Pov Taehyung.
De nuevo, recreo, mi escondite, cigarrillos.
¿Por qué sigo haciendo esto?
— ¡Taehyung! —gritaron.
De nuevo: Jeon, gritos, molestias.
Siempre la misma secuencia.
Creo que debo cambiar mi escondite secreto, pues ya no es tan secreto.
— ¿Puedes dejar eso? Llegaremos tarde.
— Relájate Jeon, el profesor demora quince minutos en llegar y lo sabes.
Soltó un poco de aire y me observo con atención. Más bien no a mi, sino al cigarro entre mis dedos. Y una sensación horrible se atoro en mi interior. Era la fina mezcla entre odiar que el pequeño genio probara algo tan tóxico y a la vez la intriga de saber qué tan sensual se vería entre sus labios.
— Dijiste que no te gustaba.
Me observó con el ceño torcido y no entendí por que esa mirada expresaba enojo.
— ¿Qué?
— La semana pasada, lo confesaste.
Miro el cilindro de tabaco entre mis dedos.
¿Por qué te molesta tanto Jeon?
— Y tú dijiste que harías mi tarea de matemáticas y no te veo haciéndola.
— Tampoco te veo a ti con mis trabajos de inglés.
— Se dice works, Works of English, Jeon.
El revoleo sus ojos.
Hubo silencio. Él se recostó sobre la pared mientras yo terminaba mi cigarrillo.
Nota mental uno: cambiar mi lugar secreto. Enserio, ¡cámbialo!
Nota mental dos: hacer recordatorio de la nota mental uno.
Me senté junto a Jeon. Flexione mis rodillas y cargue mi peso sobre ellas igual que él. Era un día soleado, el llevaba su camisa blanca como siempre y su cabello arreglado.
Era como arreglado pero sin esfuerzo.
Incluso en eso era perfecto: intentando no ser perfecto.
Había una ligera brisa, el viento soplaba moviendo cosas a su paso. Hojas, polvo, incluso las cenizas de mi cigarro.
El viento movió el perfume de Jeon y este aroma se impregno en mi nariz. Olía a limpio, olía dulce y fuerte. Como él. Incluso eso ¿Jeon? ¿Enserio? ¿Hasta esto es perfecto en ti?
Y tú ni siquiera lo sabes.
Me fastidias.
— Quizás sí debo relajarme un poco— rompió el silencio al fin.
— Hoy no es martes Jeon — el me observo sin entender — No es martes para tener ese rostro y esas poesías.
Tome la caja de cigarros y lleve nuevamente otro tubo de tabaco a mis labios.
— ¿Otro más? —pregunto curioso y sarcastico.
— Otro más, siempre son dos los jueves.
— Tus jueves son mis martes.
— Exacto.
Ambos nos quedamos en silencio.
Lo único que se oía era el viento zumbando en los árboles. Miré al cielo, las nubes se movían de manera hipnótica.