Sasori

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No supe cuándo o cómo, pero ya estaba entrenándome desde el amanecer hasta el anochecer.

Acepté la propuesta de Tsunade tras darle largas. Realmente no estaba encantado con la idea, pero había logrado sacarle información a cambio de mi integración a la alianza shinobi. Por lo que me dijo, Sakura había sido enviada a Sunagakure para investigar casos "secretos". Ahora no tendría tiempo de hablar con ella hasta que... hasta que volviera. Y eso no tenía fecha.

Los entrenamientos fueron básicos, pan comido. Los días transcurrían lento, para mí suerte. Eso me daba más tiempo para sentir algo irritante en mi pecho. Anteriormente me habían dado puñetazos, me habían apuñalado... incluso Sakura me rompió en pedazos, en el sentido más literal. Pero nada dolía, nada dolía cómo eso.
No me encantaba admitirlo. Pero sabía de sobra que era dolor.

Mi cuerpo se estaba adaptando con normalidad, había ocasiones en las que el cansancio me dejaba durmiendo más de la cuenta. Aún no estaba acostumbrado a dormir... no lo hacía siendo una marioneta.

A veces deseaba volver a ser una marioneta. Sólo entonces no tenía sueños recurrentes. Tales como mis padres, Sunagakure o en el peor de los casos, a Sakura.

Sakura, Sakura, Sakura.

¿Algún día podré verla de nuevo?

He contado las veces que me hago esa pregunta. Van cientocincuenta y contando. Patético, lo sé.

Ha pasado una semana desde que se ha ido.

Ahora, es por la mañana, debo asistir a la clase de lanzamiento de Shuriken. Genial, mi clase favorita. Es decir, ¿qué marioneta necesita lanzar Shuriken cuando puede lanzar a otras marionetas?

Bien, ya no soy una marioneta. A veces lo olvido.

Me encamino luego de darme una ducha rápida, aún no cierro del todo mi chaleco táctico mientras voy por los pasillos.
Olvidé mencionar que estoy viviendo en la torre de la Hokage. Prefiero pensar que soy un caso especial en lugar de "posible amenaza" como ellos me llaman.
Casi estoy por pasar de largo la oficina de la Hokage cuando oigo un nombre. Siento un hormigueo por toda la piel.

Sakura.

Era la voz de Shizune, la ayudante de Tsunade. La conocía bien, estuvo al pendiente de mí después de que Sakura se fuera.

Shizune habla con un tono preocupado.

-Sakura no ha enviado su reporte... Tsunade-sama, he escuchado que dejó Sunagakure para ir a una aldea más recóndita. ¿De verdad estará bien?

Tsunade gruñe, o al menos eso me parece. No me siento muy cómodo espiando, muchos menos pegando la oreja a la puerta. Pero bueno, Tsunade no me iría a soltar información de otra manera sino es que espiando.

-Es cierto que puede resultar peligroso. Pero Sakura es inteligente. Además, no debemos alertar a los demás-espeta con tono autoritario.

-Y vaya que lo es-susurro para mí mismo algo orgulloso de Sakura.

Espera, ¿qué acabo de hacer?
Antes de sonrojarme por mi estupidez oigo a Shizune preguntarle a Tsunade si escuchó algo y salgo casi corriendo de ahí.

Casi me descubren. Casi.

Camino por la Villa en dirección al campo de entrenamiento.
No me apetece del todo pero necesito pensar un poco. Cuando llego, hay un montón de genin y jõnin en filas. No han comenzado a calentar, lo cual me parece extraño.

Al frente, veo a nuestro entrenador. Horo-sensei. Un tipo fornido experto en ninjutsu estilo agua. No tiene cabello y lleva un ojo vendado. Nadie pregunta por qué. No parece que quiera contarlo, de todos modos.

-Escuchen todos. Hay avisos que dar-habla alto pero no grita, su voz es profunda y se oye claro.

Se alzan murmullos entre la multitud pero Horo-sensei vuelve a hablar.

-Como saben, Sunagakure está teniendo problemas. Un ninja de Konoha fue enviado pero creemos que lo mejor será enviarle refuerzos.

De pronto, una mano sobresale entre las cabezas de los shinobis.

-¿Si, Misaki?-dice Horo-sensei.

-¿Quién fue enviado?-pregunta Misaki.

-Eso no les incumbe. Su labor es ir a escoltar mientras se completa la misión del ninja enviado. Ahora, ¿otra pregunta?

Nadie dice nada.

-Bien, ahora, es hora de elegir. Sólo habrán de ir dos. ¿Voluntarios?

Un montón de chicos se abalanzan, unos empujando a otros y gritando razones ridículas de por qué deberían ir. Uno incluso usa como excusa su apellido. Todo eso me enferma, ¿quiénes se creen ellos? Obviamente quien debe ir soy yo. Soy más capacitado que todos juntos.

Me adelanto entre la masa de personas, dirigiéndome con decisión al entrenador.

-Yo iré-digo con firmeza.

Entonces todos se quedan callados y luego estallan protestas.

-¡Es el enemigo!

-¡Si!-apoya otro.

-¡No salvará a nadie!

-¡Es un traidor!

La rabia se apodera de mí un segundo pero antes de decir algo, el entrenador me detiene.

-¿Cuál es tu motivo?-pregunta con escepticismo.

Vaya, ¿qué debo responder? No tengo un motivo, solamente soy el indicado para esa misión.

-¡No puede confiar en él! ¡Debe ser una broma!-espeta otro al fondo. Aprieto los puños y esta vez no me contengo.

-¿Y si cumplo con la misión? ¿Entonces cerrarán la boca? Porque haría cualquier cosa por ello.

Hay un murmullo, el silencio se apodera de la escena por unos minutos. Ya no me importa lo que piensen, iré aunque me lo impida toda la alianza shinobi. No voy a permitir que nadie más lo haga.

Horo-sensei me hace reaccionar de mi enfado.

-Sasori-kun es el mejor en Taijutsu hasta ahora. Además, nació en Sunagakure, no hay nadie que conozca mejor el área...

-¡Está equivocado! -grita un tipo de cara rechoncha.

Los ojos de Horo-sensei destellan una chispa de rabia y lo fulminan.

-¿Dices que me equivoco, Hiroshi? ¿Dices que me equivoqué al dejarte entrar a este ejército?

Hiroshi se queda petrificado y niega rápidamente. Todos los demás dan un paso hacia atrás.

-Bien. Sasori irá. Pero... lo acompañará Fukoshira. ¡Fukoshira Kou, al frente!

La masa comienza a abrirle paso a alguien. Por alguna razón me doy a la idea de que el entrenador ha escogido a alguien capaz de darme una paliza por si se me ocurre traicionarlos, aunque dudo mucho que pueda.

Un chiquillo de un metro con cincuenta sale de entre la multitud. Está tan delgado como un palo y tiene el cabello oscuro hasta los hombros. Unos ojos verdes y la mirada nerviosa. No deja de cambiar el peso de sus pies de uno a otro.

-Sasori. Kou será tu compañero. Trabajen bien juntos. Partirán hoy por la noche. ¡Mucha suerte!

Y con eso, parece que la conversación acaba. Y yo me quedo más que perplejo.

Rojo Escarlata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora