Querido amado:
He decidido dejarte esta carta para despedirme de ti. Estoy consciente de lo insignificante que soy yo en tu vida, pero siendo tú lo más importante para mi, no podía irme sin decir adiós.
Tal vez aquella última parte te sorprenda, después de todo eso es algo que jamás me atreví a admitir frente a ti, supongo que tenía miedo a ser rechazado, pero no eran miedos sin fundamentos, ambos sabemos que es lo que sucedería si hubiera dicho estas palabras frente a ti. Tú jamás me quisiste, solo te gustaba jugar.
Siempre supe quién eras, lo que hacías, aún así nada de eso me importaba, yo te dejaba que jugaras conmigo, así de jodido estaba por ti. Me sentía feliz de poder conseguir aunque sea un poco de tu atención, un instante de tu tiempo.
Te veía con otros, tratándolos cómo me trabas a mi, y yo traba de convencerme a mi mismo que yo era al menos un poco especial, me la pasaba pensando en que podía hacer para resaltar entre tantos otros, quería volverme único a tus ojos.
Tu dijiste que lo era. Yo sonreí pero estaba tan triste. Estaba triste porque no lograba creerte.
Me pareció increíble lo bueno que eres con las palabras, siempre tenías una respuesta, una forma de congeniar con cualquier tipo personalidad que tuvieras enfrente, cómo si supieras exactamente lo que cada persona es y que es lo que quiere oír con solo mirarla ¿Descubriste la desesperación en mi? Creo que no, yo supe ocultarlo bajo una sonrisa, me creías ignorante a lo que escondías bajo la alfombra.
Me dolía.
Me duele tanto amarte.
Mientras, ocurrían otras cosas, problemas que no necesitas saber, pero si quiero que sepas que esto no es por ti. Quiero dejarte el recuerdo de mi amor, no la culpa por mis acciones. Esto no es por ti.
Porque si de algo me lamento es abandonar esta vida sin probar el roce de tus labios, la textura de tu piel, saber cómo es tu ternura, conocerte sin aquella coraza, conocer tu corazón. Pero se que no es posible. Y lo entiendo.
No se si sepas lo que es vivir sin tener nada a lo que aferrarse, vivir cayendo, hundiéndose en la oscuridad. Tu fuiste la cuerda en el punto de luz de la que me sostuve durante meses, pero la cuerda se rompía poco a poco, mis esperanzas se desvanecieron, la cuerda se rompió.
No quiero que te sientas mal por esto, tu no tuviste la culpa, yo te eché encima todas mis ilusiones porque no tenía a nadie más, tu solo eres quién eres.
Te amo querido, te amo. Déjame amarte antes de morir, y déjame darte las gracias por todo lo que hiciste por mi, por pintar pinceladas de alegría en mi lienzo de tristeza, por hacerme sentir todo el amor, la pasión, te agradezco también por los celos y el dolor, por cada sentimiento que lograste tú causar en mi e hicieron de mis últimos días los mejores de mi desgraciada vida.
Tu recuerdo me llevará al más allá con una sonrisa. Adios amado, adiós.