Capítulo IX

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     Sheryl me despierta con un fuerte almohadazo. Caigo de la cama y ella suelta una carcajada cruel.

     — ¡Arriba, Cobby!  —me dice—. ¡Levanta ese trasero!

     ¿Qué tiene Sheryl con mi trasero?

     Me pongo de pie y siento una extraña calidez en la parte baja de mi espalda. Por el rabillo del ojo veo a Flareon impulsándome para conseguir ponerme de pie. Le agradezco con una sonrisa y él me la devuelve. ¿O es ella?

     — ¡Con que ahí estabas!

     James entra de improviso a la habitación. De repente me siento muy apenada por no estar usando sostén debajo de mi pijama de algodón. Siento enrojecer mis mejillas cuando él se acerca a Flareon. ¡James está demasiado cerca! ¡Demasiado cerca! Cubro mi busto con ambos brazos y el sonrojo se hace más evidente.

     —Creí que te habías perdido, o algo peor —dice James, Flareon lo mira fijamente—. ¿Cómo saliste de tu Pokebola?

     —Los otros Dioses Legendarios también pueden liberarse entre sí —explica Flareon con solemnidad—. Diamond me ha liberado para poder estirar las piernas un momento.

     —Ya veo… —comenta James aliviado.

     —Creo que a Flareon no le gusta estar dentro de la Pokebola —le digo a James con voz trémula, ni siquiera me atrevo a mirarlo de frente—. ¿Crees que podrías liberarlo permanentemente?

     — ¿Estás loca?  —Reclama Sheryl—. La Elite podría secuestrarlo o algo así.

     Tiene razón pero yo no puedo evitar sentir lástima por Flareon. En especial por la mirada suplicante que me lanza Flareon.

     —Tienen razón —acepto a regañadientes—. Supongo que es mejor que Flareon permanezca…

     —Propongo algo —interviene Diamond—. Flareon podrá salir para estirar las piernas cada tanto, de esa manera no tendrá que permanecer encerrada siempre.

     —Suena razonable —dice James despreocupado.

     — ¿Te parece bien, Flareon?  —le pregunto.

     —Me parece un buen plan —dice Flareon y esboza una sonrisa.

     Sigo insistiendo que Flareon no puede ser un Pokemon malvado y anarquista. ¡Es tan tierno!

   

     Desayunamos lo que pedimos en el room service: perros calientes, hamburguesas y tres tipos distintos de cereales azucarados. ¡Fue delicioso! Pero ya tenemos que continuar.

     Repartimos el equipaje en cuatro mochilas, una para cada uno, donde dejamos los artículos que Skyler nos proporcionó y los repartimos en partes iguales. En caso de separarnos, cosa que espero nunca ocurra, ninguno de nosotros estará desprotegido. Elegimos ropa cómoda para realizar la expedición. Ya que nuestro destino es una gigantesca torre, no necesitaremos un mapa. De cualquier forma, me sentiría más segura si lo tuviéramos.

     Flareon volvió a su Pokebola y Diamond, como siempre, subió a mi cabeza. Ni bien salimos de la suite, nos encontramos con Julie. O Jay. O como se llame.

     —Síganme —nos dice sin siquiera saludarnos y echamos a caminar por el pasillo.

     Creo que quiere evitar que me lance al heroísmo como en las Islas Malvinas. Prefiere encaminarnos a los cuatro para así no tener que dar demasiadas explicaciones… ¿Cierto? ¿Es así? Esto es tan complicado…

     —Tienen que saber que no volverán a ver a Skyler —nos dice cuando entramos al ascensor.

     Mi mundo se derrumba. ¿Qué le han hecho a Skyler?

     — ¿Qué le hiciste a Skyler?  —le pregunto.

     —Skyler ya no forma parte del proyecto en el que ustedes están trabajando —responde Julie—. Lo mejor para ustedes será que dejen de preocuparse por ella y se concentren en su misión.

     Lo tomaré como una amenaza. ¿Qué diablos le han hecho a Julie?

     —En especial tú, Cobby —dice y ni siquiera me mira—. Si quieres volver a ver a tu madre, más vale que completes la misión que te encomendó el Jefe.

     No…

     No puede ser…

     La desesperación y la tristeza se apoderan de mí.

     Mi madre… ¿La utilizarán para manipularme?

Pokemon II: El Templo de LucarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora