I. H

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La cabeza de Minato daba vueltas. Apretaba el teléfono entre los dedos en un intento fallido de controlar el temblor de sus brazos. Miraba al vidrio del auto sin en realidad poner la más mínima atención a lo que estaba a través de él, buscando fuerzas para girar la llave. No sabía qué haría para llegar a Ichiraku sin causar ningún accidente, ya que no podía concentrarse en nada que no fuese su smartphone y los mensajes.


Se regañó mentalmente por los diez minutos que había gastado tratando de entender la situación. Por Dios, aunque fuera absurdo, él no era el primer profesor del mundo en escuchar o leer esa clase de cosas, ni sería el último, ¡claro que no! No podía reaccionar así, no, no, no.


Estaba aturdido y mareado. ¿Qué debería hacer? ¿Contestar?
Antes eso tal vez no estuviera en sus planes, pensaba que ignorarlos sería suficiente. Pero ahora sentía que no tenía otra opción. Si no hacía nada esa persona lo seguiría acosando por tiempo indeterminado, pero si lo hacía...


Casi sin que se diera cuenta, sus dedos ya habían decidido por él, escribiendo una respuesta de la cual se sintió orgulloso — al menos por poco tiempo.

_____

Minato
¿Quién eres? (13:08)

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Aliviado, prendió el coche, dirigiéndose a su destino, ya había dejado Jiraiya-sensei esperándolo por media hora o más. Estaba a pocas cuadras de Ichiraku cuando sintió la desesperada necesidad de salir corriendo, se había dado cuenta de cómo aquello sonaba estúpido. Quién eres, ¿en serio Minato? ¡Eso era lo más ridículamente obvio! Además de ser cliché... ¿No tenía nada mejor? Era un idiota, un... Soltó un bufido, obligándose a recobrar la compostura. Estaba manejando, no podía distraerse cómo lo haría Kushina.


Cerró los ojos después de aparcar justo enfrente al restaurante donde lo esperaba su mentor. En ese punto, ya se había resignado a la respuesta que dió a — quién él estaba seguro de ser — una de sus alumnas.


Ichiraku era, sin duda, un lugar muy importante para él. Además de servir el mejor ramen de Konoha, era también el restaurante favorito de su hijo de cinco años — quién era, dígase de pasaje, la persona más importante en su vida —, Naruto. Por un breve momento se acordó de la carita de felicidad que ponía su hijo siempre que lo llevaba ahí. De pronto, sus pensamientos cambiaron a algo nada agradable: ¿qué pensaría Naruto si supiera que él se estaba comunicando de aquella manera con una de sus alumnas? Tal vez él no tuviese edad suficiente para entender las cosas, o se enfadaría, acusándolo de pervertido como siempre lo hacía con Jiraiya-sensei — en este caso con razón, el anciano que muchos llamaban sabio era un pervertido nivel máximo. Aunque no hubiera hecho nada, si le contara a alguien acerca de los mensajes, esa persona muy probablemente lo llamaría así. Pervertido.


Él casi tuvo un infarto cuando, al salir del coche, su móvil sonó. Lo agarró torpemente, casi dejándolo caer, y lo que vio hizo que su respiración perdiera el ritmo: un número desconocido lo estaba llamando.


Oh, mierda.


Sus manos temblaban mientras su corazón acelerado amenazaba salir por su boca. No sabía qué hacer. Intentaba respirar pausadamente, calmandose después de varios segundos para pensar con claridad. Tal vez era inconsecuente, pero decidió aceptar la llamada, por más inseguro que estuviese.


— ¿S-sí?


— Minato, ¿en dónde carajos estás? — La voz de Jiraiya sonó en sus oídos, haciendo que se tranquilizara instantáneamente. Suspiró. — ¡Te estoy esperando hace casi una hora!


— Ya estoy aquí, sensei. Justo iba a entrar cuando me llamaste...


— Ah, ya.


Minato iba a disculparse pero su mentor colgó antes de que lo hiciera. Se encogió de hombros. Bueno, así era Jiraiya-sensei...

Querido SenseiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora