Capítulo VIII

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     Es una de esas noches en las que simplemente no puedo dormir. A pesar de que se está bastante cómodo entre los brazos de Perla, el calor de ésta noche me sofoca y necesito aire fresco. Así que consigo levantarme y ella se hace un ovillo sin inmutarse. ¿Cómo puede dormir así? Bien podría entrar alguien de la Elite a matarla y no se daría cuenta.

     A decir verdad, la envidio…

     Es demasiado inocente. Evidentemente no tiene idea de la gravedad del asunto. Si la tuviera, si supiera en qué se ha involucrado, quizá no estaría durmiendo tan plácidamente...

     Aunque está haciendo un calor infernal, me acerco a la sábana blanca que le cubre hasta la cintura y la tomo con los dientes para levantarla y cubrirle los hombros. Lo que menos necesitamos ahora es que pesque un resfriado. Ella se remueve en la cama.

     —Mamá…

     Brota una lágrima de sus ojos. En realidad debe extrañar a su familia…

     —La verás pronto, Perla —le susurro al oído—. Te lo prometo.

     Suelta una lágrima más y me destroza el corazón.

     Bajo de un salto de la cama y paso sobre los pies de Sheryl Crown. Ella también está descubierta y duerme en ropa interior… Debe ser por eso que la puerta del dormitorio de los muchachos permaneció abierta…

     Nunca entenderé a los humanos.

     Entro a la habitación de James y Onyx en silencio y doy un salto para subir a la cama de James. Su chaqueta aún está sobre las sábanas. Me sobresalto cuando escucho los ronquidos de Onyx. Malditos humanos ruidosos... Con una pata consigo sacar la Pokebola de Flareon del bolsillo interno donde estaba guardada y la tomo en el hocico para salir con ella a la terraza.

     Hace un calor infernal dentro pero afuera está soplando un aire fresco y delicioso. El cielo está limpio y lleno de esas cosas brillantes… Las estrellas…

     Dejo la Pokebola de Flareon sobre una silla de playa.

     —Sal, Flareon.

     Hay una pequeña explosión. Unas cuantas chispas queman las hojas de una planta ornamental. Flareon se estira y gira el cuello un par de veces.

     —No entiendo cómo nuestros hermanos y hermanas soportan estar dentro de esas esferas —me dice—. Gracias por liberarme.

     —Cuando quieras —le digo distraídamente—. No es que me importe que estés cómoda ni nada parecido…

     —Si fueras un humano, ya tendrías las mejillas rojas —sonríe Flareon—. Nunca has sido un buen mentiroso, Diamond.

     —Bien, bien —le respondo—. Sólo estaba aburrido… ¿Y cómo estás? ¿Cómo te sientes?

     Flareon suelta una risilla. Estar junto a ella me hace sentir mucho más calor.

     —Me siento diferente —responde—. ¿Sabes lo que está pasando?

     — ¿De qué hablas?

     — ¿Qué estaba haciendo esa humana…?

     —Esa humana se llama Perla.

     No es que me importe ni nada parecido…

     —Como sea —se queja Flareon—. ¿Qué estaba haciendo ella en mi escondite?

     —La están manipulando, igual que a los otros —le respondo.

     —Pues esa chica no es como los otros…

     Tiene razón.

     Los otros elegidos para capturarnos murieron o sólo les interesaba el dinero que la Elite fuera a pagarles por ponerse en riesgo de esa manera. Y aún así, a pesar del dinero, Perla es… es…

     —La defendiste.

     —Sí y no sé porqué lo hice…

     En realidad, no lo sé. No es más que mi Entrenadora y a los Legendarios no nos gusta tener Entrenadores… A ningún Pokemon, en realidad…

     — ¿Ella te importa?

     —Claro que no, no seas ridícula —le reclamo alzando la voz.

     Flareon únicamente ríe.

     —Espero que Lucario sepa entender que Perla no le hará daño…

     Flareon dice eso mirando hacia el Templo de Lucario. Yo también lo espero.

     — ¿Diamond?

     Ambos nos giramos cuando escuchamos a Perla detrás de nosotros. Nos dedica una cálida sonrisa. ¿Cómo puedo odiar a una Entrenadora así?

     —Hola, Flareon.

     Es demasiado inocente… Se la comerán viva.

     —Hola —responde Flareon solemnemente.

     —Soy Perla —dice ella y se coloca en cuclillas frente a Flareon para estar casi a la misma altura—. Perla Cobby.

     Y le tiende una mano. ¿Se está presentando con él como si fueran iguales?

     No puedo creerlo.

     —Estréchala —dice Perla sonriendo—. No te haré daño.

     — ¿Porqué conmigo nunca te presentaste así?  —le reclamo.

     No estoy celoso.

     —Lo habría hecho si no hubieras intentado asesinarme —responde Perla sin borrar su sonrisa.

     — ¡Flareon también intentó matarte!

     No estoy celoso.

     No lo estoy.

     —Anda —insiste Perla hacia Flareon, ignorándome—. Estréchala.

     Y no lo creo… ¡Flareon levanta una pata para estrecharla con la mano de Perla!

     Una persona que nos trata así no puede ser mala…

     —Así me gusta —dice Perla y no se levanta aún—. ¿Tienes hambre?

     — ¿Hambre?

     Lo entiendo… Flareon no debe tener mucho que comer en su escondite… Y nadie nunca nos había preguntado si estábamos hambrientos…

     —Sí, hambre —responde Perla—. ¿Quieres comer algo? Aún queda pizza, eso fue lo que cenamos nosotros.

     — ¿Pizza?

     Perla es estúpida. ¿Cómo espera que sepamos de lo que ella habla?

     —Sí, pizza —confirma ella—. Con queso extra, carne y otras cosas. ¿Quieres probarla?

     — ¿Es delicioso?  —pregunta Flareon.

     No soltaron sus manos en ningún momento.

     —Te gustará —asegura Perla y se levanta—. Ven conmigo, te daré algo de comer.

     Y ambas entran a la habitación para tomar un bocadillo nocturno.

     Perla es tan especial… Sólo espero poder protegerla de Lucario.

Pokemon II: El Templo de LucarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora