Trent
A pesar que el reloj marque las siete y media de la mañana de domingo, no he pegado un ojo intentando deducir si duele más los golpes en mi cintura o que mi amistad con Ryan se haya ido a la miérda.
Siempre he sido consciente de que no se puede tener todo de la vida, si ganas algo pierdes otra cosa. Aprendí bien eso en mi primer año como universitario, donde pasé una semana de fiestas y no logré aprobar un parcial, o cuando elegí mudarme a New York para estudiar por un buen futuro pero me alejé de toda mi familia. Ya me es tan habitual ganar y perder a la vez, aún así no puedo evitar sentirme mal por el daño que le hice a mi mejor amigo.
Detesto no haberme acomodado mejor antes de que mi panquecito se durmiera, no quiero despertarla en lo más mínimo después de todo lo que me costó hacerla descansar. Amy es muy paranoica, cierto, pero Ryan no ayudó en lo absoluto con sus golpes y patadas sin cesar.
Continúo acariciando su cabello con lentitud, dándole de entender que estoy aquí, que no pienso dejarla sola sin importar que necesito algo de aire por lo abrumado que estoy. Necesito aire, en serio, despejarme de todas las palabras que escuché en la noche e intentar encontrar mi paz, pero el asunto no me incumbe a mí solo.
Los dedos de Amy jugaban con el dobladillo de mi camiseta, no de forma provocadora donde terminaríamos arrojando prendas por toda la habitación, sino con distracción. Me enloquece tanto su inocencia.
-¿Trent? -llama, inclinando su cabeza hacia mí.
-Dime, panquecito.
- ¿Mi decisión de mantenerlo en secreto arruinó todo? -cuestiona, le regalo una leve sonrisa y niego al instante, trasladando mi mano a su mejilla.
-No cielo, el culpable fui yo por no medir las consecuencias de mis acciones. Pero quiero que te quede claro algo bonita, no son para lastimarte-. Alzo su rostro tomando con delicadeza su barbilla, conectándome con esos cálidos ojos cafés que me llenan tanto el alma, enamorando mi corazón al máximo.
- ¿A quién hubieses besado si no fuese a mí? -interroga, colocándose a mi altura apoyada en sus rodillas.
- ¿A quién hubieses tolerado? -respondo, evadiendo su pregunta.
-A nadie, quizás una leve presión de labios con Hanni o McKy, igual dolería-. Sus labios forman un dulce puchero por el cual no puedo evitar sonreír. Tomo de su cintura atrayendo su cuerpo más a mí.
- ¿Ah, sí? Qué bueno que fui directo a mis labios favoritos-. Agrego, en lo que sus dedos se aferran en mi nuca.
-Estaba a punto de llorar si elegías a otra, principalmente a Jamie, la muy zorra ansiaba que la elijas-. Bufa molesta.
-Pero te elegí a ti, porque es imposible no elegir tus hermosos labios.
Y la conversación da su fin con la conexión de nuestros labios. Jamás me cansaré de la suave textura que sus labios, como encajan con los míos y la sensación que recorre por cada músculo de mi ser.
ESTÁS LEYENDO
Terraza del edificio 206.
Teen FictionSeis grandes amigos enfrentarán a la gran ciudad de New York tras sus pasos en una vida adulta. Ryan, Amy, Trent, Hannah, Elijah y McKaley vivirán experiencias nuevas que lo formarán como personas, contándolas todas las noches en la terraza del edi...