Prólogo

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Brujas Bélgica, afueras de Amsterdam, 25 de noviembre 1854.

  Toda la oscuridad lo rodeaba, había decido escapar de casa esa noche, era su cumpleaños número 16, su primera transformación como un hombre lobo.

  Su padre había demandado su estadía en uno de los calabozos del castillo, aquel que se hacía llamar su hogar, pues al ser su primera transformación perdería su sentido y no sabría lo que haría, ¿pero y eso que? Todos sus amigos habían dicho que era fabuloso verse rodeado del bosque, quizás sonara inmaduro o caprichoso, pero él quería demostrar que no era el nene de papi, como lo sabían llamar, quería ser igual a sus amigos... Libre.

    La luna estaba en su punto más alto y aunque brillaba, sentía todo muy oscuro. Empezó a sentir dolor y se dio cuenta que la hora había llegado.

   27 de noviembre del mismo año.

  Se despertó sobresaltado, la luz le molestaba en el rostro, se sintió pesado, como si un camión gigantesco le hubiese pasado por encima. Levantó la vista encontrándose la cara enfadada de su padre, y como su mano impactaba en su mejilla izquierda rompiendo su labio en el proceso.

   No entendió tanto el enfado de su padre hasta que miro su alrededor, cientos de cuerpos mutilados lo rodeaban... Él había hecho eso, había asesinado a más no poder, solo por desobedecer una orden por su propio bien.

   La libertad que tanto anhelaba lo había llevado a cometer el peor error de su vida.

      31 de diciembre del mismo año.

   Aún no recuerdo nada de aquella noche, pero los cuerpos sin vida de las personas rondan en mi mente como disco en replay. Aún estoy castigado. Todos celebran por la llegada de un nuevo año, yo estoy solo, encerrado en mi habitación como el monstruo que soy... Lo entiendo.

  Casi me quedo dormido cuando una neblina comienza aparecer en el centro del gran dormitorio, neblina que cobró forma y contexto, una mujer.

    Un frío y olor a muerte comenzaron a inundar la estancia, sus ojos negros como la noche me miraban con asco y por primera vez en mi vida sentí miedo.

-Yo, Melissa Bonnettely, te condeno a ti, a esta última profecía, por el asesinato de mi hermana. Pagarás por aquel daño, a tal grado que cuando encuentres a tu mate, amor verdadero, compañera de vida, tu alma gemela, disfrutaras con ella como nadie jamás pudo imaginar y si, serás feliz; pero ten presente, que una vez que ella te ame como sé tú la amaras, morirá. - sus palabras atravesaron como dagas mi corazón, sabia lo que significaban sus palabras, cada una de ellas expulsadas con asco de su boca. 

    Y como apareció aquella mujer, así mismo se desvaneció entre las sobras, dejándome con una maldición, con un comienzo que fue el infierno de mi vida a partir de ese momento... Infierno que yo mismo busqué y que encontré.

La última profecía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora