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KENYA

Ésta es la semana más larga que he tenido, y es horrible. Y eso que prácticamente voy iniciando la universidad, las tareas son lo peor.

Antes de entrar a mi última clase me topo con Nash. ¿¡Por qué!? Será cosa del destino o él me está siguiendo.

—¡Ey!

—Nash me encantaría hablar pero tengo que ir al baño.

—Es que necesito decirte algo muy importante.

—Bueno, uh, espera aquí. No tardo.

Entro rápidamente al baño y al salir para lavar mis manos, la puerta es abierta por unas chicas.

No, no chicas cualquiera. Anna, Liliann, Jane, Ross, Kristy... En fin, las de su grupito.

—Vaya, qué casualidad—dice una de ellas.

Las veo por el espejo y no tardo en tratar de retirarme, lo cual no resulta bien puesto que Anna me retiene.

—Querida, aún no hemos hablado.

—No tengo nada que hablar contigo.

—Sabes que no es bueno involucrar autoridades.

—¿De qué me hablas?

—No te hagas la desentendida, has hablado con la policía sobre el dichoso vídeo donde te revolcabas con Shawn.

—Yo no he dicho nada, lo prometo.

—¡No mientas! No te conviene—grita Liliann.

Mierda, porqué Nash no me acompañó más cerca al baño.

—Eres un pedazo de basura que no se puede defender por si solo.

—¿Sabes a donde va la mierda?

—¿A dónde? ya que tú eres la experta—digo firmemente.

Anna se me queda mirando y de un momento a otro, siento sus manos en mi nuca.

Todo lo veo en cámara lenta; Liliann abriendo la puerta del inodoro, otra de las zorras pateando por detrás mis piernas para quedar arrodillada. Y para terminar con broche de oro: Anna hundiendo mi cabeza en la taza del baño.

La respiración se me dificultaba mucho, lo que si podía escuchar eran sus carcajadas cada vez que me sacaban y metían. Mi cuerpo luchaba por salir de ahí pero ellas lo impedían.

No sé cuánto tiempo pasó pero ya me han dejado.

—A ver si así te puedes callar.

Todas salen con una gran sonrisa, dejándome mal.

Realmente no me importa lavarme la cara, lo que quiero es desaparecer.

El ruido de la puerta llega a mis oídos, haciendo que me estremezca.

—Oh mi Dios, Kenya.

Lo que me faltaba, Nash.

No puedo articular palabra alguna, el llanto lo arruina todo.

—Vamos, necesitas secarte.

—¡No! Vete. Ve con los demás y burlate, no te molestes en ayudarme.

—Yo haré lo que quiera, y yo quiero ayudarte así que no me digas lo que debo o no hacer.

A regañadientes, él me acompaña al apartamento. No sin antes recibir todas aquellas burlas después de salir del baño.

Lo que no te mata, te hace más fuerte.
Lo que no te mata, te hace más fuerte.
Lo que no te mata, te hace más fuerte.

¡Maldita sea! Soy demasiado débil, me merezco todo esto por el simple hecho de existir, por el hecho de estar en sus vidas.

Estoy harta de todo, estoy harta de estar encerrada en este asqueroso cuerpo.

Me odio más que nada.

Veo mi reflejo en el pequeño espejo y me repugna.

Por un impulso, lo golpeo. Haciendo que éste se rompa en pequeños y grandes pedazos.

—¿¡Kenya!? Abre la maldita puerta ahora mismo.

Kenya [s.m]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora