Capítulo 25

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Terquedad.

Luego de veinte minutos de insistir a Derek que olvidara el tema, sin lograr absolutamente nada, Stiles torció el gesto, presionando la gaza en su herida y observó con tristeza como el mayor se iba a sentar en la cama y se tapaba la cara mientras sus lagrimas surcaban sus mejillas, y pese a que ni siquiera se molestó en, al menos, ofrecerse en limpiarle la herida, el castaño le entendió que se comportaba así por la culpa y no quería ponerle una mano encima para no lastimarle.

Se pasó todo el rato diciéndole que él entendía que se debía a la luna llena, que sabía que jamás le haría daño con intensiones ocultas ni siquiera en chiste, pero sabía que en el estado en el que estaba no le iba a hacer entrar en razón. Entonces se apartó de él y sacó el maletín de primeros auxilios, para luego entrar al baño, dedicándole una fugaz mirada al lobo, quien agarró su móvil de mala forma.

Una vez en el baño pudo poner la mueca de dolor que tanto le urgía. Las garras de Derek tenían aproximadamente cuatro centímetros cada una y mientras tenían sexo, vio que las garras casi estaba clavadas por completas en su piel, por lo tanto eran profundas. Se sacó la gaza ensangrentada y chilló de dolor cuando le estiró la piel, haciendo que volviera a chorrear sangre.

Se mordió la lengua aguantando el dolor y se lavó las manos con abundante agua y jabón, lavó la herida con agua y el limpiador antiséptico correctamente. Luego secó al rededor de la herida con suavidad, aplicando a continuación crema antiséptica para eliminar gérmenes y bacterias. Apretando los dientes, intentando no quejarse, se cubrió la herida desinfectada con gaza sin apretar demasiado y sin mucha cinta de papel para poder cambiar el vendaje con frecuencia.

Luego de largos minutos intentando calmar los latidos de su corazón y que Derek no se sintiera peor de lo que ya estaba, salió cauteloso y con esperanza de que todavía siguiera allí. Pues sonrió de medio lado cuando lo vio en la misma posición, dejando el móvil nuevamente en el buró. Se vistió con algo cómodo y se acercó a la cama, pero Derek le miró a los ojos de una manera que jamás había visto.

- Vete a tu apartamento, Stiles. - le ordenó serio, haciendo que el humano le mirara extrañado. - Necesito estar solo, por favor. -

- Derek, yo no quiero que... -

- Stiles... por favor, vete. - insistió perdiendo la paciencia.

- No me quiero... -

- ¡Largo! - le gritó a todo pulmón, frunciendo el ceño y rompiendo las sabanas solo con sus dedos, que apretaban con fuerza.

Stiles sintió como si le hubieran tirado un jarro de agua fría, o como si el mismísimo Derek le hubiera abofeteado, pero sabiendo su condición, asintió con un puchero en sus labios mientras retrocedía y salió de la habitación casi corriendo. Llorando al fin cuando cerró la puerta del loft y se dejó caer sentado en el suelo, escondiendo el rostro entre sus rodillas, abrazando sus piernas.

No supo cuanto tiempo estuvo allí llorando, pero de pronto sintió que alguien se quedó parado al lado suyo y levantó la vista para encontrarse con Theo.

- Hey... ¿Qué haces aquí? - preguntó Stiles poniéndose de pie lo más rápido posible, secándose las lágrimas torpemente con el dorsal de sus manos, e intentando sonreír. 

Theo le colocó una mano sobre el hombro con preocupación y frunció el ceño. - ¿Qué sucedió? ¿Estás bien? - 

- Sí, sí. Yo... no te preocupes. No es nada. - farfulló con rastros de sollozos, esbozando una sonrisa forzada. 

Desconfiado, el rubio asintió. - Venía a devolverte tu libro. - comentó sacándolo de su mochila. - Es que hoy no se si iré al instituto y lo tienes que usar. - explicó siguiendo al castaño, quien tomó el libro y se encaminó hacia su loft.

No se lo digas a tu madre | Sterek |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora