a nadie— mientras hablaba fue presionando el frío metal contra la piel del chico, pero sin llegar a herirle.

Aydan estaba a punto de dar el grito de aviso cuando creyó reconocer la voz de aquel hombre.

— ¿Ivmar? ¿Eres tú?— El chico notaba como el arma se alejaba y la mano que la empuñaba se relajaba, hasta que desapareció en la noche.

—Si, soy yo—. Contesto un hombre alto, de cabello negro y aspecto rudo, mientras entraba en el campo de visión del chico— pero podría haber sido un cazador. Y ellos, amigo mío,  no dudarían en hundirte esta daga en el cuerpo.

Aunque Aydan sabía que el hombre era de confianza, aun no estaba a gusto en su compañía.

No es que Ivmar quisiera intimidar a Aydan, al menos no ha propósito. En cierta manera era como un hijo para él. Lo sobreprotegía en exceso con respectó a los demás, aunque a veces podía llegar a ser demasiado duro con el joven. Tenía potencial, además de una gran motivación; se le daba bien la lucha y las armas. Había conseguido convencer a unos cuantos nómadas para que aprendieran de su extensa experiencia. Sus dotes como guerrero  abarcaban desde la lucha cuerpo a cuerpo, al manejo de cualquier tipo de arma. Al fin pudo reunir un reducido grupo de valientes hombres que estaban dispuestos a proteger a sus familias y enfrentarse a sus enemigos, los mortíferos cazadores oscuros.

El hombre se sentó en la mullida hierba, frente al gitano. Intentando adivinar sus pensamientos. No entendía que había llevado al joven a despertarse en medio de la noche, para alejarse del improvisado campamento. En el tiempo que lo conocía, nunca había mostrado una conducta similar.

— ¿Puedo preguntar cual es el motivo por el que estas aquí, en medio del bosque?

—No podía dormir. Me desperté después de un sueño. Vine para despejarme y pensar con claridad.

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