8.

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Chaeng se quedó conmigo, con permiso de mis padres, fuimos a casa de mi abuela a pasar allí la noche, su cama olía a ella y su olor me tranquilizaba desde pequeña y aunque ahora ya estuviera muy lejos de mi, parecia que aún seguía estando a mi lado.

La morena intentó darme un poco de espacio cuando entramos dentro de la casa, todo estaba exactamente igual, los cuadros, los jarrones, incluso el mando de la tele y aquel libro de cocina que solía leer cuando se aburría.

Fue imposible no echarme a llorar cuando comencé a ver todas las fotografías que mi abuela tenía, la morena se acercó a mí abriendo sus brazos y envolviéndome en ellos, intentando darme seguridad, pero, lo que ella no sabía era que siempre me la daba, con solo mirarme o con darme una sonrisa sentía paz en mi misma.

Nos sentamos en el sofá y encendimos la tele, no hicimos nada especial solo me acerqué a ella y apoyé mi cabeza en su pecho, mientras que ella jugaba con mi pelo y veíamos algún programa al azar, aunque realmente no le estuviera echando mucha cuenta, a la mayor parecía hacerle gracia, de vez en cuando soltaba alguna risa y yo reía con ella porque me gustaba verla feliz.

Cocinó sopa para mí y os prometo que estaba exactamente igual a la que hacía mi abuela, quizás porque había utilizado los mismos ingredientes que ella, o porque simplemente lo echaba tanto de menos que todo me recordaba a ella.

Después de cenar nos quedamos hasta tarde hablando. Hablamos de nuestro futuro y y de lo rápido que perdemos a la gente que realmente nos importa, y mientras que ella hablaba, me hice a mí misma la promesa de que no la perderia nunca, de que haría todo lo que estuviese en mi mano para que aquello no pasará.

-Lisa, ¿En que piensas?

-En ti.

Y de mi boca nunca había salido tanta sinceridad como lo que había dicho ahora. Siempre pensaba en ella, en sus ojos, en su boca, en sus manos, en su sonrisa y en su forma de mirarme tan perfecta y tan preciosa como ella sola. La quería, estaba completamente enamorada de Park Chaeyoung y no quería cambiar eso.

Fue aquella la primera vez en toda la noche que me acerqué y la besé, cerrando mis ojos y dejándome llevar por el dulce sabor de sus labios y ella me devolvió el beso de la manera más perfecta que podía haber imaginado. Mis sueños se habían quedado en otro mundo porque ahora mismo estaba amando la realidad de sus besos y de sus manos tocándome de aquella forma que solo ella sabía.

La tumbe en el sofá poniéndome encima de ella intentando no hacerle daño. Ni siquiera sabía lo que iba a pasar ahora, pero estaba disfrutando tanto de aquello que no quería parar de hacerlo.

-Te quiero.

Me aparté abriendo los ojos y la miré, no daba crédito a lo que había escuchado. Ella me quería, me quería y me correspondía, y yo no sabía lo que había hecho para merecerlo.

Y en aquel momento me daba igual todo, me daba igual que estuviéramos en la casa de mi abuela, y que estuviera destrozada, porque ella siempre conseguía arreglarme.

Me aparte del sofá tomándola entre mis brazos y subiendo las escaleras hasta la habitación en la que solía dormir cuando me quedaba aquí. La tumbé en la cama con cuidado, cómo si fuera una estatua de mármol frágil y perfecta.

Y en aquel momento me di cuenta de que realmente sí que era una estatua de mármol frágil y perfecta, porque le estaba quitando una de las pocas cosas que tenía y ella me lo estaba entregando, y yo solo podía hacer que todo fuera perfecto, cuidar aquella perfección que estaba viendo antes mis ojos, aquella perfección que se había entregado a mí la cuarta noche y en la cual yo también me había entregado a ella, pero desde la primera noche que la vi.

Comencé a quitarle la ropa despacio y a medida que lo iba haciendo, me iba dando cuenta de qué era tan perfecta de que me quería grabar todo su cuerpo en mi cabeza, por si algún día no podía seguir con ella y acababa rompiendo la promesa que me había hecho.

No me lo merecía pero mientras le hacía el amor, ella me besaba y me decía que me quería y que nunca me iba a dejar sola, que nunca me callara nada y que si estaba mal que compartiera mi sufrimiento con ella, que no le importaba ser un hombro en el cual llorar.

Bajé una de mis mano por todo su cuerpo acariciándolo hasta llegar a su intimidad tenía la cara roja los pelos desordenados tenía la frente llena de sudor y de vez en cuando, soltaba algún que otro gemido con mi nombre haciéndome sentir a mí el doble de excitada de lo que ya lo estaba.

No me lo pensé más y hice lo que tanto me estaba pidiendo, entré dentro de ella, moviéndome rápido, moviéndome como ella quería, haciendo pequeños círculos en su clítoris, mientras que ella con su mano derecha me arañaba la espalda y con la otra entrelazaba su mano con mi pelo pidiéndome que no parara de besarla pero rompí lo que ella quería y me fui a su cuello, más tarde sus pechos y después comencé a darle pequeños besos en la barriga.

Hasta que saqué mi mano de ahí y pasé a darle otro tipo de placer. Comencé a lamer su intimidad haciendo pequeños círculos mientras que ella comenzaba a gemir más fuerte y más rápido y después de un rato así, explotaba gritando mi nombre con la voz totalmente ronca.

Y es la luz de la luna la única que nos acompaña esta noche. Pero tú pareces no estar cansada y decides ponerte encima mía moviéndote rápido, provocando que si ya estaba caliente, aumente todo el calor que ya sentía dentro, haciéndome explotar después de un rato con tus movimientos y consigues que gima tu nombre. Y ahora lo haces mas lento consiguiendo que vuelva explotar.

Después de una noche entera así, te abrazas a mí volviendo a repetir que me quieres y ya no lo dudo, yo también te lo digo besando tu cabeza y deseándote buenas noches aunque sea a las 7 de la mañana.

Porque nunca me había gustado la noche, pero desde que las pasaba a su lado, las había empezado a amar.

7 noches ✧ chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora