Notte Stellata

6 0 0
                                    



¿Por qué lastimamos a las mejores personas?
¿Alguna vez habrá una respuesta coherente para ésta pregunta?



Cassilda llegó a su casa después de 3 horas del acontecimiento justamente a las 6:30 de la mañana. El simple hecho de pensar la agobiaba. Un mar de emociones nadaba en medio de sus piernas. Cansada, herida y triste se recostó en el sofá hasta quedarse completamente dormida.

Mandira y Piero se quedaron hablando hasta noche pero la necesidad de alimento no paso por sus cabezas en esos momentos por lo que a las siete de la mañana Mandira tenía el hambre de tres hombres en ella.
Cuidadosamente quito el brazo de Piero de encima de ella, acomodó la sábana y camino hasta la cocina. Inesperadamente le dio curiosidad por asomarse a la sala, cuando vio una figura femenina recostada en el sillón. Era Cassilda.

Su aspecto era terrible, Mandira nunca había visto tan indefensa a su hermana como aquella vez. Se inclino y suavemente retiro un mechón de su cara para asegurar que respirará o mínimo se moviera. Después de varios intentos Cassilda despertó con los ojos rojos y ojeras notables. Obviamente algo había pasado y no era bueno.

Mandira se recostó a su lado y espero a que Cassilda estuviera completamente segura de sí misma y le contara todo lo ocurrido.

Mandira se quedo atónita, todo pasaba al mismo tiempo. Solo se le ocurrió preguntar sobre cómo se encontraba Vincenzo, Cassilda negó con la cabeza.
Mandira ayudo a Cassilda a levantarse, ir a su cuarto, bañarse y esperar a su padre para ver qué sucedería después.

Piero despertó buscó a Mandira por toda la casa, hasta encontrarla, ella le contó todo lo sucedido. Él no tuvo palabras. Se dirigieron a arreglarse, ese día sería muy pesado.

Gaetano estaba en una reunión de negocios, llegaba aproximadamente a las 11:00 a.m.

Mandira estaba sentada enfrente de su tocador, desenredando su pelo, un feliz Piero se encontraba en la parte de atrás acomodando su corbata que hacia juego con su bien definido traje. A Mandira le encantaba, le encantaba la presencia de él en su vida, ya había otro motivo para seguir luchando. Ojalá esa escena se repitiera infinitamente, pensó ella.
Piero y ella se sobresaltaron al oír un golpe en seco del cuarto de Cassilda. Mandira corrió hacia ella y la encontró postrada en la ventana con un vidrio roto y la mano sangrando, con lagrimas en los ojos y desesperacion en ella.

-¿Qué pasó?- preguntó Mandira
-Está muerto-
-¿Cómo lo sabes?- le preguntó
-Me acaba de llamar su hermano, lo encontraron con una hemorragia cerebral causada por golpes. ¡Se desangró en el suelo! ¡Lo ví, lo pude evitar, si no hubiera ido conmigo a ese estúpido café!- gritó Cassilda desesperada.
-Padre llega en dos horas, deja que él se encargue de ésto. -le dijo Mandira segura y con un nudo en la garganta.

Cassilda tenía que ir a la funeraria a reconocer el cadáver de su futuro esposo. Mandira iría por su padre al aeropuerto.

Ya en el aeropuerto ella le contó todo a su padre. La furia no cabía en sus ojos.
-Esto no acabara así, tratarán de destruirnos. Cassilda es la más débil, siempre se empieza por alguien allegado a la familia pero sin ser de la sangre. Vincenzo era buen hombre, no por nada habría estado 3 años con mi hermosa Cassilda. Las cosas se complican sin mi padre. Por favor Mandira, has sido la más sensata de tus hermanos no confíes en nadie que no sea de la familia, no dejes que nadie se acerque a ti, si no, la próxima serás tu. Cuida de tus hermanos necesitan ayuda de alguien, me estaré encargando de los Tatalia, no tendré tiempo para ellos, serás tú la encargada. No me decepciones. - le dijo su padre, lo más serio que lo ha visto en la vida.

Cassilda le dijo a su padre quien había sido, Bruno Tatalia y su acompañante, ella no sabía su nombre a ciencia cierta. Pero el jefe de todo fue Bruno.

En el funeral acudió la familia Corelli, los tres hermanos y dos hermanas, Mandira llevaba la compañía de Piero, ella tomaba su brazo cada vez que se sentía insegura.
- Hay alguien en aquella esquina, atrás de las flores que no ha quitado la mirada de ti y de tu padre- le susurró Piero al oído a Mandira
Ella se asomó, un joven de complexión normal, con el cabello ondulado, ojos marrones y mirada intensa estaba ubicado en la misma posición que Piero le había comentado, su mirada ahora se desviaba a Cassilda. Él era Adriano.
Era algo estúpido ir al funeral de su propia víctima, no tenía razón.

Mandira tomó una rosa y se dirigió a Cassilda, le dio la rosa y la acompañó a donde se encontraba en ataúd.
- Finje que te estoy consolando - dijo Mandira abrazando a su hermana.
- ¿Qué? ¿De qué estás hablando?- preguntó ella
- Mira discretamente a tu derecha, aquel del pelo rizado. ¿Fue él el que te hizo esto?
Cassilda volteo sobre sus hombros. Ahí estaba él, dándole las condolencias a la madre de Vincenzo. Adriano no notó las miradas.
- Es él- dijo Cassilda con lágrimas y voz cortada.
- vamos con padre.
Le indicaron quien fue. Gaetano se retiró con dos de sus mejores hombres. Lo único que les encargo era que no levantaran sospechas, que la pérdida se notara en ellas.
La tarde pasó lo más rápido que ellas pensaron, estaban los cinco hermanos y Piero reunidos en la cafetería de la funeraria, platicando de lo ocurrido. Apoyando a Cassilda.
Adriano desapareció.

Dieron las 9:00 p.m. Y se retiraron, Piero manejaba, Cassilda iba en la parte de atrás y Mandira a su lado.
Mandira adoraba la cuidad; las luces, la arquitectura colonial, los puentes, ríos y parques eran hermosos.

Llegaron a casa, Mandira se dirigió a preparar algo de cenar cuando entro su padre en compañía de tres hombres. A Piero le entró una llamada y se retiró del comedor al patio. Su padre aclaro la voz, con un gesto de mano le ordenó a los hombres que se retiraran, se acercó a Cassilda y tomandola en sus brazos le susorró:
- Todo estará bien, el otro hombre, el que acompañaba a Bruno. Su nombre es Adriano Florenzini, acaba de morir ahogado en el puente Vecchio. Clemenzza se encargó de él- dijo apuntando al hombre más robusto de los tres. -Esto no se acabara aquí mi pequeña- pronunció volviéndola a abrazar. Cassilda se desvaneció en lágrimas. Mandira la acompaño a su cuarto y no se retiró hasta que la metió en su cama, arropandola con las cobijas.

Mandira nunca olvidara la mirada de Adriano, ni tampoco la de Bruno.

El centro de San RemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora