Capítulo 8: Hospedaje para dos

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El viernes después de clases, Terry y Derek esperaron a Candy y Anthony en un parque cercano a la escuela. Los niños de primaria salían una hora después que los de preescolar, salvo los marte y jueves que Derek tenía clases extras. Terry había pedido el día para pasar la tarde con su hijo, Candy y Anthony.

- Candy – se arrojó sobre sus piernas el pequeño Derek, ella se agacho para verlo a los ojos y darle un pequeño llavero de un oso panda de peluche - ¿para mí? – ella movió la cabeza de arriba abajo, sonriéndole – gracias.

- Hola, pecas – ella lo saludo con la mano – hola, Anthony.

- Hola, Terry, Derek. Mamá está enferma de la garganta y le han prohibido hablar para no lastimarse más – vieron a Candy cerrando su puño y dejando el pulgar arriba cuando Terry les propuso irse.

Pasaron la tarde recorrieron algunas tiendas, Terry los invitó a comer a un restaurante de Times Square y después pasearon por el parque comiendo un mantecado, solo los niños. Llevaban en sus bolsas dos disfraces muy monos. Al menos los menos terroríficos para el gusto de Candy.

Terry no logró hablar mucho con Candy porque no quería forzarla a usar su voz, así que platico un montón con los niños sobre la escuela, las clases, qué deporte practicaba Anthony, si le gustaba montar, si le gustaría ir con ellos algún día y muchos temas más. A Candy le gusto ver a su hijo platicando tan animadamente. Cuando Terry los dejo en el edificio del departamento de Candy vio que ella empujaba a Anthony, como animándolo a decir algo.

- Terry – el aludido se asomó todo lo que pudo por la ventana del copiloto – para mamá mañana es un día complicado y quería saber si podría acompañarlos para pedir truco o trato.

- Por supuesto, Anthony, te recogeremos a las 7, ¿está bien? – miró a su mamá y ella le sonrió, él volvió el rostro hacia Terry.

- Sí, gracias.

- Bien, nos vemos.

Derek les dijo adiós con la mano y Candy respondió igual.

/o.O/

La noche siguiente, Terry fue arrastrado por dos niños ansiosos vestidos con disfraces y caminando por las residencias cercanas a la suya. Era la primera vez que Derek hacía aquello, Anthony lo guió y en pocas casas las bolsas estaban a rebosar. El niño mayor pensó que en definitiva la calle de Terry era más acaudalada que la suya.

El castaño vio las bolsas y se preocupó, él no era partidario de los dulces y no sabía cuál era la cantidad adecuada para que consumieran los niños sin sufrir una carga de azúcar.

- ¿Cuántos dulces te deja comer tu mamá, Anthony? – preguntó cuándo subieron al auto y los niños hurgaban en las bolsas. El aludido puso su dedo en la barbilla y pensó - ¡no me vayas a mentir!

- Tres – dijo al fin haciendo un mohín y el caballero mayor lo miró entrecerrando los ojos.

- De acuerdo, escojan tres y denme los demás – aunque los niños protestaron, Terry logró conseguir que le dieran las bolsas y las colocó en el asiento del copiloto – Anthony, pasaremos a casa de mi mamá y luego te dejaremos en tu casa – el castaño de mayor edad no hubiera tenido problema en que el hijo de Candy durmiera en su casa, pero ella le había dicho que la niñera estaría ahí para bañarlo y meterlo a la cama.

Terry condujo por otras cinco o seis cuadras y se detuvo en otra mansión. Abrió con su llave y entró después de que los niños lo hicieran.

- ¿Mamá? – preguntó Terry cuando no vio a nadie en el salón.

- ¡Abuela! – gritó Derek al verla bajando las escaleras, la rubia abrió sus brazos y recibió a su nieto con un beso – fuimos a hacer trato o truco.

TIEMPO DE ESPERANZADonde viven las historias. Descúbrelo ahora