[Capítulo siete]

102 14 4
                                    

- ¿Los consiguieron? - Alex y Nathan nos esperaban afuera de los vestidores de chicas, al escucharlos, levantamos las bolsas negras con los uniformes robados. - Eso... - Lara y yo rodamos los ojos, acercándonos a ellos.

- Si nos llegan a arañar esas niñas fresas, será su culpa. - abracé a mi amiga, tirando las bolsas a los chicos y señalando el vestidor de hombres.

- Dejen eso en sus casilleros que ahí nos cambiaremos. - asintieron y nos dejaron solas. - Gracias por acompañarme en esta locura. - beso la mejilla de mi morena amiga, agradeciendole de todo corazon.

Iba hacer el ridículo, pero no sola.

- Ya lo sabes mi rubia. Quería preguntarte algo... - su mirada y su cuerpo, el sudor y su pequeñi tick de tartamudeo, decían que estaba nerviosa, separándose de mi. - ¿A-Alex tiene novia o... algún tope? - negué levemente riendo, tomandola de la cintura y comenzando a caminar.

Bam, ya sabía que preguntaría algún dia. Ella era tan obvia.

- Hay mi niña... Alex tiene muchos topes. - hizo mala cara, mirando en una dirección desconocida para mi, perdiéndose en sus pensamientos.

¿Estará pensando en comida? Porque yo sí.

Carajo, que hambre...

- ¿Vamos a comer? - Nathan me tomó del brazo, jalandome, caminando adelante; lo abracé y bese tres veces su mejilla. - ¿Por qué tanto amor? - le sonreí y volvími mirada a mi morena y Alex, quienes platicaban casual.

- Porque me leíste la mente.

[...]

- Ian no aparecerá hasta el partido. - Alex se sentó con dificultad, dejando su pierna derecha estirada.

- Cuéntanos que te pasó. - señalé su rodilla, sabíamos que por debajo del pantalon estaba con una rodillera.

- Estúpidamente después del entrenamiento de ayer me caí de las escaleras y caí incado, por alguna razón amanecí con un dolor horrible en la rodilla; hoy no jugaré. - hizo una mueca de tristeza, encogiéndose de hombreos.

- Ian debe jugar si o si entonces. ¿Sabe lo de tu rodilla? - el corredor lastimado y el pateador estrella negaron con la cabeza, haciendome suspirar. - Hable con él porque... - en ese instante mi teléfono comenzó a vibrar, mostrando la cara sonriente de mi hermanita, contestando enseguida. - ¿Hola? ¿Sucedió algo?

El miedo se apoderó de mi, ella nunca llamaba si no era de suma importancia.

- Michael acaba de venir a casa, se llevó una maleta y se fue sin decirme nada. ¿Nos dejo? - frunció el ceño, levantándose de la mesa, aún con el bocado de galleta en su boca y se alejó de sus amigos.

- ¿Aún hay cosas en su habitación? - preguntó con cautela; se limpió sus manos en su pantalón, mirando hasta un grupo de estudiantes revoltosos.

- Su habitación está cerrada, La puerta tiene seguro. ¿Nos habrá abandonado? - mi pequeña hermana provocó ternura en mi corazón, al ser tan inconciente de todo el bien que él nos haría si se fuera, se largará y nos dejara por fin en paz.

Ella es inconciente de todo el daño que élle ha hecho y a mi también.

Pero prefiero que sea ilusa, que mantenga la esperanza de creer en las personas, no quiero que pierda esa niña, la niña tierna que cree en los arcoiris y unicornios.

Quiero que tenga una vida normal... no como yo.

Me convertí en mujer a la corta edad de 7 años. Me hice mujer a la fuerza, complaciendo a un hombre, siguiendo sus instrucciones de como mover mis caderas, de alejar mis manos para que no cubriera mi desnudez, de quedarme quieta a su tacto... oh, ese asqueroso tacto que tantas veces me dio repulsión, que a pesar de la costumbre de aquel pensamiento de vendrá, me lastimar y por fin me dejará en paz. Al menos por este día... una costumbre asquerosa, pero lo único que mantenía a mi cordura en su lugar, sabiendo que evitaría que tocará a mi hermana.

Esperanzas e ilusionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora