V. Promesas

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Minato no supo distinguir el sonido casi inaudible que salió de su boca en aquel momento — más tarde concluiría, con un fuerte sonrojo, que era algo casi similar a un "¡¿qué?!" mezclado con un grito muy agudo de estupefacción —, mucho menos el número exacto de parpadeos necesarios para convencerse de que aquellas palabras realmente habían sido escritas para él. Exasperado, el Namikaze dejó deliberadamente caer el celular de las manos, cerrando los ojos con fuerza y mordiéndose el labio inferior hasta casi hacerlo sangrar. Sus dedos se sentían como si estuviesen congelados mientras una repentina ola de frío recorrió su cuerpo y, de un segundo a otro, todo aquello le pareció tan absurdo, tan irreal, que necesitó dejar de respirar unos cuantos segundos para converse de que, de hecho, todo aquello estaba pasando. Ya no le importaba en lo más mínimo el libro que reposaba torpemente sobre su regazo, mucho menos la mirada más que asustada que Shikaku le dirigió. Una frase simple y corta se repetía en su mente: soy un hombre. Un hombre... H. Un. Hombre.

Todo esto podría muy bien ser una broma de mal gusto, todo se encajaba muy bien en una broma elaborada, pero se trataba de H, por lo que estaba convencido de que no lo era — no cuando una de las cosas que más admiraba en esa persona era la manera tan seria con la que decía las cosas, hasta las más inapropiadas que lo hacían ruborizar hasta las orejas.

Tragó la mayor cantidad de saliva que pudo, tratando de hacer desaparecer la sensación rasposa en su garganta, y llevó una mano al pecho, apretando la zona donde su corazón simulaba pequeñas explosiones que se esparcieron por todo su cuerpo, haciendo con que temblara un poco. Intentaba reprimir la burbuja de decepción y rabia que amenazaba consumirlo, una gran certeza le había sido arrebatada y no podía evitar sentirse — por lo menos un poco — dolido por eso; era casi como si algo en su interior se hubiese roto. Desesperadamente, el rubio se concentró en recomponerse y volver a respirar con normalidad, cosa que logró varios minutos después.

Irguió la mirada al percatarse de la mano que tocó su hombro. Shikaku tenía el ceño fruncido y una expresión preocupada, prestando, según Minato, mucha más atención que la necesaria. Sin dudas pensaba que su amigo estaba teniendo un infarto y, delante de tal escena, nadie podía culparlo.

— ¿Minato? — la voz del otro sonaba muy lejana, tuvo que esforzarse un poco para escucharlo con clareza. Asintió suavemente, mirándolo a los ojos, El Nara soltó un suspiro de alivio. — Casi me matas de un susto. Pensé que te ibas a desmayar. — El tono habitualmente tranquilo de su amigo lo trajo de vuelta a la realidad, no era lo suficiente para calmar al rubio, pero por lo menos lo sacó de su shock. — ¿Qué pasó? ¿Se murió alguien?

Abrió la boca para decir algo, pero las palabras murieron en su garganta. ¿Qué diría? Ah, no, sólo acabo de enterarme que la persona por quien estoy empezando a sentir algo no es una mujer como yo tenía entendido. Y más, esa persona es un estudiante que me ve la cara todos los días en esa universidad y yo no tengo ni la más mínima idea de quien sea. Aunque Shikaku fuese un gran amigo suyo, no podía contarle absolutamente nada acerca de H; al menos no en aquel preciso momento.

— No... — pronunció bajito después de varios segundos de un silencio incómodo, con un poco de dificultad para juntar las sílabas. Buscaba una excusa que tuviese por lo menos un poquito de sentido. — Lo siento, es que leí una noticia que me dejó... no sé... creo que un poco aturdido. — encogiéndose de hombros, finalmente cogió el teléfono tirado en el suelo, guardándolo en el bolsillo del pantalón sin dirigir una única mirada a la pantalla, temiendo las palabras que encontraría allí. — No me lo esperaba. — le lanzó una mirada pensativa, implorando a Dios que pensase que había leído algún titular en un periódico online cualquiera.

— Oh, ya veo. — su amigo soltó un largo suspiro. — Hay muchas cosas pasando al mismo tiempo.

El ojiazul simplemente movió un poco la cabeza, más o menos asintiendo; daba las gracias a todos los dioses que podrían existir, más tranquilo al percibir que no habría una especie de mini-interrogatório o algo así. Estaba demasiado inmerso en lo que le estaba pasando para preocuparse con cualquier otra cosa, principalmente con tener que inventarse otro millón de justificaciones. Sentía como si su corazón estuviese a punto de abrirle un agujero en el pecho para huir, dejándolo sólo con una mezcla rara de decepción y rabia. Le dolía que H no hubiese dicho nada antes, pero también se consideraba un idiota por ni siquiera haber considerado la posibilidad de estar hablando con un alumno suyo.

Querido SenseiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora