Capítulo 1: Reencuentros

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Susana había muerto. Terry le guardó el debido luto durante un año y le tomó seis meses más poder escribir una carta para Candy.

Candy:

Si lees esta carta...

- ¡Claro que va a leerla! - se dijo internamente el castaño.

La arrugó y la aventó lejos.

Candy:

Por favor, lee esta carta y si no la lees...

- ¡Maldita sea! Obvio que si no la lee tampoco leería que le pido que la lea.

Era más que obvio que Terrence Grandchester no sabía cómo iniciar aquella carta.

Candy:

Estás en tu derecho de no querer leer esta carta, pero espero que lo hagas. No sé si has leído que Susana ha muerto, eso fue hace un año. No te escribí antes porque quería honrar su memoria, pero ahora que soy libre quiero estar contigo.

Releyó y frunció el ceño.

- ¿Estás bromeando, Grandchester? – suspiró y rompió la hoja.

Candy:

Soy un maldito estúpido que no sabe decirte que te quiere y que espero que podamos tener una nueva oportunidad.

- ¡Aggrr! – volvió a arrugarla y la aventó, ya no importaba si no caía en el bote de basura, estaba lleno y de todas maneras las bolas de papel estaban esparcidas por todo el estudio.

Tenía que ser sincero y abrir su corazón.

Candy:

¿Cómo estás?

Ha pasado un año.
Estuve planeando en volver a estar en contacto contigo después de que pasó un año pero otro medio año ha pasado por mi indecisión.
Pondré esto en el correo.
Nada ha cambiado en mi.
No sé si esta carta te llegará o no, pero quise asegurarme de que lo supieras.

T.G.

/o.O/

Otros seis meses transcurrieron y perdió la esperanza de recibir una respuesta.

Comenzó a viajar mucho después de eso, las giras eran muy largas como para echar raíces en alguna parte. En esos dos años que pasaron convivió mucho con Karen Klaise, podría sonar a soberbia, pero al inicio de su apegó mutuo tuvo miedo de que Karen le confesara que estaba enamorada de él y Terry tendría que decirle que solamente la quería como amiga, pero nada de eso paso.

Karen era inmune a su encanto. Cuando tuvieron un mes de descanso, Terry lo pasó en su villa, herencia de su padre, en Escocia, pesé a que ese lugar había sido testigo de uno de los veranos más especiales que había vivido. Pero estaba seguro de que lugar le ayudaba a renovar sus fuerzas, así que aprovecho ese tiempo a solas.

Karen había estado en Florida con su familia y llegaría esa tarde para empezar con la nueva gira. Había llegado un par de días antes del arribo de Karen, aprovechando para visitar Londres. Había crecido en aquella ciudad, pero había lugares importantes para él, hizo una pequeña visita al Colegio San Pablo, al zoológico Blue River y evocó el recuerdo de Albert, ¿quién diría que su segundo en aquellas buenas peleas callejeras era nada más nada menos que un magnate de la alta sociedad de Chicago?

Esa mañana sin saber por qué llego a South Hampton tres horas antes de lo que Karen le había indicado que llegaría, una fuerza ajena a él lo había atraído a aquel sitio que había evitado durante mucho tiempo. Después de todo ahí había sido la primera despedida, una que sería subsecuente de muchas otras y cada una más dolorosa que la anterior.

Caminó un rato por los alrededores, acercándose al borde del puerto y viendo las olas de mar chocar entre sí y contra las murallas.

Estaba perdido en sus pensamientos hasta que escuchó las sienas que anunciaban el siguiente embarque y entonces pensó que el destino siempre tenía un as bajo la manga, imposibilitándole el hecho de poder salir ileso de sus traicioneras jugadas.

Ahí parado le dio la impresión de que las personas se abrían solo para ponerlo de frente contra el fantasma de su recuerdo. Se paralizo de inmediato. Ella está ahí, a punto de abordar un barco que la llevaría a quién sabe dónde, caminó en su dirección, estaba tan cerca que si estiraba el brazo podría tocarla.

- Mami – le dijo un pequeño que una dama, seguro de compañía, cargaba en ese momento, ella extendió sus manos y el pequeño de cabello castaño oscuro y ojos azules se acomodó en aquellos brazos reconociéndolos como su lugar favorito del mundo.

- Vamos a casa, Anthony – le sonrió y plantó un beso en su mejilla, girándose un poco, dándole totalmente la espalda.

Contrató a alguien para que llevará a Karen a su hotel en cuento tocara tierra, no podía seguir ahí.

- ¿Por qué, por qué? Es por eso que nunca respondiste mi carta, estás casada y yo soy parte de tu pasado. Eres feliz mientras yo... yo sigo siendo el estúpido que te dejo marchar. Conservé la esperanza de algún día poder estar a tu lado, pero verte hoy con tu hijo en brazos ha terminado por matarme.

Lloró, lloró consiente de lo amargo de la escena, pero ¿qué otra cosa se hace cuando la esperanza en tu corazón muere de repente?

- Tienes un hijo y lo has nombrado como él, no como yo, sino como él que solo te abandono debido a la muerte y no por una deuda no requerida. Debí buscarte antes.

Se sintió perdido, no supo cómo tendría fuerzas para seguir adelante. Estaba tan sumido en sus recuerdos y en su dolor que no escuchó a Karen llamar a la puerta, ni cuando ella entró debido a la confianza que se tenían uno al otro.

Karen lo escudriño reconociendo en Terry una expresión lúgubre que no le había visto en mucho, mucho tiempo. Él la miro y su intentó de sonrisa, terminó en una mueca de dolor que aderezó con lágrimas que corrían libres por sus mejillas.

- Terry, ¿qué pasa? – toco su hombro, estaba sentado en un sillón con la cabeza gacha – pensé que me recogerías...

- La vi.

- ¿A quién? – pero Karen de inmediato supo que solo había una persona en el mundo capaz de esas reacciones en Terry - ¿A Candy? ¿Te dijo por qué no contestó tu carta?

- No, nada, solo la vi y casi la toque para hablarle, pero... tiene un hijo como de un año.

- ¿Está casada? ¿Viste con su esposo?

- No, me fui de ahí, no pude resistir más tiempo.

- ¿La sigues amando?

- Con todo mi corazón y es por eso que no hay cabida para nadie más.

- Vamos, Terry, tienes 22 años, aún tienes mucha cosas que vivir, personas que conocer y alguna de ellas te hará amar de nuevo, vamos, no voy a permitir que de nuevo huyas de esto, si tengo que vivir a tu lado, lo haré. Confía en mí.

- Karen – la miró y con pesar vio que ella también lloraba – eres muy hermosa y buena, daría lo que fuera por poderme enamorar de ti y que tú me correspondieras.

Sin saber ni entender cómo, Karen de pronto se encontró en brazos de Terry, correspondiendo sus besos. No, ella no era ilusa, sabía que enamorarse de él no la llevaría a nada, solo un inmenso sufrimiento y a compartirlo siempre con el recuerdo de otra mujer, una que admiraba, pero también odiaba por ser la causante del dolor de su amigo. Y sin embargo, no pudo resistirse a él. Ella también estaba sola, era una de las mejores actrices de su tiempo, pero se sentía vacía, triste, quién podría culparla si deseaba sentir unos labios besándola, unas manos acariciándola con delicadeza y un cuerpo aprisionándose contra el suyo. ¿Qué más daba si el dolor y la soledad eran lo que impulsaban aquel arranque? Karen Klaise se permitió soñar que Terry y ella podrían estar juntos, sin importar el mañana.

Continuará...

TIEMPO DE ESPERANZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora