PROLOGO

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DISCLAIMER: Yuri on Ice no me pertenece.

ADVERTENCIAS: Mismas que en la primera parte, es decir, muerte de algunos personajes (y otros más que ya están muertos), leve uso de OC's y creo que eso es todo.

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Celestino Cialdini se paseaba inquieto por la enorme sala de la mansión del presidente Felstman.

Pese a no ser su primera vez en ese lugar, se sentía justamente como si lo fuera, como si recién acabara de ser nombrado Vigilante jefe. Detuvo su marcha para contemplar el enorme reloj dorado del que provenía el "tic tac" que resonaba en toda la habitación y que aumentaba sus ya de por sí alterados nervios. Había estado retenido ahí por más de una hora sin que nadie le dijera nada.

Ansioso, se pasó una mano por el cabello. Yakov Feltsman nunca dejaba nada al azar, por lo que seguramente dicha espera era una táctica de tortura psicológica (y si lo era, estaba funcionando de maravilla) para hacer que se planteara los miles de escenarios posibles: quizás no sería el presidente, sino agentes de la paz quienes lo recibirían; o que no lo condujeran a su oficina sino a la prisión. Pudiera ser que incluso aguardara por él un pelotón de fusilamiento.

Sobreponiéndose al temblor de sus manos, extrae un medallón dorado y lo abre, dejando al descubierto una pequeña fotografía en la que aparece una mujer con cabello negro muy rizado y un niño sonriendo.

"Tal vez no sería tan malo..."

La enorme puerta de madera se abre y de ella sale una mujer vestida con un llamativo traje rojo, a quien reconoce como la secretaria personal del presidente.

-Sígame, por favor. El señor Feltsman lo atenderá ahora.

Asiente sin comentar nada y se deja guiar por los extensos pasillos que ya conoce de memoria, luchando por mantener el temor a raya con relativo éxito.

Apenas fue convocado por el presidente, canceló todos sus compromisos inmediatos con el fin de no acrecentar la ira que con certeza sentía el mandatario luego de todo lo ocurrido. Tragó grueso. Naturalmente, Feltsman querría discutir lo acontecido en los recién concluidos Juegos del Hambre o mejor dicho, echarle en cara y recriminarle por los errores que a su parecer cometió en esa emisión y en la anterior. Su esperanza, era que le diera la oportunidad de justificarse antes de pasar directamente a la sentencia.

La secretaria se detuvo a unos cuantos pasos de la oficina y Celestino supuso que tendría que recorrer el tramo faltante solo. Tras armarse de valor, llamó a la puerta y hasta recibir la autorización pertinente, se atrevió a entrar.

La habitación se encontraba sumida en relativa obscuridad, con las magníficas cortinas rojas corridas a lo largo del ventanal, obstruyendo la luz y por unos minutos, temió que todo se tratara de una trampa, que el suelo fuera a abrirse bajo sus pies y le aguardara una caída mortal (y por si las dudas, se recorrió hacia un lado), o que algún agente se ocultara entre las sombras de los muebles y lo emboscara. Sin embargo, apenas divisó al presidente parado junto a su escritorio, dándole la espalda, experimentó un leve alivio. Feltsman no acostumbraba ensuciarse las manos a menos que fuera muy necesario, y aunque él fuera el Vigilante jefe, un cargo de relativa importancia, estaba convencido que el otro no se tomaría tantas molestias.

Finalmente, tras unos minutos que le resultaron más bien horas, el hombre más poderoso de toda la nación, se dio la vuelta para mirarlo.

-¿Te advertí o no desde el año anterior que esto iba a pasar?

La pregunta lo tomó desprevenido, tanto, que no consiguió articular palabra. De todas formas, no tenía mucha importancia. Sin importar su contestación, el resultado sería el mismo.

Breaking pointDonde viven las historias. Descúbrelo ahora