Nicolás

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Es como si un huracán hubiese pasado por mi vida y se haya llevado con él la luz en menos de un minuto.

Mi madre está como una loca, nunca la había visto así. Siempre supe que le importaba mucho la opinión de los demás, muchas de las cosas que hace o hizo fueron aprobadas por alguien más antes. Le teme tanto al rechazo y al fracaso que ni siquiera se anima a vestirse por sí sola por miedo a que no guste. Pero ya llegó al límite, se está metiendo mí vida de nuevo, pero esta vez no se lo voy a permitir. Me pudo haber alejado de mi familia cuando era chico sí, pero ahora ya estoy bastante grandecito y no voy a dejar que me separe de la persona que amo. La sola idea de que se vaya a otro reino y de que se case con otro me destroza, es como si alguien quisiera arrancarme la piel, aunque la intente colocar de nuevo en su lugar no va a quedar igual, justo como no va a ser igual la vida sin ella a mi lado.

A veces nos preguntamos cómo hacía la gente para vivir cuando no había internet, cuando no había luz eléctrica y la respuesta es simple, ellos no sabían lo que era, desconocían lo que podía hacer, en lo que los podía ayudar. Si me hubiesen intentado arreglar un casamiento hace unos meses no creo que me hubiese importado tanto como ahora, porque en ese entonces no sabía lo que era amar de verdad, no sabía lo que podía llegar a sentir por alguien, ni lo bien que me sentiría si esa persona me correspondiese, no la conocía a ella.

Me levanto de la mesa y me voy corriendo a buscarla. Está en su cuarto, llorando sobre su cama. No lo pienso y voy corriendo hacia ella. La abrazo y le acaricio el pelo, los dos estamos pasando por lo mismo, pero yo ya me lo veía venir porque me prepararon para esto toda mi vida. Escucho pasos alejarse y una puerta cerrarse, luego le susurro palabras tranquilizadoras, le juro mi amor eterno.

-N-no no n-no- empieza

-Shhh, tranquila, estoy acá mi reina, estoy acá

Nos dormimos abrazados. Al otro día me voy a mi habitación para acomodarme mientras ella está en la suya, luego bajamos a desayunar. Esta vez estamos todos pero es como si tuviéramos una nube alrededor que absorbe todos los sonidos y movimientos porque la tensión se puede cortar hasta con una pluma.

-Les quería decir- empieza mi madre- que estuve hablando con un rey amigo y ya arreglamos que Manuela se va a ir a quedar allí por un tiempo- hasta Rodrigo parece sorprendido

-¡¿QUÉ?!- gritamos todos los menores a la vez- ¿Cuándo? ¿Por qué?- pregunta Manu

-Hoy mismo, ya hablamos del por qué anoche querida

-P-pero, pero...- no le salen las palabras

-Yo que vos me voy a mi cuarto a decidir qué es lo que llevarás porque partís a la hora del almuerzo- Manu suelta los cubiertos y sale corriendo.

Durante el resto del desayuno no digo nada por mis hermanitos, ellos no se merecen presenciar una pelea. En cambio, me callo y sigo comiendo sin levantar la vista de mi plato en ningún momento. La mañana la paso encerrado en la sala de juntas, era obvio que mi madre no me iba a dejar pasar los últimos momentos con mi novia.

Unos minutos antes de tener que ir a almorzar voy al cuarto de Manu. Veo a gente salir con maletas en las manos y la veo a ella en el balcón, está apoyada en la baranda, mirando a la nada con un gesto triste, como si estuviera perdida en el paisaje. Voy y me coloco a su lado, sin decir ni una palabra, la rodeo por los hombros con uno de mis brazos y ella apoya su cabeza en mi hombro. Nos quedamos así por no sé cuánto tiempo hasta que nos llamaron, el transporte de Manu ya la estaba esperando afuera.

-Te amo, y eso no va a cambiar aunque estemos separados por miles de kilómetros- digo, ella me abraza con todas sus fuerzas y llora contra mi pecho.

Cuando vamos bajando se nos unen Ámbar, el negro y mi hermano. Una vez en la entrada ella corre hacia su padre. Luego se despide de todos los demás y se sube al auto. Alguien cierra la puerta y ella me mira por la ventana con los ojos llorosos. Cada vez está más lejos, pero no está sola, se llevó parte de mi corazón con ella...

Me salto el almuerzo y me dirijo hacia el cuarto de mi madre, me siento en el borde de la cama y la espero.

-Yo pensé que me querías mamá, que querías que fuera feliz, pero veo que me equivoqué- digo cuando ella pasa por la puerta

-Lo estoy haciendo por tu bien hijo...- no la dejo seguir

-No mientas, ¿No te parece que soy lo suficientemente maduro como para merecer la verdad?

-Para merecer la verdad sí, pero no creo que tengas la madurez suficiente para decidir sobre tu futuro de una manera objetiva y pensando en el pueblo que en poco tiempo vas a gobernar

-¡NO ME DIGAS QUE NO PIENSO EN EL PUEBLO PORQUE DESPERDICIÉ TODA MI VIDA SOLO PARA QUE PUEDAS ESTAR SEGURA DE QUE VOY A HACER MI TRABAJO COMO VOS QUERÉS! ¿No te parece que me merezco tener una vida aparte de ser rey? –digo dolido

-¡¿Cuándo vas a entender que no se puede tener dos vidas?! La única es la de líder y todo lo que hagas tiene que ser para ella.

-¿Así viviste toda tu vida? ¿Acaso quisiste a papá un poquito?- apenas termino de decir eso ella estrella su mano en mi mejilla izquierda, lo único que hago es mirarla sorprendido

-Ni se te ocurra decir que no quise a tu padre... él era mi mejor amigo. Sí, admito que no era amor lo que nos unía, pero ambos entendimos que el deber está primero

-Me pegaste... -intenta hablar pero no la dejo- Papá nunca lo hubiese hecho, él siempre quiso que fuéramos felices, aunque ahora descubro que él nunca lo fue- salgo de su habitación golpeando la puerta

Amor RealDonde viven las historias. Descúbrelo ahora