CAPÍTULO 7- Ángel o demonio

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Un coche gris y no demasiado lujoso pasó por la zona tranquilamente, alumbrando el barrio con sus focos si es que su luz artificial pudo disipar siquiera un poco de la oscuridad que allí mora. Se levantó una susurrante oleada de murmullos, como un viento de otoño con el correspondiendo crujir de las hojas caídas, pero esta vez era diferente, los ruidos hablaban, sospechaban y se preguntaban.

¿Que hacía un coche tan normal allí? En la ciénaga de la prostitución, el cauce de la delincuencia, el centro de la maldad. En esas calles se cambiaba sexo por el dinero más manchado de sangre y abundante que uno pudiera imaginar y eso hacía que los clientes tuvieran presentaciones sinceras y horrendas.

Allí los asesinos, los mafiosos y los traficantes no tenían que esconderse y pisaban a fondo el acelerador de sus coches caros conseguidos a costa de Dios sabe quién, sin embargo, aquel vehículo era tan común que desentonaba.

Parecía uno de esos que puedes ver cientos de veces repetidos con solo asomarte a la ventanilla del turismo mientras vas por la autopista. En cualquier lugar pasaría desapercibido, menos en ese.

Entonces Kori cayó. Pasar desapercibido. Ya había oído eso antes.

Y por si no fuera poco las acciones del conductor le dejaron claras sus sospechas. Pasó por su lado de casualidad y cuando los focos alumbraron su rostro pálido y aterrado el coche dio marcha atrás y un frenazo ruidoso que alertó a la gente.

A nadie le interesaba montarse en el vehículo de un conductor temerario y menos si conducía un coche tan barato. Las mujerzuelas se alejaron de la zona pero Kori solo pudo quedarse inmóvil viendo la ventanilla.

Los cristales estaban tintados pero algo al otro lado le escrutaba el alma y lo hacía temer. Podía sentir el azul frío y sin vida. Lo notaba como algo físico que atravesaba el cristal y su negrura para clavarse en su pecho.

La puerta se abrió desplegando una nube de polvo que impactó en el rostro de Kori, haciéndole cerrar los ojos. Pero sin embargo ya era demasiado tarde, había visto a Einzel de pie sobre la gravilla de la calle e iba a por él.

- ¡Maldita zorra!- gritó. Muchos se giraron a observar discretamente, pero nadie se acercaba.

Y nadie se acercó cuando Einzel golpeó a Kori en la cara, tumbándolo de un solo golpe.

La sangre en sus fosas nasales ya comenzaba a molestarle, no podía respirar bien y realmente necesitaba tomar aire para gritar o sinó ese inmenso dolor le desgarraría el cuerpo.

Las palmas de las manos y las rodillas se le rasparon contra las piedras del piso cuando Einzel lo hizo caer por el golpe, pero aún podía levantarse y huir.

Huir lejos para no encontrarlo jamás y vivir una vida nueva. Una buena vida.

Pero no pudo, las piernas le flaqueaban y el hombre lo dejó tirado bocarriba con un puntapié en las costillas. Ardía como fuego líquido, allí donde la patada había dado Kori sentía un núcleo de calor y agonía que se extendía por todo su cuerpo consumiéndolo.

Chilló de dolor y aulló mientras la segunda patada lo obligó a hacerse un ovillo tembloroso en el suelo.

Se agarró la barriguita con una mano y con la otra se tapó el rostro. El asesino probablemente ya lo sabía pero Kori quería que nadie viera cómo lloraba. Unos pasos se escucharon en la lejanía y después una voz decidida y grave.

Después Einzel lo dejó en paz unos segundos y un sonido atronador se dirigió hacia el cielo.

Gritos colectivos y un casquillo cayendo al suelo.

- ¡Como alguien más pretenda acercarse a él le pego un tiro!- Dios santo, pensó Kori, la voz de Einzel sonaba tan furiosa.

Pero no tuvo tiempo a ponerse a pensar en que le sucedería o cómo librarse. Fue tomado del brazo sin cuidado alguno y arrojado al coche. Se golpeó la cabeza con el asiento del fondo y se abrazó a sí mismo llorando el resto del viaje.

Cuestión de vida o muerte (Yaoi) [En Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora