Capítulo treinta y seis: Una taza de café para este frío corazón

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Y con esa canción se empezó todo, con esa canción inició "El café se enfrió" 

Y con esa canción se empezó todo, con esa canción inició "El café se enfrió" 

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C

uentos para Aurora sería presentado en la librería del centro de Piura, Chocolate entre líneas, la cual daría su espacio dentro de una semana para que Charles lo exhibiera. Se daba ese encuentro para que los lectores lo conocieran y escucharan cómo nació la idea. Sin embargo, ese día era la subasta para recaudar fondos para la Asociación Nuevo Comienzo, y así ellos pudieran ayudar a todas esas niñas, habían luchado por esa causa.

Hace un año, Alex había organizado un proyecto de literatura y se encontraba sobre ruedas, había recorrido la costa y la selva, habían incentivado a que se unieran los colegios nacionales y cada mes se hacía un concurso de creación de cuentos y otros géneros. ¿Ahora su país era mejor? Sí, y aunque aún había delincuencia, todavía había mujeres muriendo en manos de sus esposos, una pequeña parte del país estaba siendo feliz. Poco a poco cambiaba, ¿quién dice que la lectura no cambia la sociedad?

Y eso, más que nadie, Charles lo sabía.

El rubio pasó sus manos por el cinturón de sus pantalones azules, lo aseguró y luego se sentó poniéndose los zapatos negros con cuidado, cuando estuvo listo regresó al espejo y se puso el chaleco, sin dejar de ver su reflejo. Parecía que había rejuvenecido, estaba lleno de brillo, uno propio. Por último, se puso el saco y dejó caer los lentes en el puente de su nariz, guardó su celular, las llaves y bajó las escaleras. Una sonrisa le nació al escuchar el grito de su pequeña.

Se encontró con su hija, Aurora llevaba un vestido color vino, el cabello suelto y los ojos brillosos. Se quedó de pie observándola y solo pudo sentir su corazón hacerse pequeño, al verla crecer feliz y ser parte de esa felicidad.

―Papá, debemos irnos. Tío Paul ha estado llamando. ―Aurora tomó la chaqueta y Charles la detuvo, la atrajo a su pecho y beso su frente con dulzura.

―Estás hermosa ―dijo y su hija se echó a reír desviando la mirada.

―Para ti, siempre me veo hermosa, eh.

―No lo digo porque soy tu padre, realmente eres muy linda.

―Vamos, señor. Se nos hace tarde. ―Aurora tiró de su padre y Charles la siguió. Echó llave a la puerta, se dirigió hacia el carro abriendo la puerta del copiloto para que su hija entrara, agradeció y se acomodó mientras su padre rodeaba el auto para subirse.

EL CAFÉ SE ENFRIÓ ( DISPONIBLE EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora