Sakura

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Cuando entro dentro, la habitación tiene la misma sensación que antes. Está fría y pesada.
Tal vez es porque Sasori no ha querido hablar mucho desde que despertó. Tal vez ha sido por las constantes medicinas de mal sabor. Por una o por otra cosa, sé que él es infeliz.
Y no debería importarme, lo sé. Pero es imposible, es un pobre hombre que está sufriendo y yo no puedo ignorar su dolor.
¿Será que podrá curarse algún día de aquel odio?

-Otra vez estás mirándome raro.

Aquello me hace dar un respingo.

-¿N-no estabas dormido, Sasori-san?

-Tus grandes ojos son capaces de penetrar una pared. No me culpes, tú me despertaste.

Me llevo la mano a la nuca, riendo con vergüenza. ¿Cómo se atreve? Maldito. Intento parecer relajada mientras me adentro totalmente cerrando la puerta tras de mí y con la bandeja entre mis manos.

- Te traigo tus medicinas, Sasori-san...

-Llevatelas.

-¿Eh?-paro en seco, abriendo mucho los ojos ante su actitud defensiva. Él se incorpora desde la camilla con las manos en su regazo, mirándome. ¿Cómo se atreve a decir que mis ojos son penetrantes si los de él parecen agujas? Agujas que podrían herirme.

-Dije que no las quiero. Nunca las he querido, en realidad. Pero has aprovechado para hacerme beberlas mientras duermo.

Me estaba haciendo sonar como si fuera la mala del cuento. ¿En realidad era así? No podía ser cierto. Sólo he querido ayudarle.
Claro, solo he querido hacer eso, ayudarlo.

-Eso no es verdad.

-Sakura...-empieza, pero no dejo que termine.

-Te he dicho que no es verdad.-no me doy cuenta, si estoy alzando o no la voz.- Lo único que he echo es ayudarte. He querido que recuperes la movilidad total de tu cuerpo, ¡incluso que vuelvas a almacenar chakra! ¡y en un futuro, que puedas ser alguien!. Y lo hago porque conozco las historias de mis pacientes, conozco muchas, todas con un pasado triste. Y es por eso que no quiero permitir que se queden estancados.

Me aferro al metal de la bandeja con las medicinas, bajando la mirada un poco. Maldita sea, tengo ganas de llorar. De coraje y rabia.

Sasori no hace ningún comentario. Ambos nos quedamos en silencio. Un silencio duro de digerir, que parece eterno.
Cuando recupero el aliento, alzo la mirada con las mejillas calientes.

-Las dejaré, es tu decisión si deseas beberlas.

Me doy la vuelta y camino hasta salir. Cierro la puerta y me limpio las lágrimas acumuladas, a nada de desbordarse.
Shizune me mira desde el final del pasillo y sólo le sonrío. Camino hasta donde ella, recuperando mi sonrisa.

-¿Qué sucede, Sakura?

- No, no es nada Shizune. ¿Cómo ha estado el trabajo?

Ella no parece creerme mucho, pero se encoge de hombros con su habitual semblante de gentileza.

-Hubo una gran pelea en la Aldea de la Arena. Muchos ninjas resultaron gravemente heridos, y los ninja médico de ahí no pudieron descifrar por qué permanecían inconscientes tras días del evento. Hablaron con Tsunade-Sama para que los transfirieran y ella misma los revisara. Aún no sabemos qué los mantiene inconscientes, ni por qué tienen todos las mismas cifras de signos vitales. Tanto altas y bajas. - ella luce preocupada, pero su tono es profesional. Tiene un montón de papeles entre los brazos, que seguramente debe llenar.

-Ya veo...-es lo único que me atrevo a decir. No podría entender una situación así con mi inexperiencia en un Hospital, apenas he comenzado a adaptarme a lo que se ve día con día, y mi única razón para esforzarme tanto ha sido para superarme... aunque, también debo darle crédito a Sasori.- ¿Quieres que te ayude con eso, Shizune-san?

Shizune niega, y sonríe con gratitud.

-Yo me encargaré de esto, Sakura. ¿Qué tal te va con tu propio paciente?

-Etto...-me arrepiento de haber salido de la habitación. No quiero contestar a eso, ni siquiera yo sé cómo me está yendo.- Es obstinado.

Intento mantenerme motivada, aunque en mi rostro hay una sonrisa honesta quisiera estar huyendo. Huyendo de Sasori y su frialdad.

Shizune ríe, casi me siento mal. Pero luego noto que es una risa de comprensión.

-Es normal que haya personas así. En un Hospital debes tratar con distintas personalidades, es como una lucha constante. Al final de cuentas somos ninja médico y debemos de saber que no siempre tendremos oponentes similares. No te preocupes, Sakura. Ánimo, tú puedes.

Aquello me cae en gracia, pues no sabía que necesitaba oír algo así, asiento con entusiasmo. Nos despedimos mientras ambas caminamos en sentido contrario.

Tomo la papelería del escritorio y la reviso con detenimiento.

Nombre: Sasori.
Edad: Desconocido.
Estado civil: Desconocido.
Domicilio: Desconocido.
Antecedentes Patológicos: Desconocido.
Fecha y lugar de nacimiento: Desconocido.

Es verdad. No conozco nada de él. ¿Qué clase de ninja médico soy si no conozco a mi paciente?
Tal vez esa sea la clave. Tal vez si pongo más esmero en conocerlo, pueda entenderlo mejor.
Guardo los documentos, y me dispongo a hacer las notas del día de hoy. Los medicamentos que preparé y los cuidados que se le proporcionaron.

-Veamos... No quiso que le diera de comer...-anoto conforme voy recordando lo que he echo desde que llegué.- No quiso que le ayudara a ir al baño. No quiso que le pusiera fomentos de agua tibia para aliviar el dolor muscular de sus brazos. No quiso que hiciéramos ejercicios respiratorios para acostumbrar a sus nuevos pulmones.

Sigo hablando, y la imagen de Sasori cubriéndose hasta la cabeza y negando me viene a la mente. Niego, y sigo mi trabajo hasta llenar todas las hojas pendientes. Luego de eso, voy a la sala de comidas para pedir la de Sasori.
Me gusta llevarla yo misma, para que se conserve caliente y su sabor no se pierda.
Hoy hay sopa de miso, arroz y katsudon. También le llevo té verde, que es un antioxidante en secreto y espero le haga buen efecto.

Subo las escaleras, mientras una corriente fría me recorre al pasar por la ventana principal. Desde fuera, le echo un vistazo al atardecer de la aldea. Las montañas ocultando al sol como si fuese su hijo y le mandaran a dormir. Y las nubes esparciéndose hacia el horizonte lejano. Me pregunto, vagamente, si todas aquellos pacientes alguna vez pudieron disfrutar de tal vista. Y si lo hicieron, ¿lo habrán disfrutado?

Giro en el pasillo y toco la puerta. Como siempre, no hay respuesta y entro de todos modos.
Sasori está recostado, con los ojos cerrados. La luz del ventanal baña su rostro pálido por la falta de cuidado, y su cabello rojizo también tiene una tonalidad triste. Dejo la bandeja en la mesita junto a la camilla, donde las medicinas están intactas tal cual las dejé. Suspiro y las tomo, mientras camino a la salida nuevamente.

¿Por qué no puedes beberlas? ¿Acaso no quieres vivir?.

Rojo Escarlata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora