Cuatro conejos, una bolsa repleta de verduras recolectadas en el bosque, otra con golosinas y dos docenas de panecillos, son lo que resta por repartir en la que será la última de las entregas del día.
A raíz de su excelente fortuna, Yuuri adoptó como costumbre repartir el abundante excedente que tenía en su despensa a amigos y conocidos de su familia, así como a otras personas que lo necesitaban. Dado el poco tiempo que pasaba en el distrito, le pidió a Viktor que lo ayudara con las reparticiones y éste accedió sin dudar, además que decidió imitarlo, pensando que igualmente contaba con deudas pendientes y gente a la que necesitaba compensar; lo que le daba como beneficio adicional que tenía algo en qué ocupar su tiempo libre.
Espera a que Yurio le indique con un silbido que la puerta principal está cerrada y las marcas de neumáticos en la delgada y recién formada capa de nieve son nuevas, antes de empujar la reja, que en realidad no estaba cerrada, cargar a Vicchan y entrar al edificio de apariencia sombría que tanto pavor le ocasionó en el pasado: el orfanato.
Yurio ya lo está esperando a una prudente distancia de la puerta trasera. Su rol era fungir como vigía, trepando sin dificultades por una de las paredes de ladrillo para revisar el interior y cerciorarse que era seguro. Aunque lo que hacían no era ilegal, si no eran prudentes se exponían a que personas indeseadas los descubrieran y les confiscaran los alimentos, algo que Viktor procuraba evitar a toda costa.
Terminó el tramo final por su cuenta sin que Yuri variara su posición, lo que le hizo esbozar una sonrisa que se esforzó por ocultar. Lo siguiente, era llamar a la puerta.
"Dos golpes, una pausa..." repasó mentalmente antes de ejecutar la clave "Y tres golpes rápidos"
Apenas tuvo que esperar un par de minutos para que le abrieran y por el rabillo del ojo, divisó como el rubio se tensaba en cuanto un hombre alto y fornido de cabello negro y rostro severo apareció.
-Hola, Bernard-saludó Viktor tranquilamente. El hombre lo contempló, arqueando una ceja.
-¿Qué trajiste esta vez?-cuestionó, luego centró su atención en el perrito café entre los brazos del joven-Espero que no se trate de él.
En respuesta, Viktor se sacó la pesada mochila y se la pasó junto con las bolsas. El hombre asintió con aprobación.
-Ya nos hacía falta carne de verdad, y no esa basura gomosa que el director insiste en darles a los niños-expresó con desprecio al mencionar a su jefe.
Viktor disimuló una punzada de culpa. Años atrás cuando murió su madre, en teoría debió ser enviado al orfanato. Excepto que contaba con algunas cosas a su favor: que ya sabía cazar, que el director era uno de sus principales clientes, y que éste último era un hombre mezquino que prefería gastar en grandes fiestas y cenas para lucirse con los funcionarios y la poca gente importante del distrito, antes que en los niños de la institución que manejaba. Esto conllevó a que Viktor hiciera un trato con él. Con tal de no pasar a formar parte de los huérfanos atrapados en aquel horrible lugar, se comprometió a semanalmente llevarle las mejores presas, principalmente pavos silvestres, perdices o conejos gordos, para que pudiera agasajar a sus invitados mientras que los niños pasaban hambre. Como dicho acuerdo no podía ser del dominio público, la versión oficial consistió en que a Viktor se le permitiría vivir por su cuenta siempre y cuando demostrara que era capaz de hacerlo y contara con testigos que lo avalaran y respondieran por él en un momento dado.
Por ese entonces, cada vez que se cruzaba en la escuela con alguno de esos pobres chicos, el remordimiento por no ayudarlos lo carcomía. Ese pudo ser él, abatido y derrotado, caminando resignado con los hombros hundidos y la vista gacha, de no ser porque Yuuri le devolvió la motivación para luchar y zafarse de ese cruel destino al obsequiarle pan. Si bien no supo que fue él hasta mucho después, ese simple detalle le brindó un inmenso consuelo en aquel momento tan difícil. Y ahora que tenía posibilidades y así como Yuuri lo había ayudado, iba a hacer lo mismo.
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Breaking point
RomanceCon la ayuda de Yuuri, Viktor se ha coronado como vencedor de los Juegos del Hambre y ambos regresan al Distrito 12 como una pareja feliz y enamorada. En teoría, sus problemas tendrían que haber acabado, y sin embargo, no han hecho más que empezar...