Seis meses. El tiempo a veces pasaba volando y los minutos parecían estrellas fugaces, pero en otras ocasiones los segundos se demoraban tanto en terminar y dar paso al siguiente que Kori podía saborear el cúmulo de negatividad y desagrado que ese tiempo lento le brindaba.
En ese medio año junto al asesino muchas cosas cambiaron en ellos, pero no entre ellos. Einzel estaba últimamente radiante, más hermoso que de costumbre y más efectivo. Trabaja el doble pero era más rápido, más letal, más silencioso y, sobretodo, más caro. Parecía que sus servicios habían mejorado y si antes sus superiores lo tenían en un pedestal ahora le habían regalado un trono de oro y le hacían reverencias allí a donde iba.
Además su piel pálida se veía más tersa y luminosa, sin decrepitud alguna. Sus ojeras oscuras se habían reducido a unas simples y casi imperceptibles rayitas que solo podían apreciarse de vez en cuando, como garabatos a medio borrar. Su cuerpo se había agrandado ahora que tenía algo más de tiempo libre para ejercitarse y potenciar el tamaño de sus sorprendentes músculos.
Sus gestos no fueron más veces taciturnos, sinó que andaba, gesticulaba e incluso comía, con vigor. Estaba más lozano pese a que su forma fría de mirar a los demás y su tono de voz reacio y dominante no habían cambiado en absoluto. Ahora quizás gritaba más. Corrección: Le gritaba más a Kori. Le insultaba, le humillaba, le pegaba y lo follaba sin compasión. Kori deseaba morir a veces pero cuando veía su sonrisa radiante se le pasaba, le hacía sentir útil, aunque después la montaña de mierda que tenía en su cabeza le causara una avalancha de inquietud y tristeza.
Una vez Kori escuchó a Einzel enfadado y gritando sin que fuera él el objetivo de su furia, aunque sabía que sí tenía que ver en su enojo. Fue a los tres meses, cuando Marcus y Einzel hablaban durante una madrugada tranquila de sábado. El hombrecillo le había dicho al asesino algo de lo que Kori, que escuchaba tras la puerta, solo entendió su propio nombre. Hubo silencio después y Kori casi pudo sentir físicamente la mirada asesina de Einzel hacia Marcus. Era tan intensa que no necesitaba estar ahí para saber cuando sucedía. Después sí que entendió algo más, Marcus le dijo a Einzel algo como que sus ojos habían cambiado, creyó haber escuchado un ''¿Es él quien ha hecho que dejen de estar muertos y por eso luce así el pobre, tan demacrado?''. Kori no comprendía de qué hablaban, para él los orbes de Einzel seguían siendo como dos círculos de agua del mar muerto. Después de eso Einzel alzó la voz y Kori se tapó los oídos.
No escuchó lo que dijo pero hubo un par de gritos y un golpe seco. Una disculpa tímida fue el fin de la charla y Einzel entró enfadado en la habitación.
Esa noche se desquitó con él y de algún modo u otro le hizo sentir culpable por lo sucedido.
Le hizo yacer en su regazo y lo golpeó con el cinturón hasta que estuvo tan aterrado que comenzó a desvariar. Los latigazos con el cinturón de cuero eran horribles y cuando le tocó el turno de azotar a la hebilla Kori pensó que se desmayaría de dolor e incluso lo vociferó para advertir a su novio -Sí, así le llamaba; le hacía sentir reconfortado-; Pero las palabras también lo laceraban y dejaron su corazón marcado al rojo vivo.
Ese asesino despiadado y avieso le dijo al compás de sus azotes que era una pequeña desgracia que no debería haber nacido y solo merecía sufrir, que no causaba nada más que molestia a su alrededor.
Y Kori solo pensó que era verdad. Lo único que pensó mientras aquel hombre lo maltrataba era que lo merecía.
En cada lágrima que derramaba veía el reflejo de la fotografía sonriente de su madre que había justo encima de la lápida y cuando creía que su cuerpo no podría tomar más sufrimiento, un vacío se formaba para acogerlo. Simplemente nada podría castigar lo suficiente a Kori como para que se sintiera exento de su pecado.
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Cuestión de vida o muerte (Yaoi) [En Amazon]
Short StoryKori no tiene nada bueno en su vida, pero tiene una razón para vivirla, una razón lo suficientemente grande como para contratar a un sicario incluso estando casi sin blanca. Él no sabe que al infierno se va en vida, que los hombres son los mayores d...