Capítulo cuatro: El príncipe herido

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Ale 4:20 pm.

Lamento haber cancelado nuestra salida, amor. El trabajo me llevó más horas de lo planeado.

Chars 4:23 pm.

No hay problema, muñeca. Cuídate. Te quiero.

Él soltó el aire contenido y guardó la comida que había preparado para el almuerzo con Ale. Lo mismo hizo con el vino y terminó tomándose la copa que se había servido. Tiró de la corbata gris y desabrochó la camisa blanca para después subir las escaleras hacia su habitación y despojarse de su ropa. Se recostó en la cama y sonrió viendo las fotografías alrededor de su habitación, todas donde estaba con su hija, desde que llegó a su vida hasta ahora. Se inclinó tomando la fotografía del primer año de su hija, el mismo donde toda su familia lo había ayudado, el mismo donde se estaba agotando y perdiendo la fuerza para seguir luchando por ella.

Tomó con cuidado una de las fotos en particular, admiró el rostro rojo de su hija y sus ojos cansados, pero con una sonrisa que brillaba como el mismo sol de ese día. Podía recordar los intensos días soleados de esa temporada, no podías salir a la calle sin volver de mal humor. Sin embargo, todo mal humor se iba cuando estaba cerca de su hija, ni los días que eran tan cansados de esa época, ni las peleas podían opacar sus minutos con su nenita.

Charles sonrió cuando las manitos de su hija se aferraron en su camisa blanca, apenas estaban saliendo sus primeros dientecitos, más ella estaba encantada de regalar sonrisas y cautivar a todo aquel que la mirara. Ella era una coqueta. Él, como todos, cayó a sus pies y terminó besando su frente, ganándose una mueca y un chillido de parte de ella. Envolvió su mano alrededor de su pequeño cuerpo y la atrajo a su pecho empezando a moverse por la habitación para calmar su llanto y que su madre no entrara molesta. Cuando le molestaba algo, Aurora se ponía caprichosa y solo él podía calmar su malestar, cantándole o simplemente besando sus mejillas.

Un año. Aurora había cumplido un año y toda su familia había puesto pequeñas cosas para que se pudiera celebrar, a pesar de que él estaba pasando por una situación económica lamentable. Trabajar en el mercado no le dejaba dinero en su bolsillo. Aurora necesitaba medicina: cuidados, ropa, pañales y leche, ¿de dónde debía sacar ese dinero diario? Agregándole a eso, tuvo que vender su computadora para poder pagar unas medicinas que ella necesitaba, y más cuando ese año regresaría a la universidad. Su familia no sabía nada y era mejor así, él debía hacerse un hombre de bien para su hija.

―Ya, amor. Ya no llores ―susurró bajo pasando sus labios por su frente, la rodeó y la volvió a pegar a su pecho, hasta que poco a poco se fue calmando su llanto y luego se convirtió en un balbuceo travieso. La separó de su pecho encontrándose con aquellos ojitos claros, se inclinó besando su frente y después la dejó en la carriola que había pertenecido a una prima suya y que ella se la había obsequiado tan pronto se enteraron de que él era padre.

EL CAFÉ SE ENFRIÓ ( DISPONIBLE EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora