La Caida

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La noticia de la nueva creación de Padre se esparció por el Cielo como pólvora fresca. Todos los ángeles estaban expectantes, impacientes por ver lo que vendría a continuación. Su padre se ausento del Cielo por un gran tiempo, y cuando regreso, le enseño a todos sus ángeles la nueva creación: los seres humanos. Sus hijos mortales. 

Eran criaturas extrañas, y para muchos algo retrogradas pues esos seres se dejaban llevar por sus sentimientos e ideas, sin tomar en cuenta el mandato divino. Lo que hizo que muchos ángeles se sintieran consternados, pues su Padre le había regalado a la humanidad el "libre albedrío" ¿Qué era eso? Fue lo que muchos se preguntaron, pero nadie le tomo la suficiente importancia. Al final de cuentas eran soldados, creados con el único propósito de amar y servir a su Padre. Y los ángeles también conocieron aquello que volvía a los humanos tan bellos: su alma. Esa increíble luz que brillaba en el interior de cada uno de ellos. Tan distinta y tan preciada. Tan diferente de la gracia de los ángeles. 

Su padre creo en el Cielo un lugar especial para las almas de los humanos, para que pudieran descansar una vez que su tiempo en la Tierra hubiera terminado. Y le designo a los ángeles  nuevas funciones, convirtiéndose en su mayoría en protectores y guías de los humanos. El Cielo parecía empezar a brillar con una nueva gloria. 

Aunque no todos lo veían de esa forma. 

Alexander fue el primero en darse cuenta de ello. 

Fue el primero en ver como la llegada de los humanos había cambiado algo en Lucifer. 

El arcángel dejo de prestarle atención a los entrenamientos. Dejó de bromear con sus hermanos y su guarnición. Ya no voló por el Cielo con alegría, ni alabo a su Padre.  Innegablemente algo en su interior se había oscurecido. Alec podía verlo en las horas en que Lucifer se sentaba en su torre a observar a la humanidad. Largas horas pasaba el arcángel con uno de los espejo que su padre les había proporcionado a todos en el Cielo para ver la Tierra. Y con cada minuto que pasaba el arcángel más fruncía el ceño, en una mueca de disgusto, de ira.

-Míralos- rumio con labios apretados- Son como insectos. Ni siquiera se detienen a agradecerle a nuestro Padre de su existencia. Se creen los dueños del mundo, pero únicamente son unas insignificantes sabandijas. 

-Lucifer- musito Alec consternado- ¿Por qué dices eso? Ellos no...

-¡Por favor, Alexander!- grito furioso- No me digas que tu no ves la inmundicia de esos seres. Tan bajos y ruines. Algunos de ellos ni siquiera creen en nuestro Padre. Deberíamos acabar con todos ellos. Limpiar el mundo tan bello que creo nuestro Padre.

-Hermano... por favor dime que no hablas en serio. Ellos también son creación de nuestro Padre y el...

-Se equivoca-le corto Lucifer- Esta cegado por esos seres. Ya verás. Ellos serán la ruina del Cielo.

Alexander no le respondió. Lucifer arrojo el espejo contra la pared, haciendo añicos, y salió de la habilitación colérico. 

*** 

-Algo te preocupa- señalo Magnus, sentándose a su lado. El pasto seguía húmedo con el rocía de la mañana, pero no pareció importarle al ángel quien siempre estaba al pendiente de su ropa.

-Tengo miedo- admito Alec con un hilo de voz. 

-¿Porqué? 

-Por Lucifer. No ha sido el mismo los últimos días. 

-Eso he escuchado- dijo Magnus- Pero no son los únicos rumores que corren en el Cielo.

-¿De qué hablas?

El Ángel y la Princesa del Infierno de Rosas (Alexander Lightwood)Where stories live. Discover now