Capitulo 6

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—No puedo —contestó Niall con cara de pocos amigos, una expresión que a _________ empezaba a resultarle familiar—. Tengo que terminar estos informes para mañana por la mañana y al paso que voy tendré que estar delante del ordenador toda la noche.
—Me ofrecí a ayudarlo. ¿Recuerda?
— Sí, ya —murmuró él, estudiándola con atención—. ¿El ofrecimiento sigue en pie?
La pregunta había sido hecha con lentitud, como si le costara un mundo admitir que necesitaba ayuda.
—Claro que sí.
Sus planes de cenar en alguna terraza agradable se iban por la ventana, pensó.
—Tengo que pasar al ordenador varios informes.
—No me importa hacerlo, Niall —dijo entonces ella, tuteándolo por primera vez—. Dime lo que necesitas y te echaré una mano.
—Podría pedir una pizza para cenar —sugirió él.
—Muy bien —asintió ________, dejando a Nathaniel en el suelo con uno de sus juguetes favoritos—. ¿Por qué no me dices qué es lo que tengo que hacer?
—Tengo el borrador de los informes escrito a mano —dijo Niall, señalando un montón de papeles sobre la mesa. _________ se inclinó para echarles un vistazo.
Estaba suficientemente cerca como para que pudiera oler su colonia, un aroma fresco y masculino.
Niall pulsó el ratón del ordenador.
—Este es el formato que uso para los informes. Es muy sencillo.
—A ver…
_________ se inclinó un poco más para ver la pantalla, tanto que podía sentir el calor que irradiaba el cuerpo del hombre. De nuevo, se sintió abrumada por su potente masculinidad.
Intentaba concentrarse en la explicación, pero no podía dejar de mirar aquella mano fuerte, los antebrazos musculosos, el bulto de los bíceps bajo la camiseta…
Niall Horan parecía estar en muy buena forma física y _________ recordó entonces los cinco kilos que le sobraban y que no había podido quitarse desde que nació Nathaniel. Cinco kilos que se negaban a despegarse de su cuerpo.
—¿Crees que podrás hacerlo? —preguntó Niall, volviéndose. Sus caras estaban muy cerca, sus labios casi rozándose… ________ se quedó sin aire.
Los profundos ojos azules del hombre se hicieron más oscuros, casi como el azul de una piscina en la que ella hubiera querido ahogarse.
—Claro que podré hacerlo —contestó. Su voz sonaba como si llegara de muy lejos.
—Muy bien. Solo tengo una pregunta más.
—¿Qué?
—¿De qué te gusta la pizza?
—¿Pizza? —murmuró _________, como si no supiera de qué estaban hablando—. Ah, me da igual. De cualquier cosa.
—De cualquier cosa —repitió Niall.
_________ se había puesto colorada y disimuló, apartándose para que él pudiera levantarse de la silla. ¿Qué pensaba, que iba a preguntarle si podía besarla?
¿Por qué iba a querer que Niall Horan la besara? El no era nada más que la desgraciada víctima de un accidente, nada más que un hombre muy desagradable que el destino había puesto en su vida durante unos días.
—Tendrás que echarle un ojo a Nathaniel. No puedo trabajar y vigilarlo al mismo tiempo.
—¿No podemos atarlo? —preguntó él, de broma. Antes de que _________ replicase como se merecía, Niall levantó una mano—. Vale, vale. Ya veo que eso está fuera de cuestión. Yo lo vigilaré, pero como se acerque a mí llevando en la mano algo que se parezca remotamente a un arma, llamo a la policía.
_________ soltó una carcajada. Bajo esa fachada antipática y huraña, había un sentido del humor que estaba empezando a gustarle.
Pero debía ponerse a trabajar. Sería mejor concentrarse en el ordenador y poner la mayor distancia posible entre ella y Niall Horan.
Debía admitir que lo encontraba muy atractivo. Y también podría admitir que había cierta tensión sexual cuando estaban juntos. Pero desde luego, Niall no era la clase de hombre que quería en su vida.
Su relación con Bill había sido un error. Y tener una relación con Niall sería una locura.________ sonrió para sus adentros, sorprendida de que una sencilla mirada pudiera despertar tales consideraciones.
Pasaría los informes al ordenador, compartirían la pizza y después retomaría sus vacaciones como si nada hubiera pasado. Con aquello en mente, puso las manos sobre el teclado y empezó a trabajar.

Niall se echó hacia atrás en el sofá y estiró las piernas por debajo de la mesa, tarea difícil porque para hacerlo tenía que apartar primero con el pie la basura que había en el suelo.
No había querido pedirle a _________ que lo ayudara, pero después de una hora intentando pasar los informes, estaba desesperado.
Cuando Nathaniel se acercó con un camión en la mano, Niall frunció el ceño. Afortunadamente, era de plástico. Si hubiera sido de metal, se habría preocupado.
—Tamión —le dijo el niño, ofreciéndole el juguete.
—Sí —murmuró Niall, mirando a la mujer que estaba sentada frente a su ordenador.
Un momento antes, cuando ella se había inclinado para ver la pantalla, estaban tan juntos que en lo único que pensaba era en besarla. Había sido un lapsus momentáneo y, afortunadamente, no había seguido su impulso.
Aun así, lo que ese impulso le había hecho pensar era en la vida de monje que llevaba desde unos años atrás.
Lo que necesitaba era encontrar una mujer que creyera en las mismas cosas que él: nada de compromisos, nada de relaciones estables, solo pasar buenos ratos juntos, sexo y nada más.
Niall sabía bien que ________ Criswell no entendería esas reglas. Ella no solo esperaría, sino que exigiría un compromiso. Además, solo estaría en Florida durante unas semanas antes de volver a Kansas para seguir buscando a su príncipe azul.
Con un poco de suerte, podría manipular su sentimiento de culpabilidad por el accidente para que le hiciera un par de comidas antes de que volviera a casa. Pero nada más.
Pensando en eso, tomó el teléfono y marcó el número del restaurante italiano. Dos minutos más tarde, había pedido su pizza favorita, la que llevaba de todo. Después de colgar, se sobresaltó al ver que Nathaniel había saltado al sofá y estaba mirándolo con sus ojitos azules.
—Tamión —repitió el niño, ofreciéndole el juguete de nuevo. Sus ojos sostenían los de Niall sin parpadear, completamente concentrado como solo podía estarlo un niño pequeño.
Con un suspiro de resignación, luchando contra lejanos recuerdos que le hacían sentir alegría y dolor al mismo tiempo, Niall tomó el camión.
Nathaniel sonrió.
— ¡Mami! —gritó, señalando a ________.
— Sí, ya lo sé. Es tu mamá — asintió Niall. Habían pasado casi cinco años desde la última vez que tuvo cerca a un niño de la edad de Nathaniel.
Y durante ese tiempo, había tomado la decisión de no relacionarse con niños nunca más. No comía en restaurantes familiares, no iba al zoo ni al parque de atracciones y no solía ir al cine cuando la película era para menores de dieciocho años. Pero no había forma de evitar a aquel crío que parecía decidido a conectar con él de cualquier forma.
—Luz —dijo Nathaniel entonces, señalando la lámpara.
—Luz —asintió Niall, preguntándose si iba a tener que repasar el repertorio completo de vocabulario mientras el crío señalaba cada objeto.
Nathaniel se puso de pie en el sofá y se apoyó sobre su pecho.
—Papá —dijo el niño entonces.
Sin previo aviso, apretó la nariz de Niall. Las diminutas uñas eran como pinzas de cangrejo y Niall soltó un grito de protesta.
—¡Suéltame!
— ¡Papá! —gritó Nathaniel, sin soltar su presa. _________ se volvió y al descubrir la escena, se puso la mano en la boca.
— ¡Nathaniel, suéltalo! —gritó, levantándose de la silla.
Nathaniel le ofreció una sonrisa angelical.
—Papá.
—Niall no es tu papá, cielo —dijo ella, inclinándose para soltar la manita del niño.
Niall sintió como una corriente eléctrica cuando los pechos de ________ rozaron su cara. Casi podría creer que merecía la pena perder la nariz si podía disfrutar de aquel momento de placer.
Cuando consiguió apartar al niño, lo puso en el suelo y lo miró muy seria.
—Eso no está bien, Nathaniel —lo regañó, antes de mirar a Niall—. ¿Te ha hecho daño?
De nuevo, se inclinó sobre él para inspeccionar la nariz. Estaba tan cerca que podía ver los puntitos dorados en sus ojos verdes. Sus labios estaban entreabiertos, como esperando el beso de un amante, y podía sentir la calidez de su aliento en la cara.
De repente, estaba demasiado cerca. Y era demasiado atractiva.
—Estoy bien —dijo Niall, apartando la mirada—. A menos que necesite la inyección del tétanos.
—No creo que sea necesario —replicó _______, incapaz de disimular una sonrisa.
—Pues será mejor que encuentres a tu príncipe azul cuanto antes. Ese niño tiene una fijación con su padre.
—Papá —repitió Nathaniel entonces, señalando a Niall.
—Debe haberlo aprendido en la guardería —dijo entonces ________, con expresión preocupada—. Es la primera vez que lo hace.
Antes de que pudiera seguir hablando, alguien llamó a la puerta.
—Debe de ser la pizza —dijo Niall, sacando un billete de veinte dólares de la cartera—. ¿Te impor-ta? —preguntó, ofreciéndole el dinero.
—Claro que no —contestó ella, tomando el bille¬te. Unos segundos después, volvía con la pizza—. ¿Dónde quieres cenar, aquí o en la cocina?
—¿Por qué no cenamos en la terraza?
Aún podía sentir el roce de sus pechos en la cara, seguía oliendo su perfume. Dentro de la casa hacía demasiado calor y le parecía, de repente, demasiado pequeña. Necesitaba salir, respirar aire fresco.
—¿Una terraza? —repitió _______, mirando a Nathaniel—. No querrás llevarnos a la terraza por alguna razón especial, ¿no?
—Te prometo que no tiraré al niño al mar —rió Niall—. Además, la terraza tiene barrotes, así que no puede caerse.
—Ah, bueno. En ese caso…
—¿Por qué no llevas a Nate y vuelves después por la pizza? —sugirió Niall—. La terraza está en uno de los dormitorios.
—¿Cuántos dormitorios tiene la casa? —preguntó _______, mientras lo seguía por el pasillo.
—Tres.
Pasaron delante de dos puertas cerradas y luego entraron en lo que debía ser su dormitorio. Era una habitación grande con una terraza de puertas correderas desde la que se veía el mar.
Niall solía sentarse allí, viendo cómo la tarde oscurecía el cielo azul, luchando para no quedarse dor¬mido porque a menudo sus sueños estaban llenos de pesadillas.
Aunque la cama no estaba hecha, la habitación parecía relativamente limpia. No había signos de visitas femeninas, ni nada por el estilo.
—Es precioso —exclamó ________ cuando salieron a la terraza—. Tiene una vista maravillosa.
—En Kansas no hay nada así, ¿eh?
Ella sonrió, mientras dejaba a Nathaniel en el suelo.
—Desgraciadamente, no. ¿Por qué no te pones cómodo mientras yo voy a buscar la pizza y algo de beber?
—Cerveza para mí. Si tú no quieres cerveza, seguro que hay algún refresco en la nevera —dijo Niall, sentándose en una de las sillas.
Había sido buena idea cenar en la terraza. Allí no podría oler el perfume de ________. La brisa llevaba hasta su nariz el olor del mar y esperaba que el aire fresco hiciera desaparecer la repentina oleada de de¬seo que había sentido unos momentos antes.
Nathaniel se puso el dedo en la nariz.
—Nadiz.
—Sí, nariz. Pero no vuelvas a intentar rompérmela.
—Odeja —dijo el niño, tocándose la suya.
—¿Qué estás haciendo? ¿Intentando demostrarme lo listo que eres?
Antes de que Niall pudiera evitarlo, una imagen apareció en su mente… la visión de otro niño de ojos marrones.
Bobby. Su hijo. Bobby también jugaba a aquel juego. Se señalaba la barriga y decía: Badiga, levantándose la camiseta para mostrar una oronda barriguita. Esa era la señal para que Niall empezara a hacerle cosquillas con las que el niño no podía parar de reír.
La emoción surgió de forma inevitable, haciendo que Niall sintiera un nudo en la garganta. Intentando disimular, miró hacia la playa, con los ojos humedecidos.
Nathaniel se acercó entonces. El pequeño apoyó la cabeza en su costado y dio un golpecito en la escayola, como si hubiera sentido que estaba triste, como si quisiera consolarlo.
Niall tuvo que hacer un esfuerzo para controlarse. Hubiera querido apartar a Nate para escapar de las emociones que lo embargaban. Y a la vez, hubiera deseado tomarlo en sus brazos, respirar su olor a niño, perderse en las emociones que explotaban en su interior.
Con una mano, acarició el pelito suave del crío, intentando controlar el dolor que rompía su corazón.
Bobby… Bobby, ¿dónde estás? La pregunta salía de su alma.
—Aquí estoy.

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