-Sakura. ¿Estás segura?
-Lo estoy, Tsunade-sama.
-Pero apenas te lo pedí hoy, no tuviste mucho tiempo para pensar.
-Yo, estoy capacitada para cumplir esta misión.
Y la verdad, es que el dolor en mi pecho es mi mayor motivación. Suspiro, y paso lo que queda del día en el despacho de Tsunade-sama. Me explica la misión, aunque parte de mi atención se ha quedado en el hospital; en aquel cuarto del tercer piso.
Por lo que entiendo, debo investigar a dos personas en específico sin perder de vista cualquier indicio de información favorable. El primero es un shinobi que se ha visto salir de Sunagakure por la madrugada, y el segundo es la persona con la que se reúne. Normalmente, enviarían a un equipo completo. Kakashi-sensei, Sai, Naruto y yo. Pero Kakashi-sensei está en una misión ahora mismo. Sai resultó herido en una emboscada a las afueras de Konohagakure y Naruto es demasiado obvio. Aprecio a Naruto, pero es un idiota. Y probablemente no sea buena idea llevarlo a una misión donde el silencio, la discreción y la reserva sean prioridades. Además, de que Tsunade-sama confía en mí y planeo dar lo mejor aunque haya cosas que no quiera dejar aquí, en Konoha.
Vuelvo algo tarde, pues he estado mirando las armas que tal vez necesite. El apartamento tiene luces encendidas, y hay un montón de gente en las calles debido a la temporada de cerezo. Los cerezos pueden verse desde lejos, están más vivos que nunca. Mientras entro, decido que es algo tarde para cenar y camino directamente a mi habitación. Caigo dormida, no creí que estuviera tan cansada.
Mañana debo partir desde muy temprano.
Desde luego, estaba ansiosa que dejé todo más que listo por la noche; una mochila bastante pequeña con lo necesario dentro, desde agua hasta dinero. La ropa de misión, y por supuesto; los documentos a dejarle al médico que cubrirá mis guardias con Sasori. Ahora mismo, que abro los ojos, no quiero pensar en Sasori. No porque me duela aún lo sucedido, sino que me siento culpable por haber aceptado la oferta de Tsunade-sama. Tal vez debí decírselo antes. Pero, ¿qué estoy pensando? ¿decírselo a Sasori? ¿estamos hablando de mi paciente o de mi padre? Y en todo caso, no le importaría.
Me levanto justo antes de que el sol se abra paso entre el nocturno cielo. Mi cabello está vuelto un desastre, como todas las mañanas.
Tomo una ducha rápida, y tomo las prendas. Me visto cuanto antes, sintiendo una ligera sensación de novedad, ahora no voy a llevar una bata, sino una banda ninja sobre mi cabeza.Mamá me da un obentou, agradezco mientras lo guardo en mi mochila de viaje y salgo del apartamento.
-¡Me voy mamá!
Bajo casi corriendo. Pese a que tengo buen tiempo, estoy emocionada. Si, emocionada por ir a la Aldea de la Arena.
No tardo mucho en llegar a la entrada del Hospital, fuera debería estar Shizune para tomar los documentos y así pueda dirigirme al arco de entrada de Konoha. Sin embargo, Shizune no está, y decido entrar para no perder tiempo.
El hospital se siente extrañamente nostálgico, como si estuviera pidiendo que me detuviera. Jamás había sentido al hospital como un lugar triste, siempre había una chispa de esperanza que me hacía querer ir todos los días. Pero ahora, es diferente. Trato de concentrarme en caminar por la entrada, hasta la barra de información. Shizune está dormida sobre esta.-Pobre. Seguro no ha dormido en dos días seguidos.- murmuro muy bajo, sin despertarle.
Bien, supongo que debo buscar al Doctor personalmente.Salgo de ahí, subiendo al área de consulta. La mayoría de los pasillos están solitarios, a excepción de unas cuantas enfermeras haciendo las labores de último turno. Camino por el área de Medicina Interna, encontrando el consultorio correcto. Golpeo la puerta unas cuantas veces. Pero nadie abre.
Caramba, por favor abra. Debo irme.
Vuelvo a golpear, más insistente pero no hay respuesta.
¿Dejar los papeles dentro sería malo?
No, malo sería perder una misión. Me armo de valor y giro el pomo para entrar, abro la puerta de par en par hacia dentro. Como lo esperaba; está vacío.- Ese doctor... ¿Así cuida de su trabajo? No es conveniente irse así nada más. ¿Qué está mal con él?. -farfullo con un tono molesto mientras me adentro, observo el escritorio lleno de papelería y por un momento tengo compasión. Pues claro, yo no tengo que atender tantos pacientes, tal vez por eso no entiendo lo estresante que llega a ser.
Justo antes de dejar los papeles en el escritorio, una voz me hace saltar desde mi lugar.
De pie en el marco de la puerta, está el Doctor Kurosawa. Kurosawa-sempai como debería llamarle. Sin embargo, no lo hacía porque me parecía inadecuado debido a nuestra poca confianza.-¡E-Etto! ¡Esto es para usted!
Le ofrezco de golpe los papeles, haciendo una reverencia por mi desliz. Necesito que alguien me saque de ahí tan pronto como pueda. Muero de la vergüenza.
-Sakura-chan.- dice, riendo ligeramente. El Doctor Kurosawa es uno de los más jóvenes pero su voz es la de todo un hombre mayor, resulta intimidante. Tiene un largo cabello color perla y unos ojos tan brillantes como el amanecer color naranja. Siempre lleva una coleta, pero aún así tiene un montón de mechones que cubren su frente. No puedo imaginar su rostro ahora. ¿Acaso un semblante de... furia?
Pero alguien furioso no ríe.Alzo la vista, con las mejillas calientes. Quiero salir corriendo.
-¡La-lamento entrar así! Debía entregarle esto antes de irme. ¡Rayos, la misión! Bien, lo veré después. ¡Con permiso!
Salgo a toda prisa, pasando por un lado del Doctor después de que éste acepta los papeles.
Dejando de lado el incidente, mi corazón está palpitante en exageración por otra razón. Entregarle aquellos papeles eran como algo personal. Los registros, evoluciones y entrevistas de Sasori. Todo aquello por alguna razón me pertenece, y eso es lo que siento en mi pecho.
Entregárselo fue dejar una parte de mí. Mi primer paciente. Y más que eso, Sasori para mí significa más, por eso me ha dolido lo que dijo. Por eso estoy llorando justo ahora.Me limpio, saliendo de la estructura. Para mi mala suerte el viento otoñal golpea mi rostro y retira los mechones que cubrían mis ojos. Genial, mi rostro es el de una niña.
Ignoro todo aquello, suspirando con fuerza.-¡Bien! ¡Ahí voy!
Dirijo mis pies hasta la calle principal y me dispongo a dirigirme a mi destino. A cada paso que doy, mi corazón se fortalece a la vez que una sensación revuelve mi estómago. No quiero dejarlo, pero quiero irme.