C
hars miró la hora, apenas eran la cinco de la mañana. Faltaba mucho para empezar sus labores y ahí estaba. Despierto mirando las fotografías pegadas en su cama y en todas aparecía su hija. Había tenido una pesadilla; una donde su hija era arrebatada de sus brazos, una pesadilla que lo había despertado y le había hecho sentir mucho miedo, que incluso lo hizo llorar.
Había sufrido tanto para tenerla a su lado, ¿por qué ahora venir por ella? ¿Por qué ahora cuando ambos eran felices? ¿Por qué no cuando Aurora enfermó? ¿Por qué no cuando él debía ir dejando a su hija al jardín de niños, luego a la universidad y finalmente en el trabajo? ¿Por qué no apareció cuando él la necesitó tanto?
Chars volvió a cerrar los ojos, fundiéndose en recuerdos. Estos hicieron que su corazón volviera a latir con ímpetu, en tanto volvía a caer en el pozo del pasado.
La canción de Michael Bublé sonó, Chars abrió los ojos de golpe y lanzar una maldición. ¡Era lunes y Aurora debía ir a clases! Se puso de pie, se vistió con unos pantalones de algodón, sacó el uniforme de su hija y lo colocó en la cama junto con los zapatos negros lustrados. Se apresuró a ir por ella, aunque parecía inútil porque trataba de removerla y ella se aferraba más a las sábanas.
―Cariño, despierta o llegaremos tarde ―murmuró tirando de la sábana y ella seguía durmiendo―. Aurora, vamos. Amor, levántate u hoy no te dejaré ver caricaturas.
Y como por arte de magia, la pequeña abrió los ojos, arrugó su bonita nariz pecosa, se sentó y talló sus ojos. Chars sonrió embobado, inclinándose, besó su frente y acarició su cabello.
―Vamos para que te bañes y en el camino desayunamos algo ―señaló, tomando su mano para llevarla al baño. Aurora aún seguía más dormida que despierta y a él le hizo gracia ver cómo se chocaba con todo y refunfuñaba―. Ven aquí, cariño.
La niña se acercó mientras él tomaba una liga y le hacía una coleta para después ponerle una bolsa y amarrarla bien, así ella no se mojaba el cabello. Chars salió de la habitación y de inmediato volvió con una olla donde había calentado agua para su hija, la dejó cerca y la ayudó a quitarse la ropa.
―Báñate bien, amor. Cuando estés lista me gritas para ayudarte a salir, ¿bien? ―Ella asintió y el rubio salió del pequeño baño girándose para encontrarse con su cama y de frente a una pequeña cocina. Había alquilado una habitación más grande pero igual de barata, así le alcanzaba el dinero. Era una división un poco más grande y tenía dos compartimientos, de esa forma Aurora podía dormir sola y él estudiar hasta la madrugada sin que la luz o las velas molestaran a su niña. Se cambió con rapidez y se puso la camisa blanca y la corbata, tomó el chaleco y lo abotonó mientras alistaba fruta en la mochila celeste de su hija.
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EL CAFÉ SE ENFRIÓ ( DISPONIBLE EN AMAZON)
RomanceCuando eres joven quieres comerte el mundo de un solo bocado, quieres experimentar y conocer los placeres de la vida. Besas, haces el amor y tomas su mano, como si de ello dependiera la vida. En su mirada encuentras las respuestas de tu existir y es...