Capítulo 4

4.6K 254 20
                                    

-Tiene que haber alguna manera... -susurraba mientras andaba de un lado a otro.

Desde que le he había dicho que Carol seguía empeñada en que me casara con Bastian, no me ha mirado.

Sé que no puede hacerlo.

-Yo quiero estar contigo Alec, pero no puedo dejar a mi padre, no puedo ignorarlo cuando necesita mi ayuda, y necesita dinero.

-Ya te he dicho que podemos trabajar, habrá algo que podamos hacer...

-No lo sé Alec... Necesitan el dinero lo antes posible, y de aquí a que podamos reunir esa cantidad... Podemos tardar años...

-Parece que sí quieres casarte, sólo me das respuestas negativas... -dijo cerrando los ojos y los puños.

-No es eso Alec, no quiero casarme, quiero estar contigo...

-¿Y si les decimos a tus padres de una vez que estamos juntos?

Lo miré sorprendida.

-¿Crees que servirá de algo? -lo miro.

Él se acerca a mi.

-Puede que si saben que estamos juntos se replanteen la decisión de obligarte a casarte... -hizo una pausa- tenemos que intentarlo.

Asentí.

-¿Te parece bien que se lo diga yo, y según la reacción que tengan vienes tú?

-Como quieras... -me miró- ¿Vas a ir ya?

Niego.

-He venido porque sabía que estarías aquí, y quiero estar contigo, además no quiero volver a casa.

Él asintió y se acercó a mí, abrazándome.

Yo apoyé la cabeza en su pecho y cerré los ojos, aspiré su aroma.

Me encantaba como olía, este olor era como mi droga.

Me relajaba al instante.

Puede que sea porque es su olor.

Nos tumbamos, y nos pusimos en la misma posición.

Él me acariciaba el pelo, sabía que me encantaba y me relajaba hasta tal punto de quedarme dormida.

Podría quedarme así eternamente.

Con él.

Cada vez que estoy con él soy un mar de nervios.

Siempre estoy nerviosa de verlo, tanto que no puedo dejar de sonreír. Y mejor no hablar del huracán que me hace sentir en mi interior.

Abro los ojos ya que me estaba quedando dormida, y no quería eso.

Al abrirlos me encuentro a Alec mirándome.

Sonrio.

Creo que me he sonrojado un poco, por muchas veces que lo hiciera, siempre me daba un poco de vergüenza que se me quedase mirando tanto.

Él pasó la llema de sus dedos por mis mejillas, llevándolos hasta mis labios, los cuales dibujaba su forma una y otra vez.

Lo miré a los ojos.

Me gustaba ver su cara de concentración.

-Deja de mirarme así. -susurró sin mirarme.

-¿Por qué? ¿Tú eres el único que se puede quedar mirándome por horas?

-Exactamente, lo has pillado. -dejó escapar una pequeña risa de sus labios.

Sonreí.

A lo que él me dió unos golpes suaves en los labios, indicando que dejara de sonreir.

Eres mía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora