CAPITULO I: FRAGMENTOS DE MEMORIAS

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Partí solo, con la mente en blanco, necesito tiempo para pensar y ver los recuerdos de mi mente, lo que vi puedo creerlo, lo que vi aquella noche fue real y no solo fantasía. Lo que vi, en mis viejos sueños fueron reflexiones de mi deformada mente, porque en mis sueños, siempre esta ahí, esa malvada cara que retuerce mi mente y me hace desesperar [...] de repente ya no pude seguir traduciendo, pero en mi mente aun sonaba la canción 'The number of the beast'. Me rehusé a entender la lírica, ¿Por qué incluso esa canción me recordaba lo que sucedía? Lo único que quería era escuchar un poco de música después de terminar el examen final de la universidad.

-Ya es hora de que la tomes.

-No.

-¡Debes hacerlo! -me reclamó aquella femenina voz.

-Si lo hago volverás a desaparecer.

-No me importa, libérame.

Sin rechistar solo incliné mi cabeza, fijando la mirada en la figura sentada a mi izquierda, no había cambiado nada, catorce años para siempre, Isabella solo me lanzo el frasco de quetiapina, engullí dos pastillas y regresé caminando solo a mi departamento, como de costumbre el asiento que dejaba atrás estaba vacío, sin nadie para despedirse de mí.

Por fin había terminado el semestre, me había liberado de la atadura de tener que soportar a gente que no conocía, incluso a alguien que odiaba, pero tampoco tenía motivos porque regresar a mi antigua ciudad, sin familia, hijo único, mi padre nos abandonó antes de nacer y mi madre fue asesinada por un conductor imprudente un día que ya ni recuerdo, aparentemente fue un accidente de transito; dicen que cuando uno pierde todo, es libre de hacer lo que quiera, pero ahí me encontraba, sin nada y tampoco haciendo cosa alguna, solo mi mirada fija en el blanco techo de una habitación vieja, en una desconocida ciudad, a unas cuantas horas de la única persona que me cuidaba; mi tía se había encargado de mí después del fallecimiento de mi madre hace ya 3 años, la mitad del tiempo que Isabella permanecía muerta hasta la fecha.

Saliendo del edificio de habitaciones, cruzando la calle me encontré con Alex, en su honda civic con bosquejos extraños que el mismo había dibujado en el capó del auto, a simple vista un muchacho de mi edad, delgado, de 1.71 metros de altura, lo odiaba.

-Regresemos juntos -Me dijo mientras hacía referencia a nuestra ciudad natal.

-No gracias, estoy bien.

-No es problema enserio -acentuaba mientras me arrastraba del brazo al interior de su auto.

Odie ese vehículo desde el principio, la extraña afición de Alex por los insectos me causaba repelús, sobre todo debido a mi fobia a las avispas y escarabajos, figura de la cual me percaté mejor al revisar el capó desde otro ángulo, las decoraciones del interior del auto tenían claras referencias a sus bichos preferidos, cielos, incluso tenía una viuda negra de juguete colgando del retrovisor que, aunque no temía de las arañas, si me daba asco el tener que ver su culo gordo, redondo, más grande que sus propias cabezas y de él saliendo sus puntiagudas patas.

Lo único que podía hacer era dormir durante el camino para evitar el asco, pero Alex como de costumbre insistía en conversaciones vacías que no llegaban a ningún lado, era de esas personas de las que te quieres librar, mis respuestas solo se limitaban a "si", "no", "ya veo" y a sonidos de afirmaciones y falso interés, que pesado era tener que viajar de copiloto con el asesino de tu madre.

Llegando a la ciudad, Alex condujo hasta la casa donde vivía con mi tía y me dejo en el pórtico entreabierto del cual una blanca puerta de reja se mecía, al parecer Isabella había llegado antes que yo, y era lógico, ya eran las 7 de la noche.

La puerta principal que conectaba el jardín con la sala de la casa se abría con debilidad cuando la empujé, una nota en la escalera me daba la bienvenida.

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