La mayoría de los periódicos no llegaron a mostrar la noticia en sus ediciones impresas. No obstante, sus correspondientes versiones digitales comentan el asesinato de la camarera como algo horroroso. Terrible. Joder, lo ponen como si fuera el fin del mundo. Son unos patéticos inútiles. No tienen otra cosa con qué alarmarse y deciden hacerlo con tres muertos. En el mundo mueren al día muchas más personas. O quizá no. Quizá personas mueren pocas, o ninguna. Trozos de carne, mutaciones, engendros que jamás debieron salir del vientre de sus madres.
Llego al trabajo pronto. Tengo muchas tareas acumuladas y mi estúpido jefe no deja de molestar mis oídos con su asquerosa voz. Intento concentrarme, pero no dejo de escuchar a la gente hablar. Hablan y hablan. Gritan. Comentan. Todos están aterrorizados. Tres tipos a los que creo que jamás había visto hasta hoy se acercan a la mesa de mi compañero. Miran las fotos de prensa de la camarera degollada. Qué horror, masculla alguno. ¿Cómo puede alguien hacer algo así?, dice un capullo con camisa y corbata. Mamón. Tu madre hizo algo peor. Te parió.
Los miro. Ellos me involucran en su conversación. Como si me importara. Yo también pongo cara de preocupación. Sí, es para estar asustado, digo con toda la sinceridad que puedo. Ellos se lo tragan. Me creen. Además piensan que estoy dolido aún por lo de Lorena. Esta muerte destapa en mí una herida profunda, oigo decir a un gilipollas con voz ceremoniosa. Idiotas. Alguno se acerca a mí y me dice que el hijo de puta que está haciendo eso debería morir ahorcado. Es posible, respondo. Ciertamente podría ser. Yo debería morir ahorcado y ellos deberían morir quemados en un gran incendio, lentamente, dolorosamente. Pero la vida es injusta. Yo no muero ahorcado. Ellos mueren degollados. Qué putada.
A media tarde recibo una llamada. El inspector de policía del caso de Lorena. Me saluda afectuosamente a través del teléfono. Se preocupa por mí. Me pregunta por mi estado anímico. Mejor, contesto. Le digo que lo de la camarera ha sido una pena y ha destapado en mí una herida profunda. Mientras lo digo sonrío y pienso en el capullo al que se lo escuché esta mañana. Me dan ganas de reír, pero no es el momento. Quiere quedar conmigo mañana, para charlar. En la comisaría. No hay problema, respondo. Yo también quiero ayudar a detener a ese tipo, digo. Cuelgo. Este tipo es listo. Me cae bien. Ese tipo se gana mi afecto, cada día más.
Después de trabajar voy al gimnasio. Paso dos horas seguidas haciendo ejercicio. Necesito relajarme bien. Esta noche dormiré como un bebé. Mañana me espera un día divertido.
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Diario de un Psicópata
Misteri / ThrillerUna pequeña trama de un psicopata para lograr un mundo mejor