L'amore si mouve

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La historia con Piero Barone es enigmática, a ciencia cierta no recuerdo la fecha en la que lo conocí, una noche, tuve una pequeña pelea con mi padre acerca de los negocios familiares y cómo él los estaba llevando a cabo, me cansé de la misma farza de siempre, salí de casa, tomé el prime tren en camino a Florencia. Me encontraba  paseando por la Piazza del Duomo, cuando escuché la voz que aceleró mi corazón como nunca lo había sentido antes, en un solitario y sombrio restaurante a la luz de las velas, un chico con una camisa des alineada, de tes clara y ojos profundamente cafés cubiertos por unos curiosos lentes rojos, físicamente atractivo, de mirada penetrante y cuerpo fornido, se encontraba perdido en las teclas del piano que con sumo esfuerzo tocaba sin parar, interpretando "Brucia la terra", su voz era hermosa, tan suave como el aire pero fuerte y áspera como las rocas. Sin dudarlo dos veces me dirigí al lugar, tomé el primer lugar que había, justamente enfrente del piano y de él, ordené una botella de Cheval Blanc del 47 y me perdí en la melodía y tan hermosa voz de aquel hombre, a la penúltima estrofa miró hacia delante y nuestras miradas se encontraron, sin duda lo más hermoso que alguna vez podré sentir. Terminó la canción se volvió hacia mi y dijo.
- Señorina, ¿gusta que intérprete alguna canción para usted?-
- Son demasiadas las canciones bellas, no tendría cual escoger.- dije dudando de mi misma.
- Debe de haber una que sea tan bella como usted-. dijo tomando mi mano para depositar sobre ella un tierno beso. Subió de nuevo al escenario, haciendo sonar de nuevo aquellas notas que se grabaron en mi mente.
- "Caruso" la canción más bella del mundo, para la mujer más hermosa que alguna vez podré ver en mi vida- entonó Piero éstas palabras al terminar.

A la luz de las velas, con una copa en la mano y la música surgiendo de cada rincón del sitio nuestras miradas se cruzaban como flechas, flechas que decían mil palabras las cuales la boca No podía pronunciar.
Dialogamos por más de 3 horas, al llegar la media noche, su turno había terminado. Salí del restaurante para dirigirme a un hotel aleatorio al estar en una ciudad prácticamente desconocida para mi.

"Nunca unos ojos me habían mirado con tanta incredulidad como los de ella, desconocía de su nombre, edad incluso procedencia. Aproximadamente 17 se le veían, por dios que intriga más grande. De vez en cuando se necesitan de coraje para dirigirte a una mujer elegante, pero cierta parte de ella se me hacía tan conocida".
Cuando vi que tomaba su bolsa para retirarse, tomé mis cosas y la seguí sin dudarlo ni una vez".

-Señorita, no me dijo su nombre- entonó Piero con un tono de dulzura.
-Perdona pero soy de esta ciudad y cómo verás estoy muy pérdida, lo menos que querría es toparme con un extraño. Y aquí estas-. Dijo Mandira muy nerviosa.
-Por favor no temas de mi, soy Piero Barone, el que estaba tocando el piano hace rato en el restaurante. No quiero hacerte daño, al contrario, se ve en tu cara que no conoces nada de aquí, déjame ayudarte-.
-¿Tu nombre es Piero Barone? ¿El tenor?-preguntó Mandira.
-Exactamente. Creo que no tengo el placer de saber tu nombre-
-Mandira Corelli, un gusto Piero- dijo estrechando su mano

Caminaron rumbo al hotel que Piero le había recomendado. Platicaron todo el camino, se conocieron y compartieron sus redes para seguir en contacto. Cuando ella ya se encontraba dentro del hotel con la reservación en la mano Piero se retiró de ahí.

A la mañana siguiente Mandira despertó con una gran resaca y un mensaje de su hermano Lucas: "Donde diablos estás, nonno se puso demasiado mal". Ella tomó lo más rápido que pudo el móvil marcando directamente a su padre.
-Papa, lo siento- dijo sollozando.
-Toma el primer tren, donde quiera que estés y vente a casa, las cosas en la familia no están bien, tu abuelo calló en coma, tiene un embolio cerebral, no se encuentra nada bien, por tu bien vente ya- lo dijo ordenandola.

Se vistió lo más rápido y se dirigió a la estación, no tenía cabeza para nada, ni siquiera desayunó, solo pensaba en llegar a tiempo a casa y que esto no tuviera nada que ver con los negocios, mucho menos con los Tatalia porque conociendo la situación, nada quedaría bien hasta tener una muerte.

Mandira esperaba lo más impaciente en la sala, tenía la mirada vacía y el pelo desordenado, sin una gota de maquillaje.

Miró de reojo la entrada a la sala y vio una silueta en la esquina, vestía de negro con corbata y una mano en la bolsa. El hombre parecía de aproximadamente 25 años, alto y corpulento, no deja ver su rostro.
Mandira al sentir la presión de su mirada se levantó de su asiento y fue al cajero a sacar algo de dinero; volvió a mirar atrás y el hombre seguía ahí. Así fue durante el tiempo en que el tren arribará. Ella subió al tren, pensando en las cosas con las que se encontraría al llegar a casa.

En la estación  llamó un taxi y se dirigió a la casa. Cuando de pronto el taxista preguntó:
-Disculpe, pero, ¿alguien la espera o la sigue?-. Mandira desconcertada respondió que no.
-El carro negro de atrás, nos sigue desde hace 2 km-.
-No se pare por favor, acelere más y no les de la cara- dijo en un tono serio.
El chófer se le notaba el miedo en todo el cuerpo, prácticamente estaba temblando.
Se escuchó un gran estruendo a poco metros, específicamente balazos.
Llegaron dos automóviles más a cerrar el paso del taxi, el señor no paró hasta que le fue imposible seguir. Mandira se escondió en el maletero lo mejor que pudo hasta entrar en el departamento de las llantas de refacción.
Escuchó un balazo y un grito en seco, después de varios segundos salió del maletero.
Un cadáver estaba enfrente de ella, ya había adquirido un color grisáceo, los dedos de las manos estaban totalmente descuartizados, en el cuello a la altura de la garganta había un exacto corte en horizontal y un balazo en medio de los ojos. Ella lo sabía perfectamente sólo una familia hacia ese tipo de heridas, y esas balas no eran destinadas para un inocente, sino para ella. 

El centro de San RemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora