CAPÍTULO 2.

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- Cariño despierta.- Mi madre me despertó sentada sobre mi cama dándome ligeramente con la mano sobre mi espalda. Hoy mis padres se limitarían a contarme lo que no me querían decir ayer. En parte estaba entusiasmada de saber de una vez por todas de que se trataba aquello, pero por otro lado, mi mente me decía que no iba a ser algo que me gustara escuchar, no me iba a agradar.

Asentí con la cabeza y abriendo mis ojos poco a poco para que se acostumbraran a la luz que se encontraba en mi habitación. Cuando los abrí y por fin vi todo con claridad, me di cuenta de que Moira no se encontraba allí, estaría trabajando.

Mi madre salió de mi cuarto y en cuanto lo hizo me despegué de las sabanas. Me fui al único baño de la casa, ya os decía que no era muy grande la casa, y me peiné un poco para no bajar hecha un desastre. Se que hay confianza, pero las pintas son las pintas...

En cuanto me cepillé el pelo bajé las escaleras y allí estaban, mi padre y mi madre. Mi padre estaba sentado en la mesa, sostenía en una mano una taza de lo que supuse que era café y en la otra un periódico. Estaba vestido porque en poco tiempo se iría a trabajar, mientras que mi madre iba en pijama, ella al contrario que mi padre entraba más tarde. Yo en cambio ese día no trabajaba, los jueves los tenía libres siempre.

Me acerqué a la mesa donde se encontraban ellos y le di un beso a mi padre y otro a mi madre seguido de un "buenos días". Ellos me sonrieron y mi padre me hizo un gesto con la cabeza indicando que me sentara en la silla que esta a su lado. Me senté y mi madre me sirvió un zumo de pomelo, si, un zumo de pomelo. Odiaba la naranja y la leche me sentaba fatal. Segundos después puso un plato sobre la mesa, eran tostadas. Mi madre sacó de la nevera la mantequilla y la mermelada y del armario el aceite y la sal. Yo me las comía siempre de mantequilla y mermelada de fresa, ¡qué ricas!

Empecé a untar en mi tostada y oí una tos por parte de mi padre. Sabía que no se debía a que estuviera malo de la garganta, el quería con "eso" decirle algo a mi madre. Ella parece que captó el mensaje de mi padre por lo que dijo:

- Emm si...Escúchame Zelda, quiero que sepas que esto no es cosa nuestra, pero aún así es por tu bien...- Me estaba esperando lo peor.-

- Mamá...- le incité a seguir y a que no se parara cada dos por tres. Dejó de untar su tostada y me miró.

- El baile Zelda, el baile...-

- ¿Qué? - No entendía lo que me estaba diciendo.

- Cada tres años se hace "El baile", el último fue hace tres años ya. Y ya sabes que es obligatorio que todas las chicas entre 16 y 17 años se tienen que apuntar, pero nunca pensamos que podías salir elegida...Pero hace una semana nos llegó una notificación en la que salía que te habían admitido. Podrías intentar tener un futuro mejor...- no podía creer lo que estaba escuchando, mi cara hablaba por si sola, lo pude notar por como empezó a mirarme mi madre...- Zelda...- Continuó.

- ¡¿Qúe?! Mamá...- Empecé a ponerme de los nervios, no podía ser verdad todo esto...

- Cariño...¿nosotros que íbamos a saber? la posibilidad de que te tocase era remota.-

- Mamá, no tenía ni idea de que habían pasado ya los tres años, además, podrías habérmelo dicho, eso es lo que me molesta. Me tengo que enterar de las cosas en el último momento...Que si, me molesta haber salido elegida porque yo odio eso, sabes que no me gusta nada. Pero que no seas capaz de contármelo...eso me duele mamá.

- Zelda...- Hizo un amago de cogerme la mano, pero la aparté.

- No quiero ir mamá...- Sollocé. La idea de pensar en estar en otro sitio que no sea mi casa, mi pueblo, mi hogar... Me aterraba.

El baileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora