CAPÍTULO 3.

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El primero vestido que vi era de gala. Tenía la parte del pecho en forma de corazón y de color negro, por arriba de la cintura había una costura en color rosa y negro, y luego ya la parte de abajo, era un tanto pomposa y rosa.

El segundo vestido que vi también se trataba de gala, pero este tenía colores y texturas diferentes al otro. Era de seda y azul, la parte de arriba tenia unas pequeñas joyas y diamantes y estos hacían a la vez de cinturón para el vestido, la falda del vestido era larga y lisa.

Vi muchísimos más vestidos de gala en una misma caja y fui a abrir la segunda caja, eran los vestidos de cóctel.

Cogí un vestido corto, me llegaría cinco-seis dedos por debajo del culo, con la falda pomposa y de color rojo, la parte del pecho era en forma de corazón y tenía como un cinturón de diamantes.

El segundo que cogí era rosa, tenía la parte de arriba separada de la falda, también era corto. La parte del pecho era un top sin mangas rosa y con brillantitos y la falda rosa.

Ya en el resto de cajas había solamente atuendos normales y calzado para el día a día, pero con un toque de elegancia a la vez y tacones. Era mi sueño, tener todos aquellos vestidos, pantalones, camisetas, blusas...etc. ¡Era alucinante! Creo que era lo único bueno que le había sacado a todo esto. Mi madre a mi lado esta flipando como yo.

- Es increíble Zelda, todo esto es...- Comenzó a decir.

- Perfecto.- Susurré. Me encantaba la idea de que toda esta ropa luego me perteneciera a mi y no tuviese que devolverla.

- Mira este que bonito.- Señaló un vestido azul claro.

- Todos, todos son preciosos...- Dije mirando las cajas que me rodeaban.

Una vez que me subí a mi habitación mi madre se fue a trabajar. Estuve desde las 10:30 hasta las 14:30 doblando la ropa encima de mi cama y me di cuenta de que también habían dos bikinis ¿acaso había ahí una piscina?

Cogí unas cuatro maletas para meter toda la ropa y calzado que me habían regalado. Cuando por fin acabé de hacer las maletas me tumbe encima de mi cama y suspiré, me incorporé y miré mi armario abierto. En una de las perchas estaba colgado un vestido que me regaló mi madre a los 15 años, era mi vestido favorito y lo seguirá siendo por siempre. Me acerqué para sacarlo de la percha, me lo acerqué a mi cuerpo simulando que lo llevaba puesto y me miré en el espejo que había en mi habitación. Es precioso. Quería meterlo en la maleta pero me acordé de que en la carta ponía que no podíamos llevar nada nuestro, solo la ropa y el calzado que nos habían dado.

Pero no creo que pase nada si meto un vestido mio...¿no?

Estaba dudando, pero al final lo metí. Ese vestido era perfecto, tenía que estar en aquella maleta.

Después de varias horas pensando en mis cosas, llegó la hora de comer. Tenía mucha hambre, había sido una mañana llena de emociones y muy agitada. Bajé las escaleras y vi que mi madre ya estaba sirviendo los platos, llamé a Gala y a Nadia para que bajasen a comer y en menos de dos minutos las tenía plantadas enfrente. Se sentaron en su sitio y al rato llegó mi hermana de trabajar. Mi padre no comía en casa, su trabajo le retenía al medio día.

Mi madre se sentó presidiendo la mesa y yo a su lado, Moira a mi otro lado y las mellizas enfrente nuestra. Empezamos a comer en silencio hasta que yo rompí el hielo.

- Mamá, ¿qué tal el trabajo?- Le pregunté aunque sea para hablar de algo.

- Bien, lo de siempre.- mi madre trabajaba en una frutería.

- ¿Y tú Moira?- le pregunté esta vez a mi hermana.

- Igual que mamá- dijo, pero continuó diciendo- Mamá, ¿se lo has dicho ya? Porque por lo que veo parece que no sabe nada, se le ve tan...tan normal.- Vale eso no me lo esperaba.

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