Capítulo veintiocho: Lo siento

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F

rank Sinatra sonaba en los altavoces del piso superior, Charles dejó a un lado le maletín y sonrió cuando Diana levantó el dedo incitándolo a que subiera. El escritor ascendió las escaleras con cuidado, y a medida que avanzaba se iba escuchando con mayor potencia la voz de aquel hombre que adoraba.

Fly me to the moon se volvió a repetir, rio entre dientes al recostarse en el marco de la puerta de la biblioteca, detallando la habitación. Estaba bien iluminada y pintada de blanco, las paredes estaban adornadas de cuadros de naturaleza y uno de Artemis que le había gustado, aunque el pintor decía que era uno de sus peores. Ajustó las gafas en el puente de su nariz y observó a su pequeña princesa llevar el cabello recogido y un jean desgastado, a su lado Artemis con la camisa blanca remangada y los antebrazos pintados no solo de acrílico, sino también de tinta negra.

Me gusta el color del rostro señaló el pintor con la voz ronca y distante. Aurora esbozó una sonrisa bajando la mirada hacia su paleta de madera, que ahora estaba llena de colores.

He usado verde cadmio y violeta quinacridona señaló la niña sosteniendo con la otra mano el pincel. Se inclinó pasando el pincel por el rostro del tipo, adquiriendo un tono de piel rojizo, aquel tono para la mitad del rostro, mientras que la otra era blanca. También he agregado en la parte del cuello ese color y el negro.

¿Cómo lo has hecho? Chars negó divertido viendo como el pintor veía el cuadro de Aurora con recelo, satisfecho y un ápice de sorpresa.

Rojo cadmio, verde cadmio y un poquito de amarillo, ya que éste ayuda a que se vaya el tono morado que sale explicó arrugando su ceño. Chars admiraba el arte, mucho, pero de pintar no sabía nada. Era un inútil. Luego le agregué azul cerúleo. Me gusta ese negro, ya que es diferente al cabello.

No me gusta el ojo, Aurora. El pintor tomó uno de los pinceles secos de la caja marrón, por lo que su hija se hizo a un lado y Artemis pasó con delicadeza el pincel por el ojo, bajando la ceja un poco y agregando por último dos pequeños puntos blancos. ¿Naranja?

La niña le tendió la paleta y él pasó el pincel por la mancha que había pedido, luego se inclinó e hizo un roce en el ojo. Tomó a Aurora del brazo y la alejó, ambos admiraron el cuadro y Artemis siguió haciendo correcciones. En vez de que Aurora se sintiera mal, respondía que lo entendía.

EL CAFÉ SE ENFRIÓ ( DISPONIBLE EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora