CAPÍTULO 4- Vida y dignidad

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Por suerte para el más pequeño el edificio donde Einzel residía no estaba a más de unos minutos así que tras guardar el arma el susodicho jaloneó y empujó a su pago durante un rato corto hasta que llegaron a las puertas del lugar.

Marcos saludó a Einzel de forma fría y con una mirada de complicidad, pero su rostro cambió totalmente al percatarse de quien lo acompañaba.

Primero esbozó una sonrisa totalmente igual que la que le regaló a Kori el primer día que lo vio. Parecía calcada, un molde más que un gesto natural. Ahí Kori se percató de que algo permanecía en el rostro de ese hombre mientras cambiaba de alegre a preocupado, era un profunda compasión por él.

Por eso todos habían sido tan amables cuando fue aquella vez, porque les daba lástima y aunque eso le sentó como una patada en el estómago, se dijo a sí mismo que no tenía de qué sorprenderse, ese era su sello, su impronta, la pena que daba, la miseria y desgracia que expiraba por cada gota de oxígeno que su cuerpo robaba para seguir viviendo.

-¿Einzel, pasa algo con tu cliente?

- Pasa que es un moroso de mierda, pero descuida, me las va a pagar ahora- Marcos no miró mal a Kori por aquellas declaraciones, aún sabiendo que no debía mostrarse indulgente cuando un cliente no pagaba, pero es que realmente no podía ver al muchacho con malos ojos.

Daba esa imagen de cachorrito perdido que lo ablandaba, pero desgraciadamente eso no parecía funcionar con Einzel.

Entraron en la sala de espera y Kori comenzó a sentir ansiedad por todo su cuerpo, avanzaban deprisa y cada vez se aproximaba más su destino. Tenía demasiado miedo, no conocía a ese hombre y solo sabía de él rumores de su parte más feroz, si es que no era esa su única faceta, además estaba preocupado por el resto de sus problemas.

Y no es que fueran cosa baladí.

Él y Roy no compartían piso de una forma precisamente legal. El casero alquilaba aquella vivienda solo para una persona y en caso de que quisieran instalarse dos había advertido que el precio del alquiler subiría hasta las jodidas nubes, por eso Roy había metido a Kori ahí de estrangis y este había aceptado vivir escondido siempre que el casero andara cerca.

Era la opción más asequible, pero ahora que Roy había muerto él no podía seguir viviendo ahí, a efectos legales era como si llevase sin hogar meses, además, aunque pudiera quedarse no podía pagar el alquiler completo él solo de ninguna forma posible.

Fuera como fuera ahora tenía otras preocupaciones y por mucho que lo deseara, no podía parar de prestarles atención.

La puerta central fue abierta con una fuerza innecesaria y dentro de ella halló una cama grande de sábanas verde militar, un buró oscuro y un pequeño escritorio con un portátil encima.

Era una habitación austera y demasiado frívola como para imaginar que alguien vivía allí. No tenía en ninguna esquina un solo resquicio de calidez, era la estancia menos hospitalaria que había visitado jamás, cosa sorprendente sabiendo que los últimos años los había pasado con un drogadicto y, anteriormente, con su abuela, quien lo despreciaba.

Incluso en un hogar sin afecto podía sentirse más acogido que entre aquellas cuatro paredes.

- Pu-puedo empezar por un baile si quieres, como el de la última vez...- musitó con un hilillo de voz.

Miró a la cama fijamente, imaginando su cuerpo entre las arrugas de la tela y las poderosas manos del sicario. Una arcada lo doblegó haciendo que tuviera que sostener su estómago; no era que Eizel le causara repugnancia, o no su cuerpo al menos, era totalmente atractivo y el hombre más deseable que jamás había conocido, pero su imaginación volaba cuando caía en el infortunio de recordar su oficio y ahí comenzaban sus náuseas, además se sentía tan nervioso y primerizo que tenía el cuerpo entero agarrotado y revuelto por dentro.

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