Hubo un momento en mi vida en el cual era feliz, recuerdos vagos pero plácidos, reconfortantes...
Una mentira en tal caso.
La bella mentira de una familia feliz, unida y amorosa, que no se dejaba vencer por nada, benditos con tres hijos, procreados con amor y esperados con impaciencia.
— ¡Tú tienes la culpa! ¡Todo es tu culpa y la de ellos! — a tan temprana edad de 9 años, sabía perfectamente que está discusión entre papá y mamá, iba mucho más allá de las simples palabras hirientes que cada uno podría decirse en la calentura del momento.
— ¡¿A caso yo me embaracé?! ¡No! ¡Fuiste tú! — gritó papá, señalandola.
Los lloriqueos de una bebé se hicieron resonar por toda la casa, haciendo entender que la discusión la despertó acompañada del hambre.
— Yo voy, princesa. — Ethan, mi hermano mayor, me dio un beso en la frente y salió corriendo en dirección a la habitación de Catalinna, nuestra hermanita de apenas 5 meses de nacida.
Agarré a mi pequeño peluche de perrito, abrazandolo y poniéndome a jugar con el, escuchando a lo lejos la gritadera de mis padres, no importandome.
[...]
— ¿Enserio dejarás así como así a tus hijos? ¿Tan poco valemos para ti? — preguntaba mi hermano, al borde de las lágrimas.
— Desde un principio ustedes no debieron nacer. — contestó la mujer, de forma tosca y fría; ella, esa mujer ya no era nuestra madre, la desconocíamos realmente.
— Deja de hablar y vete ya. — la voz detrás de nosotros, fría como el hielo, áspera como una lija y ronca como cualquier hombre.
Mi padre.
O debería decir Michael.
Él ya no era más mi padre; un padre no lástima a su hija.
— Me arrepiento de haber formado una familia contigo... — fue lo último que escuché de mi madre antes de que partiera con un hombre al volante de su auto.
[...]
— Cata, por favor... quédate quieta. — suplique a mi hermana menor, intentado hacerle una trenza, a lo cual ella se negaba.
— Déjame así. — a lo lejos, se escuchó la vocina de un carro, avisando que ya venían por Cata.
— Vete, ya vinieron por ti. — ella resopló y se dio la vuelta donde aproveché a pegarle una nalgada y burlarme de ella.
— ¡Auch! — se quejó, viendome de forma asesina.
— Lárgate que el autobús no te esperará para siempre, mocosa. — Cata se fue corriendo a la entrada, yendo al autobús y subiéndose.
— ¡Valeria! ¡Ven acá en este mismo instante! — suspiro, comenzando a caminar hacía el despacho de Michael, entrando con los brazos cruzados.
— ¿Qué quieres? — este bufó y se levantó de su escritorio, acercándose a mi.
— ¿Qué significa está caja? — con su pie derecho tira una caja abierta, a lo cual me arrodillo y busco en su interior, encontrándose con la falda de color blanca con cuadrícula negra paletoneada, la camisa polo blanca y el suéter de color negro.
Mi uniforme.
Mi maldito uniforme ya estaba aquí. ¡Carajo! quería saltar de emoción, pero tuve que resistirme por la presencia que me acompañaba.
— Es mi uniforme. — comenté con obviedad. Al notar la furia en los ojos de Michael, me arrepentí de mi tono de voz, este me tomó del cabello y me alzó hasta levantarme, jalando mi cabello para atrás y con el mi cabeza.
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Esperanzas e ilusiones
Storie d'amoreValery Hoffman se resigna a vivir toda su vida en aquel infierno, siendo víctima de maltratos por parte de aquel que un día fue su padre, sin encontrar una salida. "La vida no termina con la muerte, termina cuando matan la ilusión y a ti mi niña, te...