Imagina 4

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Les comparto un imagina que no es imagina que se publicó primeramente en Facebook.

Espero les guste. Todo es en perspectiva de Hiccup.

Imagina 4

Algo raro estaba pasando, ya nada era como antes.

Astrid y yo llevábamos tres años de casados y se podría decir que nuestro matrimonio era especial; sí había una que otra pelea de vez en cuando, pero no era nada que no se resolviera más que lavando los platos cuando a cada uno le tocaban; pero desde que me dieron ese ascenso en mi trabajo, desde casi tres meses atrás, me vi en la necesidad de quedarme un poco más de mi horario laboral y fue desde ese entonces que mi esposa empezó a cambiar.

Antes hacíamos el amor con mucha frecuencia, pero ahora que llegaba más tarde a casa a veces ya ni ganas me quedaban o la encontraba a ella dormida.


Por las mañanas, antes de irme, siempre estaba ida, como si pensara en algo muy profundo, o en alguien. Y aunque yo preguntaba ella siempre respondía con un "estoy bien" y junto con eso una excusa, tal como que debíamos de comprar los víveres del hogar, que ya había llegado el recibo de la luz, teléfono etc... Y debíamos pagar.

En fin cosas triviales que no requerían que se pusiera uno muy pensativo, o al menos eso creía.

Tal vez sólo era problema de la monotonía, y ¡no quería eso!, no quería que eso nos pasara a Astrid y mi, así que intenté seducirla, volver a encender la llama, pero fue cuando sucedió lo más extraño.

Parte de mi plan inicial fue coincidir con ella en la regadera, así que cuando me dispuse a acompañar a mi esposa, ¡oh sorpresa! La puerta estaba cerrada, y para colmo no me dejó entrar y mucho menos tocarla como últimamente evitaba que lo hiciera.

¿Porque?

Sea lo que fuera, lo averiguaría, así que salí a mi hora del trabajo, invitaría a Astrid a salir y de la manera más paciente pediría explicaciones.

Al llegar a casa, entré sigilosamente, quería sorprenderla, pero al ir subiendo a las escaleras, escuché que estaba hablando con alguien.

"Yo también te amo mucho, no te preocupes pronto se lo diré"

¿Qué? Sentí mi corazón hacerse trizas, y más al escuchar lo risueña y feliz que se escucha.

¿Astrid me estaba engañado?

OOOOOOOoooooOOOOOOOOO

¡No podía ser cierto! Me negaba a creerlo, simple y sencillamente porque ¡ella es Astrid! La más honorable mujer que jamás había conocido y...y... por los dioses, arderé en el infierno por dudar de ella, pero... tengo que cerciorarme.

—¡Astrid! —la llamo pretendiendo que no he escuchado nada, que acabo de llegar y que por supuesto me dirijo a gran velocidad a nuestra habitación para agarrarla con las manos en la masa.

—¡Ah, Hiccup! —se espanta al momento que abro la puerta ruidosamente, tiene su celular casi a la altura del oído y lo oculta rápidamente.

Mala señal.

—Hola. —Saludo como si nada, ella luce nerviosa.

—¿Qué haces tan temprano en casa? —pregunta peinándose el flequillo hacia atrás, evita verme a los ojos.

—Bueno, terminé temprano... ¿no te da gusto?

—Eh... ah claro que sí.

¿Por qué ni si quiera puede verme a los ojos?

Erase una vez un relatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora