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9 de Julio

Gruño. Eso es lo único que puedo hacer, sabiendo que no puedo hacer nada mas. Amo a mi pequeño con todo mi corazón, pero cuando patea sin control a las dos de la mañana, me saca de quicio.

Trato de calmarlo acariciando mi vientre y, por suerte, se calma un poco. Suspiro. Los mellizos me tuvieron persiguiéndolos por toda la casa mientras gateaban, así que necesito dormir lo mas que pueda antes que se despierten. Pero mi pequeño no piensa lo mismo cuando empieza a patear fuertemente de nuevo.

Me doy por vencida.

-Juan- le digo en el oído ya que su cara está en mi cuello. Se remueve un poco- Cariño...- se que le gusta que lo llame así.

Su cara se remueve de mi cuello y levanta su brazo y pierna de sobre mi. Cuando, su cuerpo se aleja, extraño el calor que emana y siento un poco de frío.

-Déjame ver quien quiere que- dice antes de sentarse e intentar levantarse.

Adoro que esté dispuesto a ser él quien se encargue de los mellizos a la hora que sea, pero en este caso me da risa.

-No es eso- le digo con una sonrisa aunque no me puede ver gracias a la oscuridad- Vuelve a como estabas antes- sin pensarlo dos veces, Juan se vuelve a enredar conmigo- Tu hijo no me quiere dejar dormir y se que se calma cuando le hablas.

-Pequeño- susurra mientras se acuesta a la altura de mi vientre- Sabes que te amamos y que nos encanta sentirte- le dice a mi vientre- Pero ahora mamá necesita dormir porque tus hermanos cada día encuentran maneras para volverla loca- me río- Y si mamá se despierta, ella despierta a papá.

-En esto estamos los dos. Así que si no puedo dormir, tu tampoco.

-Siempre princesa. Siempre.

Al escuchar la voz de su papá, mi pequeño sorprendentemente se calma. Así que, después de darme un beso en el vientre, Juan vuelve a mi altura y se enreda a mi lado. Le acaricio la espalda y escucho come gruñe de la satisfacción.

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Camino de un lado al otro acariciando mi vientre mientras que la abuela de Juan me mira atenta con una pequeña sonrisa en los labios. Los mellizos están con Juan mientras él ve sus motos.

-¿Tienes hambre?- su pregunta me hace voltearme a verla y me sonrojo- Ven, vamos a ver que hay por aquí- se levanta del sofá y empieza a camina hacia la cocina- Los bebés Londoño comen como si fueran cinco.

Me río y la sigo. Nunca le digo que no a la comida y menos si es de la alguna de las abuelas de Juan.

Estamos en la finca de Juan, o como Juan me dijo que la llamara: nuestra finca. Es gigante, con una gran casa, establos y rodeada de campo donde Juan puede montar caballos y conducir sus motocicletas. La compró justo antes de conocernos y estuvo bajo remodelación durante mi embarazo con los mellizos así que los mellizos y yo la conocimos después de que nacieron.

-Siempre quise tener bisnietos- comenta mientras saca cosas de la nevera- Y cuando me enteré sobre los mellizos no pude estar más contenta- sonrío- Pero también porque Juan volvió a ser el Juan de antes.

-Casi todos me han dicho eso y a veces no entiendo como pude haber cambiado a Juan- admito- Entiendo que Juan ahora es parte de una familia y se controla, pero no me puedo imagina a Juan sin ser tan cariñoso, atento...

Mi Pequeño Gigante 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora