Chapter six

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Capítulo seis.

   The barren moon.

La mañana siguiente, la familia prewetts se encontraban aún en Francia. El estanque se había tragado por completo los zapatos de Miel, no dejaron ni rastros.

  El pobre muchacho caminó los senderos a la mansión descalzo, sin medias. Las quitó para no ensuciarlas. Sin embargo, asumiendo la total responsabilidad de su desobediencia, no reclamó nada al señor de la casa pues, su culpa era remota y evidente. No podría darse el descaro de reclamar aquella pérdida.

Salvatore inmediatamente se percató de la situación cuando Miel regresaba a pie descalzo a la casa. Seguía enojado por la terquedad del menor. No haría nada al respecto. Sólo sí el chico se lo pedía amablemente remplazaría completamente los viejos y perdidos zapatos por un deslumbrante par nuevo.

Esa misma mañana, mientras  Salvatore escribía en el estudio —totalmente diferente al de Nueva York.— recibió una llamada de un hombre. Una visita por parte de sus viejos amigos de etiqueta. Prewetts no podría negarse, tal gesto significaba un completo desaire para con su caprichoso amigo.

Salvatore colgó el teléfono, continuó tecleando la computadora de mesa, sostenía su cigarro perezosamente con los labios, mantenía las gafas de marcos redondos y delgados casi caídos. Los subía cada vez que les sentía más abajo.

 Salvatore llegó hasta la puerta del chico. Tocó tres veces hasta que el niño respondió. Abrió la puerta, estaba despeinado y totalmente descuidado.

 —Miel, ¿qué anda haciendo? —Salvatore despegó los ojos de los papeles que llevaba en los  brazos—. Tenemos visitas, arreglese.

 Para Miel, Salvatore era molesto y mandón. A veces se pasaba de abusivo con su privacidad. No quería reclamarle nada, la propiedad era de él, pero aun así no podía soportar tanta invasión que ni siquiera sus padres se atrevían.

En pleno momento de ducha, Miel recordó a sus padres, pensó en ellos tristemente, les extrañaba, pero parecía que ellos a él no. Ni una llamada, un mensaje, un recado o señal de humo. Se extrañó, le pareció raro y más de su madre. ¡Qué madre no llama a su hijo después de tres meses de viaje!.

 No sabían nada del muchacho, se había quedado huérfano en manos de un hombre mandón. ¿En qué momento le vendieron? Le habían adoptado sin que se diera cuenta.

 Todo aquello pasó por su mente mientras estaba en la bañera con agua tibia. Momentos después fue sacudido por otro grito de Salvatore en la puerta.

Salvatore por otro lado, fue criado por su tía regordeta Chéri junto con su hermano Antoine.

  La tía vivía con su hermana, la madre de los muchachos, quién ocupada en deberes de mujer joven con dos hijos, les veía sólo al final del día y en otros casos, en vacaciones.

 Al empezar el invierno, el aire empezaba a erizar las pieles de los que se encontraban afuera. Los árboles ya no tenían abrigos, eran troncos de ramas y tallos secos con colores pálidos y manchas blancas. El pasto no pintaba colores en tonos naranjas y café muerto, había sido opacado por la helada y repentina  escarcha. El olor a leña se hacía presente. Las chimeneas en las casas se habían encendido la tarde anterior y Salvatore seguía pulsando las teclas de su computadora.

Daddy (LGBT)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora