Capítulo 6: Monos azules para el espacio

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“Oh, gime a little time to choose.

Water babies singing in a lily pool delight

Blue powder monkeys

Playing in the death of night.”

-Queen.

Capítulo 6: Monos azules para el espacio

La mujer lloraba en un banco de la Plaza Libertad. Era una mañana de lunes otoñal. Los estudiantes debían asistir a clases. Los trabajadores debían asistir adonde ganarían su sueldo para alimentar a sus familias. Nadie tenía tiempo para detenerse a ver más allá de los rulos rojos con reflejos rubios, desordenados y revueltos alrededor de una cara roja contraída en torno a un puño cerrado, fuertemente apretado contra los labios como para reprimir un continuo sollozo. Es posible que ni aún teniendo tiempo alguien se habría molestado. La mujer no generaba el suficiente sonido para resultar un incordio, sencillamente porque llamar la atención estaba lejos de sus planes. Sólo necesitaba descargarse, era imperativo, y no quería sufrir la vergüenza de armar una escena pública.

Por eso le sorprendió tanto encontrar bajo sus narices una mano que le tendía un pañuelo desechable. Todavía con los ojos anegados y la mente confusa, distinguió el resto del brazo hasta una manga abombada hasta un vestido negro con encaje blanco. Arriba de un collar ceñido de tela, en cuyo centro se veía la sonrisa torcida de Nirvana, la sonrisa de una joven la esperaba.

-Hola –dijo ella con una voz aguda y suave, como un susurro delicado-. Lamento si molesto, pero quería saber si estabas bien y si hay algo que puedo hacer.

Negó frenéticamente con la cabeza enrulada. Tomó con timidez el pañuelo y comenzó a pasárselo por las mejillas, recogiendo las líneas de rimel corrido y leve rubor café. Quería decir que estaba bien y que no había necesidad de que se preocupara, pero apenas abrió los labios salió un hipido como una pequeña bomba cargando un nuevo ataque de llanto. ¿Qué más daba? La joven volvió a hacer entrega de otro pañuelo sacado de un paquete en su mano y ella volvió a tomarlo.

Ambas se quedaron en silencio unos momentos mientras recuperaba cierta ilusión de compostura. La suficiente para hablar por lo menos. La suficiente para ser una persona civilizada de nuevo.

-No, no –dijo ahora sí-. Gracias, pero no, es una cosa mía. Una estupidez. Fue mi culpa, yo me tengo que hacer responsable. No es algo para meter a terceros que nada que ver, gracias.

La joven la miraba con atención, preocupada pero no tanto como una matrona que se apresurara a decirle la mejor manera de llevar su vida, empezando por no llorar en público, y ni tampoco al punto de que pareciera a punto de pedirle una historia detallada de cada una de las circunstancias que la llevaron ahí. De ser así habría tenido que correr para evitar sentirse violada. Se quedó recuperando el aliento, esperando su siguiente acción. La chica sonrió.

-Ya veo –dijo-. Pero, igual, podrías decirme para que así te quites el peso de encima. No sos de aquí, ¿que no?

Le había notado la tonada cordobesa en su voz. Cabeceó de nuevo.

-Vine nada más para arreglar un asunto –confesó, bajando la mirada-, pero por como salió todo me voy a tener que volver así nomás. Ha sido al pedo el viaje.

-Entonces es posible que no nos volvamos a ver nunca –remarcó la jovencita con dejo optimista-. Sos una extraña y yo también lo soy. No debería haber problema con contarme tus problemas.

Y a pesar de que estaba cansada, le dolía la cabeza y lo único que deseaba en el mundo era volver al hotel para preparar el equipaje, las palabras hicieron un agradable eco en su interior. Nadie, excepto su novio, sabía para qué estaba en la antigua Madre de ciudades y cuando regresara no habría persona que no notara la diferencia, ni que empezaría a buscarla porque prefería olvidar toda la experiencia por lo que le restaba de futuro. No iba a volver a tener una oportunidad semejante de contar su versión de la historia libremente, sin preguntas inoportunas que no querría responder. En verdad, sólo con una completa extraña se hallaría segura para poder hacerlo.

La marcha de la reina negraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora