Chapter three

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Otoño

La ráfaga de luz que atravesaba el cuarto del Miel, le despertó lentamente. El muchacho quedó en la cama contemplando el frío de la mañana. Observaba cada rincón de la habitación iluminado por la luz amarilla.

El joven se colocó el pantalón que llevaba la noche anterior, al salir del cuarto, se tropezó con Khai, quien iba justo a despertarle. El joven se devolvió a su espacio, se lavó, se puso uno de sus limpios uniformes, la camisa blanca acorbatada, pantalones negros de seda y zapatos del mismo color, el chaleco le llevaba al hombro.

Bajó las escaleras hasta llegar al comedor, donde, una camarera, joven y hermosa de cabello rubio le servía el desayuno.

—Joven Blossom —dijo acomodando el plato en frente de la respectiva silla—su desayuno. El joven agradeció la amabilidad y se sentó. Luego de un momento, Salvatore irrumpió la sala con su presencia, aparentando su corbata.

—Buenos días —dijo el hombre.

—Buenos días —responden al unísono Miel y la sirvienta, quien traía el plato de Prewetts. El joven Blossom se concentró en terminar las beige tostadas. Al finalizar, el muchacho se disculpó, se levantó de su asiento, metió la silla y se disponía a subir por su maletín cuando el señor le llamó:

—Blossom —dijo frío.

—¿Sí? —Miel respondió en tono neutral.

—Acérquese un momento —dijo. El chico, nervioso, caminó lentamente de nuevo a la mesa, y se acercó a la silla del hombre. Salvatore, tomó un pañuelo blanco doblado en forma de triángulo muy elegantemente, lo pasó por la boca del menor, limpiando cada partícula de migas de pan. Miel quedó congelado con tal acción del mayor. A Salvatore, no pareció importarle.

El chico subió por su maletín, en la salida ya no le vio más. En todo el camino, tuvo en sus pensamientos los actos raros del hombre. Para Miel está clase de comportamientos eran de supremo misterio, pues, un hombre nunca se comportaría de tal forma. Otra persona le hubiese dicho que limpiara su sucia boca antes de irse y no hacerlo directamente como lo había hecho el señor Prewetts.

Tal vez, la proximidad con su padre, le hacía tratar al joven como si también, fuese su hijo, o de una manera muy especial. Pero Miel, para no ser de ninguna manera irrespetuoso, no decía nada.

Al llegar a la escuela, pocos, pero algunos alumnos miraron el auto donde Blossom habría llegado. No por la lujosidad, pues, su auto, en el cual llegó a la escuela muchas veces también era hermoso, sino porque era otro auto, y aparte tenía chófer.

El joven bajó del coche, y se dirigió adentro, aún con el chaleco en los hombros.

Su teléfono sonó, le contestó, una voz chillona le hablaba.

“¿Dónde estás?”

“Ya adentro”

Al final del pasillo, una chica alta se detuvo enfrente de él, colgó su teléfono y le metió dentro de los bolsillos. Miel siguió caminando y la chica se unió a él. —te dejé miles de llamadas ayer—dijo Miel mientras caminaban. La chica sacó unas gafas negras y se las puso. —Estaba ocupada —dijo limando sus uñas con cuidado.

—Necesito contarte algo muy extraño que me ocurrió.

—Soy toda oídos —ambos iban caminando.

—No aún, no aquí.

—las gradas, después del receso, a la cuarta hora —dijo la chica al final del pasillo, ella dobló a la derecha y él a la izquierda.

Daddy (LGBT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora