Sasori

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Las entradas y salidas de la habitación son ruidosas y exasperantes. Sin embargo más lo es tener que permanecer aquí. Odio esperar y odio no saber lo que estoy esperando. Es como mantenerme al margen de algo que no conozco.

Pocas veces tomo lo que Sakura me ofrece. Y aquellas veces son genuinamente deliciosas. La comida es cálida, jugosa y apetitosa. Casi como la que mi madre cocinaba. Debo alejar esos pensamientos, mi madre está muerta. Me pongo en posición fetal cuando Sakura entra, y abre las cortinas dejando entrar miles de rayos solares mañaneros. Siento que perforan mi piel, llenándome de calor natural y vivificante.

Ella me da los buenos días, y trae una bandeja. Una bandeja engañosa que detrás de un llamativo desayuno oculta medicina y hierbas medicinales.

-¿Cómo te sientes hoy, Sasori-san?

Su voz animada suena como resonancia en mi mente, y no me muevo de mi lugar para nada. Ella suspira y hace un poco de ruido al dejar unos palillos metálicos junto a la bandeja de madera. Hoy no tengo deseos de hablar con ella o verla.

Oigo la puerta cerrarse, se ha ido. Me siento aliviado en cuando oigo que se ha marchado, es más difícil si ella está cerca. Pasados unos segundos me quito la manta lentamente del rostro, pero un tirón me sorprende. La manta se alza en el aire, siendo arrasada por una fuerza desconocida y brutal que ni yo pude ver venir. Abro mucho los ojos y me rodeo a mi mismo con los brazos al quedar únicamente en bata.

Sakura está sonriente, y abraza la sábana para hacerla una bola de tela. Ella me da miedo.

-¿Qué te...

-¡Hoy te toca baño, Sasori-san!

-¿Eh? ¡Estás loca!

-No dejaré que sigas sucio. La limpieza es esencial para una buena recuperación.

-¿Uh? ¡¿Me engañaste?!

-Tal vez. Pero no importa. Preparé el baño.

-¿Y cuándo lo hiciste?

-Los clones de sombra son un requisito para aprobar el examen para convertirse en Genin.

-No puede ser...-me quedo perplejo. No creo que pueda negarme más, no tengo la fuerza física o mental para competir contra ella.

-Vamos, Sasori.

Sakura camina hacia mi, con los brazos tras su espalda y una sonrisa confiable. Antes de protestar, una enfermera entra. Es alta, de ojos negros y cuerpo delgado. Arqueo una ceja y dirijo mi mirada hacia la pelirrosada.

-Ella es Akiko-san, va a ayudarte mientras te duchas.

Me hundo contra el colchón de la camilla, dándoles la espalda tan pronto puedo.

-No quiero.

Sakura suspira y Akiko ríe un poco.

-Oye, Sasori-san, ¿podrías cooperar aunque sea un poco por primer vez?-su voz suena cansada y repetitiva.

Una voz desconocida le interrumpe, deduzco que se trata de Akiko. La enfermera extraña.

-Tal vez quiere que otra persona lo haga.

-¿Eh?

No oigo más, Sakura grita y comienza a negarse. Akiko de nuevo, y yo giro un poco el rostro para hablar.

-No quiero que lo haga nadie. Puedo moverme yo solo.

-Tu riesgo de caída no deja de existir. Al menos alguien debe estar dentro para asegurarse de que todo vaya bien. -Akiko deja de agradarme en su totalidad mientras continúa hablando, aunque su tono es amable.

Sakura la mira con atención, como si aprendiese de todo lo que dijeran las enfermeras.

Oculto mi rostro, frustrado. Transcurre un minuto antes de que quiera a decir algo.

-Sakura.

No lo noto, pero por el chillido de impresión y la risa de Akiko puedo deducir que se ha puesto roja. ¿Qué le pasa? Será tonta. Pero, ¿qué me pasa a mi? ¿Por qué la he elegido?.

Akiko sale, dándole indicaciones extras a Sakura. Yo me resigno, después de todo un baño tal vez no esté mal. Sakura se acerca a traspiés, y me ofrece una mano. La miro, su mano es blanquecina y femenina cual flor de shogetsu recién nacida. Niego y me pongo en pie de un salto. Aunque no puedo evitar tambalearme y tomar su mano por instinto. Ella es fuerte, me sostiene con ligereza y amabilidad sin perder el equilibrio y el margen. Me sonríe algo avergonzada y caminamos hasta el cuarto de baño, una puerta blanca en la habitación.

Durante mi estancia, era la primera vez que tocaba a alguien. Y aquel tacto, por simple que fuera, fue reconfortante. Ella abre la puerta y la luz está encendida. El ofuro es de madera y desprende humo, agua tibia. El agua se remolinea, luce agradable. Sakura me deja de pie mientras prepara una botella de shampoo y las esencias. El ambiente cambia a un cerezo aromatizante.

-Sasori-san, me daré la vuelta mientras te bañas. Si necesitas algo, pídelo y te lo daré. ¿De acuerdo?

-Uhm.

Ella cumple lo dicho y se da la vuelta, mirando sus pies. Yo me dirijo al inicio de la enorme tina, y poco a poco me saco la bata. A un lado hay una toalla doblada y encima otra bata limpia. Me pregunto, si así es como tratan a todos los enfermos o heridos. Y si es así, ¿algún día querrán irse a casa? ¿o solo soy yo quien lo está pasando tan bien, pese a todo lo demás?

Me detengo antes de entrar, mirando mi cuerpo. No hay cicatrices. Solo hay un gran kanji marcado con tinta oscura, sé lo que significa. Es el mismo que tenía mi contenedor de chakra, cuando era una marioneta. ¿De verdad lo era? ¿De verdad he dejado de serlo?

-¿Algún problema, Sasori-san...?-Sakura interrumpe el silencio y mi análisis. Casi había olvidado su presencia.

-Ninguno.

-¿Seguro?

Entro al agua, para que deje de preguntarme cosas. El agua está caliente. Es una sensación nueva para mí. Meto el cuerpo entero, y me hundo por completo tomando aire antes. Mi cuerpo se moja, y es abrazado por el agua tibia que calienta cada centímetro de mi piel. Observo mi cuerpo bajo las aguas, estiro mi brazo, luego mi pierna. Observo todo. Alzo la cabeza cuando una sombra se cierne sobre mi, y el rostro de Sakura me sorprende. Salgo de golpe, chocando mi cabeza contra su frente. Ella sale disparada mientras se soba y chilla, yo hago una mueca mientras me froto.

-¿Qué estabas haciendo ahí?-suelto casi con un tono de molesta, aunque estoy más curioso.

Ella tiene una marca rojiza, por el golpe anterior sobre su frente.

-¡Pensé que estabas ahogándote!

-¿En una bañera tan pequeña?

Ella se limpia un poco de agua del rostro, y hace un puchero.

-Parece que estabas observándome.-admito, mientras me giro y me hundo hasta los hombros.

-¡No! ¡No es eso! ¡Claro que no!-comienza, casi gritando con vergüenza. No puedo evitar sonreír mientras le doy la espalda.

Ah, ella es exasperante y algo descuidada. Es... linda.

Rojo Escarlata.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora