Día 41

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El dolor en mi pierna no me permite dormir. De nuevo paso otra noche despierto por completo. Creo que me estoy volviendo loco. Debo hacer algo para solucionar esta situación. Hoy intentaré hablar con Marta. Intentaré explicarle que alguien me está tendiendo una trampa. Después necesitaré pensar en la forma de encontrarle y matarle.

Mientras estoy en la ducha, recuerdo al tipo al que rompí la cabeza contra la acera la pasada noche. Supongo que estará muerto. Espero que lo esté. Podría complicarme algo las cosas. Me vio la cara. Estoy seguro de que me podría reconocer. ¿Y si está vivo? ¿Y si testifica? Termino mi ducha. Cuido la herida de mi pierna. Salgo de casa. Me dirijo directamente hacia el quiosco. Debo buscar algo en los periódicos del día. Tengo que saber si ese hombre está vivo o no. Hoy tampoco está el hombre mayor que suele atender el quiosco. Vuelve a estar el muchacho joven. Me intereso por la salud del anciano. El chico joven me dice que está bien, pero algo mayor.

–Seguramente –dice– me tocará venir a mí bastante a menudo. La edad no perdona. Pero no se preocupe, si necesita cualquier cosa puede contar conmigo. Ya sabe: que le guarde periódicos o revistas de su interés...

El muchacho parece bastante agradable. Compro mi periódico y me alejo. Busco entre las páginas de la sección local. No hay ninguna referencia al suceso de la noche anterior. Era bastante tarde. Nuevamente la prensa escrita llega tarde a la noticia.

Camino hasta el metro. Vuelvo a estar rodeado de gente asquerosa en el andén. La misma imagen se repite día tras día. Algunas de las caras que veo me resultan bastante familiares. Otras caras son completamente nuevas. Realmente da igual que las caras sean nuevas o viejas. Sus comportamientos son exactamente iguales. Puedo ver cómo un tipo de mediana edad, vestido con un traje que no logra esconder su prominente barriga, no aparta la mirada del culo de la chica rubia y joven que hay justo delante de él. Casi puedo adivinar sus pensamientos ahora mismo. La está desnudando. Se la imagina a cuatro patas encima de su cama. Se la imagina desnuda esperando recibir sus brutales envestidas, gimiendo de dolor y de placer al mismo tiempo. Ella pidiendo que se lo haga más fuerte y él entrando en su cuerpo sin importarle nada, ni nadie.

De repente, mientras imagina esto, la imagen de su mujer aparece en la escena. Entonces puedo ver sus ojos repletos de desesperación. Lleva quince años casado y follando con la misma. Antes lo hacían todos los días. Al principio él se masturbaba en la ducha pensando en ella. La amaba. Ahora amaría a cualquier chica joven, guapa o fea, que estuviera dispuesta a dejarse follar. Reviso las caras de toda la gente que espera en ese andén. Todos son exactamente igual de desgraciados.

Por fin puedo llegar a la oficina. Puedo sentarme tranquilo, lejos del ajetreo del transporte público de esta mierda de ciudad. Lejos del agobio del metro. Cerca del agobio de mis compañeros de trabajo. Nada es perfecto. Enciendo mi ordenador y navego por la red. Busco noticias sobre el tipo de anoche. Por fin, en la sección local de un prestigioso periódico nacional, puedo ver la noticia. El tipo no ha muerto. Lo encontraron tirado en la acera de una madrileña calle, con el cráneo destrozado. Pero no está muerto. Su estado es de gravedad, continúa la noticia, pero los médicos son optimistas y creen que se recuperará. A pesar de estar divorciado, dice, la madre de su hijo no se ha separado de su lado ni un momento. Junto al texto aparece una foto de la mujer en una habitación de hospital. Observo la foto. No puedo creer lo que veo. Marta aparece allí, de pié, junto a la cama de aquel tipo.

Diario de un PsicópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora