Sasori

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Ahora los días pasan tan rápido, trato de cerrar los ojos la mayor parte del tiempo y me limito a abrir la boca. Tal vez debí tomar las medicinas de Sakura antes, es mejor a que las esconda al fondo de tu garganta un hombre de apariencia mayor, parece un viejo y da la impresión de que fue un ninja debido a su corpulento cuerpo.

Su nombre lo olvidé en cuanto me lo dijo. No tengo necesidad de recordar esa clase de cosas. Aunque, pese a que hay recuerdos que quiero borrar -y a veces tengo esa facilidad-, también hay otros que se mantienen constantes e incesantes. Como aquellos ojos verdosos que dan la impresión de mirar esmeraldas. O también aquel cabello rosáceo que termina en voluminosos mechones puntiagudos acentuando el rostro de ella. Si, ella.

Haruno Sakura.

Cuando no puedo dormir, pienso en ése nombre y es como si fuera alguna clase de conjuro o magia. Puedo visualizar un campo de primavera sin fin, infestado de flores de cerezo apenas dando su retoño y logrando iluminar el cielo con un rosado intenso.

Nunca he podido ver un campo, en mi niñez, jamás pude ver las flores retoñar debido a la cantidad de arena y desierto rodeándonos en Sunagakure. Sin embargo, me da la sensación de que mirar a Sakura escribiendo distraída es exactamente lo mismo, o incluso, mejor.

Incluso para mí, eso es demasiado. Tener que soportar esos pensamientos, y encima que el asunto de la Quinta Hokage esté dando vueltas por mi cabeza se vuelve una carga difícil de sobrellevar durante todo el día. De vez en cuando la escolta se aparece de nuevo, preguntan un par de cosas y se marchan. Y no me creo sus excusas, si vienen es para vigilarme. Lo cual resulta extraño, siendo Sakura mi anterior médico ellos no ponían ni un pie dentro. ¿Acaso ella los evadía? ¿Les pedía que se fueran o simplemente confiaban en ella? ¿Puedes confiar en ella a tal punto de dejar libre a un criminal? ¿Es esa clase de confianza la que tienen en Konoha? No, no es la aldea, es Sakura.

El médico es más permisivo, me permite caminar por los pasillos si estoy aburrido e incluso quiso entablar una charla, salió más pesimista que Sakura el primer día en que hablamos.

Mantener el aislamiento durante tanto tiempo resulta como tener cierta libertad. Libertad de pensar por mí mismo. Pensar en lo que va a suceder. Sin Akatsuki estoy en un lío, probablemente vayan por los demás en cuanto les dé información certera, aunque por el momento han estado dejando ése asunto pendiente. Y por supuesto, Pain debe creer que estoy muerto, qué dicha.

La curiosidad es estresante, sin conocer mi destino estoy atrapado acá. Incluso he tenido la oportunidad de almacenar chakra en mi eterno descanso, pero resulta difícil liberarlo aún, como si éste cuerpo quisiera reprimirlo o fuese una envoltura. De cualquier manera, no sé qué es lo que puedo hacer o no, ni siquiera recuerdo bien cuántas marionetas dejé escondidas en Sunagakure, aunque también desconozco si pueda utilizarlas de nuevo.

Cuando llega el momento de la cuarta cena sin ella, me levanto para sentarme cerca de la ventana. Es la primera vez que me apetece cenar mirando algo, o más bien, queriendo mirar a alguien. El cielo está manifestando matices rojos, naranjas y rosáceos en diferentes tonalidades. Tomo el cuenco de arroz pero no comienzo a comer, sin siquiera tomar los palillos lo sostengo en mi regazo, sentado en el suelo y la mirada en lo alto. Si pudiera, si tan solo pudiera borrar la imagen de mi cabeza. De mis padres, abrazando la marioneta, y a su lado, Sakura haciéndolo también. El sueño que comenzó a perturbarme desde pequeño ha sumado a alguien sin mi permiso, y es algo que me desconcierta. Cierro los ojos pasados unos segundos y comienzo a comer, parece que han cambiado de cocinera, desde que Sakura no me trae la comida, sabe diferente. Todo tiene una sensación distinta.

Esa noche no me cuesta tanto conciliar el sueño.

Estoy usando el uniforme de sunagakure, llevo unos guantes negros cortos, en la parte superior un chaleco parecido al de la capa de Akatsuki de color negro y blanco y en la parte inferior pantalón negro con un cinturón marrón como el resto de los Shinobis, sin olvidar la banda ninja con el símbolo de la Aldea de la Arena y sin estar rasgada. Parece extraño que use esa ropa, pero toma sentido cuando miro a mi alrededor. Estoy frente al desfiladero de entrada de Sunagakure, justo donde nos infiltramos para raptar a Gaara. Al que probablemente hayan salvado, si una ninja médico de Konoha fue capaz de dejarme desarmado en totalidad junto a la abuela Chiyo, probablemente pudieron con Deidara sin problemas. Sin embargo el escenario se siente diferente incluso conmigo usando esa ropa, me siento más joven e incluso ligero. Da la impresión de que es una época totalmente diferente, y puedo notarlo al escuchar voces detrás de mí. Hay una mujer de cabello largo y lacio oscuro de espaldas hablando con un hombre que porta el tradicional uniforme de shinobi de cabello rojizo, éste sonríe y mueve las manos sin dejar de prestar atención a la mujer. Tardo unos segundos por la impresión en reconocerlos, son padre y madre. Y ambos están vivos, junto a mí. Un montón de cosas se cruzan por mi cabeza. ¿Una misión juntos? ¿Están despidiéndose otra vez? ¿Esta vez iré con ellos?.

Madre voltea y camina hasta donde yo, padre la sigue detrás y ambos hablan al unísono.

-¡Feliz cumpleaños, Sasori!

Me levanto de golpe, con los ojos muy abiertos. Lo olvidé, por completo lo olvidé. Hoy es mi cumpleaños. Y lo único que hice en mi cumpleaños fue pensar en ella. Incluso la imagen viva de mis padres me recuerda a ella.

La única forma de liberarme de ése pensamiento es saliendo de éste lugar. Y para lograrlo, debo aceptar la oferta de Tsunade.

Si, seré un shinobi de la Quinta Hokage aunque eso conlleve contradecir todo de lo que alguna vez fui parte.

Rojo Escarlata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora