Un príncipe de negros cabellos, ojeras marcadas y delgado cuerpo se allába sin nada que hacer, su madre le había dicho que jugará por los grandes jardines o que llamara algún otro príncipe pero el chico solamente no estaba de humor
Vio llegar el auto de su padre, de ahí bajo un chico rubio y alto junto al rey
El ojeroso quedó casi en shock, ya que el chico lo miró y rápidamente desvío la mirada, hizo un pequeño puchero y corrió hasta entrar al palacio desde la puerta trasera
Su madre lo estaba buscando, se dirigió hasta el trono de la misma y la saludo con una pequeña reverencia, miro hacia enfrente y estaba el rubio arrodillado en el suelo
— oye, no debes arrodillarte, a mis padres no les importa —comento el de azabaches cabellos y se acercó hasta el rubio, el cual lo miraba sorprendido— anda, levántate —rio suave y entonces vio como el rubio miraba al rey—
— campeón, ven aquí —llamo el rey a su precioso hijo, el cual se acercó rápidamente—
— ¿Que es lo que pasa, padre? Te ves más serio de lo normal —miro a su padre y este solo negó—
—no te acerques a ese criminal, el ha robado... —el rey no pudo terminar ya que el rubio se levantó rápidamente—
— Su majestad! Le juro que no eh robado nada! Soy inocente! —grito al borde de las lágrimas—
— ¡Silencio! ¡Todos te vieron con las monedas de oro, no vengas a mentir! —el rey se levantó exaltado y grito— ¡Llevadlo al calabozo!
— Padre... —susurro el azabache y vio como un par de los rusos guardias se llevaban al chico rubio—
Esa misma noche (3:45 a.m)
El pequeño Huang salió de su habitación con mucho cuidado, pasó al lado de la habitación de sus padres y vio a ambos dormidos, su padre roncando y su madre acurrucada
Corrió a la cocina, no había nadie, sonrió y saco unas cuantas provisiones, pan fresco, agua heladita, fruta, queso y varios dulces
Guardo todo en un pequeño bolso y corrió hasta los fríos calabozos, sintió un par de sollozos y gruñidos
Cuando llego al calabozo desde donde se sentían aquellos sonidos, vio al rubio con los brazos cruzados sobre sus rodillas y su cabeza sobre las mismas
— ¡Hey! Rubiecito... —murmuro, el rubio levantó la mirada, sus ojos rojos e hinchados por estar llorando y sus labios rojos, el príncipe le dedicó una tierna sonrisa y el mayor se acercó hasta el, sujetando las gruesas barras de metal—
— Su majestad, ¿Que es lo que hace aquí?, Valla a su habitación, no quiero que se meta en problemas —rogo el chico de voz cortada—
— tranquilo, te eh traído comida ¡Mira! —sonrió ansioso, saco las llaves de su bolsillo y abrió las rejas, se metió dentro del mismo y volvió a cerrar— te eh traído pan, queso, dulces, agua, frutas, y más —se quito el bolso de su espalda y lo abrió mostrando los alimentos—
— m-majestad... —quedo sorprendido, miro al pequeño chico y este le sonrió tierno—
— ¡Te traje de mis dulces favoritos! ¡Anda come! —le ánimo, el rubio solo negó—.....¿N-no comerás?.... —tartamudeó y se entristeció—
— P-príncipe... —el rubio sintió una opresión en el pecho al ver al pequeño bajar la mirada, de inmediato tragó saliva y sonrió— ¡Si, si comeré! —afirmo y de pronto, de un segundo a otro sintió al pequeño azabache sobre sus brazos, se sonrojo rápidamente y sostuvo la estrecha cadera del menor—
— ¡Espero que te gusten los dulces! ¡Nadie ha comido de ellos, son de Canadá, mi padre los trae solo para mi! Me iré a dormir antes de que me descubran, mañana vendré a verte —beso la mejilla del rubio, se separó de él, cerró las rejas y se fue corriendo—
— yo si eh comido de estos dulces... —miro los sencillos dulces, sonrió tierno ante el recuerdo del abrazo y el pequeño beso en la mejilla, el príncipe tan solo tenía 15 años y para su edad se veía aún más pequeño, mordío su labio inferior y soltó una pequeña risa— entonces mañana nos vemos, majestad —susurro y comió—
A la mañana siguiente
El alegre príncipe se levantó de buen humor, miro su reloj y se alegró de haber despertado tan temprano
Se levantó aún con su pijama y salió corriendo de su habitación, en el camino abrazo a una anciana sirvienta del Palacio
— ¡Nani! ¡Estoy tan feliz! —sujeto las manos de la anciana y dió un par de vueltas con ella para luego soltarla suavemente y seguir corriendo—
— al parecer el príncipe conoció a alguien de su agrado —río suave la sirvienta y se fue hacer sus deberes—